Vince Colleman recordó que Harrison, el día anterior a su curiosa muerte, había buscado a un tal Gutiérrez en el hospital del pueblo, así que decidió interrogarle. El agente contemplaba a la recepcionista del hospital. Tenía un rostro magnífico, digno de estudiar, una nariz perfilada, unos labios voluminosamente sensuales, cejas finas... Sus ojos eran enormes y llamativos, eran como grandes perlas brillantes bañadas en chocolate; curioso, delicioso...
-Segundo piso. Sala 37-B. Siga el pasillo principal y doble a la derecha.
-Muchas gracias.
Colleman siguió las instrucciones hasta llegar a la habitación. La puerta estaba identificada por letras color escarlata, que silenciosas y sumisas rezaban "37-B". Vince las observó unos instantes, luego golpeó la escritura con cierto cuidado. Antes de que nadie le respondiera, un hombre vestido con bata blanca apareció junto a él.
-¿Viene usted a visitar al señor Gutiérrez?- preguntó el doctor.
-Joven señor Gutiérrez, me parece.
-Correcto. ¿Quién le busca?
-Vince Colleman, agente especial asignado a un caso en este pueblo.
-¿Podría mostrarme un permiso para este interrogatorio?
-No necesito permisos para visitar amigos en el hospital. Pero si usted lo requiere, debería ser suficiente con mi identificación.
El agente tendió su placa y el doctor rechazó verificarla.
-Si es su amigo no necesita permisos.
-Gracias.
-Adelante. Tiene 10 minutos. Recuerde que aún está delicado de salud.
-Ok, doc.
Vince sonrió. Fue sencillo resolver ese pequeño percance que había visto venir, después de todo, quién dudaría de un hombre de aspecto tan honrado como él. Abrió la puerta y entró solo en la habitación. Eduardo Gutiérrez dormitaba en una cama que parecía ser absolutamente incómoda. Era un sujeto delgado, de apariencia serena. Se veía bastante debilitado.
-¿Cómo te sientes, joven Eduardo?
-Y usted es…
-Vince Colleman, agente asignado a un caso especial en este tranquilo pueblo.
-¿Tranquilo? Si fuera tranquilo yo no estaría aquí, ni usted tampoco. ¿O me equivoco?
-En absoluto. Es usted bastante perspicaz.
-Gracias. ¿A qué debo su visita?
-Necesito hacerle unas preguntas.
-Eso imaginé.
-Primero, ¿conoce al detective Phillips Harrison?
-No.
-¿No? Pero se supone que vino a verlo ayer.
-Usted es la primera visita que recibo.
-Imposible. Bueno supongamos entonces que es así. ¿Por qué está usted hospitalizado?
-Me dispararon con un revólver, al parecer.
-¿Quién lo hizo?
-No lo sé.
-¿No lo sabe? ¿Tiene algún enemigo o conoce a alguien que quisiera matarle?
-No.
-Es decir, alguien despertó con ganas de dispararle sin tener razones para hacerlo.
-No lo sé.
-No está usted ayudándome.
-Lo siento, pero sólo sé que no sé nada.
-¿Podría describirme el aspecto del sujeto?
-Era alto y llevaba una capa ancha con capucha, así que no sé cómo era su rostro o si era hombre o mujer.
-¿Dónde le dispararon?
-Cerca del corazón. El doctor asegura que un poco más a la izquierda y hubiese muerto en cuestión de segundos.
-Ya veo. ¿Dónde ocurrió el incidente?
-Detective- irrumpió el doctor al entrar en la habitación.
-Aún no han pasado los diez minutos.
-Lo sé, pero no puedo permitir que moleste a mis pacientes haciendo interrogatorios policiales. Menos si están en estado delicado como este sujeto.
-Está bien. Muchas gracias por su colaboración, joven Gutiérrez.
-Un placer, Mr Colleman.
Y Vince salió de la habitación sin información útil.
-¿Te has olvidado de mí, Lucy?
Jhon dudó de la cordura de la anciana, quien le estaba hablando al tigre.
-Ven aquí- decía la mujer al animal-. Salúdame como es debido.
El tigre se acercó al trío. Seguía rugiendo. Clarisse y Jhon retrocedieron, pero Dennis permanecía en el mismo sitio, esperando al animal.
-Ven acá mi amor- rogó Dennis.
-¿Anciana?- dijo McSerius.
El gran tigre blanco abrió sus fauces y las cerró con energía. Clarisse abrazó a Jhon y colocó su rostro contra su pecho. Estaba temblando. El hombre la rodeó con sus brazos y observó a la anciana. El tigre se detuvo frente a la señora y rugió una vez más.
-Dennis...- susurró el joven.
El gran animal se levantó sobre sus patas traseras, y con las delanteras abrazó a la anciana, casi como si fuera una persona.
-¿Qué demonios...? - preguntó Jhon, estaba atónito.
El animal y la señora parecían viejos amigos que se encontraban después de muchos años, y quizás así era. Lucy volvió a apoyarse en sus cuatro patas y observó a los jóvenes mientras la anciana le acariciaba las orejas.
-Son mis amigos- afirmó ella al felino.
La tigresa se dirigió al interior de la cueva y la señora le siguió.
-Vengan, no pasa nada.
Los jóvenes se vieron a los ojos y dudaron en hacerle caso a la mujer, que parecía aún más loca que de costumbre. Pero después de unos segundos Jhon avanzó, tomando a Clarisse de la mano.
-Anciana usted está loca.
-Quizás. ¿Pero quién está más loco: el loco o el loco que lo sigue?
Jhon decidió no contestar y seguir avanzando hacia la entrada de la cueva. Estaba oscuro, pero se veía luz a lo lejos. Era extraño ver iluminación dentro de una cueva. También se oía un susurro.
-¿Aquí es donde vive tu amigo en serio? Debe estar aún más loco que tú.
-Cállate y camina.
Clarisse rió y Jhon la silenció con la mirada.
-Para no hablar nada tienes muy buen sentido del humor, ¿no?- se quejó McSerius, y ella le soltó la mano y se mostró molesta por su comentario. Jhon no le dio importancia. Se mostraba burlón para esconder un poco la preocupación por su hijo
-Parecen un par de niños- comentó Dennis y rió forzosamente.
-Tan graciosas ustedes dos...
Por fin se acercaron tanto a la fuente de la luz que pudieron distinguir su origen. Estaban en una enorme habitación iluminada por el fuego de una extraña especie de chimenea subterránea. A los lados de ésta había cuatro piedras con forma de asientos. Sobre las paredes estaban dibujadas figuras de brillantes colores y de formas indefinidas. Era una vista bastante inusual. El susurro había aumentado su fuerza. La tigresa rugió nuevamente y desde otra habitación salió un hombre con traje oscuro y capucha.
-Tanto tiempo...- exclamó el encapuchado, su voz era bastante profunda-. No puede ser que viviendo tan cerca me tengas tan abandonado, Dennis.
-¡Qué exagerado eres!
El encapuchado y la anciana se abrazaron.
-Jhon, Clarisse, éste es mi amigo Eduardo Gutiérrez.
-Mucho gusto, jóvenes. ¿Vienen a preguntar por Jhony, cierto?
-¿Cómo sabes de mi hijo?- gritó McSerius presa de la confusión, pensó: ¿cómo un loco que vive en una cueva alejada de toda clase de civilización puede saber sobre mi hijo?
-Vengan conmigo- dictó el hombre.
-No pienso moverme de aquí hasta que me expli…- comenzó a quejarse McSerius.
-Si no quieres venir es tu problema. Si lo deseas te puedes quedar aquí con Lucifer.
-¿Con Lucifer?- preguntó Jhon.
-Sí, con la tigresa- aclaró Dennis mientras acariciaba al animal.
-¿Lucy?… ¿Lucifer? Qué macabro. Está bien, continuemos. Pero usted tiene que explicarme que caraj… ¡Espere!
Y el trío siguió al encapuchado hacia lo más profundo de la cueva. Jhon no podía ver nada, alguien le tomó del brazo y le jaló hacia adelante. Se dejó llevar.
-¡Demonios! Una roca- se quejó el rubio.
-Es tu silla- le respondió la grave voz de Gutiérrez.
Jhon se sentó sobre la roca, que estaba bastante cómoda. Entre sus pies corría líquido frío, entonces supo a qué se debía el susurro cuya intensidad aumentaba gradualmente. Era relajante. Súbitamente la cueva se iluminó por completo. Estaban en una habitación pequeña rodeada de antorchas, de las cuales sólo una ardía con fervor. Las paredes lucían escaparates llenos de frascos con contenidos interesantes y llamativos. Los visitantes se encontraban sentados uno junto al otro, formando un semicírculo y frente a ellos reposaba Gutiérrez en una piedra enorme con forma de trono.
-Ésta es mi sala, bienvenidos sean- explicó Eduardo y se quitó la capa. Un rostro demacrado sonreía con cierta malicia, sus ojos reflejaban las llamas y le daban un aspecto maléfico, fiero, lúgubre. Su cabello era largo, y estaba amarrado en una cola, sostenida con una extraña varita-. Ahora, hablemos del pequeño rubio…
-Segundo piso. Sala 37-B. Siga el pasillo principal y doble a la derecha.
-Muchas gracias.
Colleman siguió las instrucciones hasta llegar a la habitación. La puerta estaba identificada por letras color escarlata, que silenciosas y sumisas rezaban "37-B". Vince las observó unos instantes, luego golpeó la escritura con cierto cuidado. Antes de que nadie le respondiera, un hombre vestido con bata blanca apareció junto a él.
-¿Viene usted a visitar al señor Gutiérrez?- preguntó el doctor.
-Joven señor Gutiérrez, me parece.
-Correcto. ¿Quién le busca?
-Vince Colleman, agente especial asignado a un caso en este pueblo.
-¿Podría mostrarme un permiso para este interrogatorio?
-No necesito permisos para visitar amigos en el hospital. Pero si usted lo requiere, debería ser suficiente con mi identificación.
El agente tendió su placa y el doctor rechazó verificarla.
-Si es su amigo no necesita permisos.
-Gracias.
-Adelante. Tiene 10 minutos. Recuerde que aún está delicado de salud.
-Ok, doc.
Vince sonrió. Fue sencillo resolver ese pequeño percance que había visto venir, después de todo, quién dudaría de un hombre de aspecto tan honrado como él. Abrió la puerta y entró solo en la habitación. Eduardo Gutiérrez dormitaba en una cama que parecía ser absolutamente incómoda. Era un sujeto delgado, de apariencia serena. Se veía bastante debilitado.
-¿Cómo te sientes, joven Eduardo?
-Y usted es…
-Vince Colleman, agente asignado a un caso especial en este tranquilo pueblo.
-¿Tranquilo? Si fuera tranquilo yo no estaría aquí, ni usted tampoco. ¿O me equivoco?
-En absoluto. Es usted bastante perspicaz.
-Gracias. ¿A qué debo su visita?
-Necesito hacerle unas preguntas.
-Eso imaginé.
-Primero, ¿conoce al detective Phillips Harrison?
-No.
-¿No? Pero se supone que vino a verlo ayer.
-Usted es la primera visita que recibo.
-Imposible. Bueno supongamos entonces que es así. ¿Por qué está usted hospitalizado?
-Me dispararon con un revólver, al parecer.
-¿Quién lo hizo?
-No lo sé.
-¿No lo sabe? ¿Tiene algún enemigo o conoce a alguien que quisiera matarle?
-No.
-Es decir, alguien despertó con ganas de dispararle sin tener razones para hacerlo.
-No lo sé.
-No está usted ayudándome.
-Lo siento, pero sólo sé que no sé nada.
-¿Podría describirme el aspecto del sujeto?
-Era alto y llevaba una capa ancha con capucha, así que no sé cómo era su rostro o si era hombre o mujer.
-¿Dónde le dispararon?
-Cerca del corazón. El doctor asegura que un poco más a la izquierda y hubiese muerto en cuestión de segundos.
-Ya veo. ¿Dónde ocurrió el incidente?
-Detective- irrumpió el doctor al entrar en la habitación.
-Aún no han pasado los diez minutos.
-Lo sé, pero no puedo permitir que moleste a mis pacientes haciendo interrogatorios policiales. Menos si están en estado delicado como este sujeto.
-Está bien. Muchas gracias por su colaboración, joven Gutiérrez.
-Un placer, Mr Colleman.
Y Vince salió de la habitación sin información útil.
-¿Te has olvidado de mí, Lucy?
Jhon dudó de la cordura de la anciana, quien le estaba hablando al tigre.
-Ven aquí- decía la mujer al animal-. Salúdame como es debido.
El tigre se acercó al trío. Seguía rugiendo. Clarisse y Jhon retrocedieron, pero Dennis permanecía en el mismo sitio, esperando al animal.
-Ven acá mi amor- rogó Dennis.
-¿Anciana?- dijo McSerius.
El gran tigre blanco abrió sus fauces y las cerró con energía. Clarisse abrazó a Jhon y colocó su rostro contra su pecho. Estaba temblando. El hombre la rodeó con sus brazos y observó a la anciana. El tigre se detuvo frente a la señora y rugió una vez más.
-Dennis...- susurró el joven.
El gran animal se levantó sobre sus patas traseras, y con las delanteras abrazó a la anciana, casi como si fuera una persona.
-¿Qué demonios...? - preguntó Jhon, estaba atónito.
El animal y la señora parecían viejos amigos que se encontraban después de muchos años, y quizás así era. Lucy volvió a apoyarse en sus cuatro patas y observó a los jóvenes mientras la anciana le acariciaba las orejas.
-Son mis amigos- afirmó ella al felino.
La tigresa se dirigió al interior de la cueva y la señora le siguió.
-Vengan, no pasa nada.
Los jóvenes se vieron a los ojos y dudaron en hacerle caso a la mujer, que parecía aún más loca que de costumbre. Pero después de unos segundos Jhon avanzó, tomando a Clarisse de la mano.
-Anciana usted está loca.
-Quizás. ¿Pero quién está más loco: el loco o el loco que lo sigue?
Jhon decidió no contestar y seguir avanzando hacia la entrada de la cueva. Estaba oscuro, pero se veía luz a lo lejos. Era extraño ver iluminación dentro de una cueva. También se oía un susurro.
-¿Aquí es donde vive tu amigo en serio? Debe estar aún más loco que tú.
-Cállate y camina.
Clarisse rió y Jhon la silenció con la mirada.
-Para no hablar nada tienes muy buen sentido del humor, ¿no?- se quejó McSerius, y ella le soltó la mano y se mostró molesta por su comentario. Jhon no le dio importancia. Se mostraba burlón para esconder un poco la preocupación por su hijo
-Parecen un par de niños- comentó Dennis y rió forzosamente.
-Tan graciosas ustedes dos...
Por fin se acercaron tanto a la fuente de la luz que pudieron distinguir su origen. Estaban en una enorme habitación iluminada por el fuego de una extraña especie de chimenea subterránea. A los lados de ésta había cuatro piedras con forma de asientos. Sobre las paredes estaban dibujadas figuras de brillantes colores y de formas indefinidas. Era una vista bastante inusual. El susurro había aumentado su fuerza. La tigresa rugió nuevamente y desde otra habitación salió un hombre con traje oscuro y capucha.
-Tanto tiempo...- exclamó el encapuchado, su voz era bastante profunda-. No puede ser que viviendo tan cerca me tengas tan abandonado, Dennis.
-¡Qué exagerado eres!
El encapuchado y la anciana se abrazaron.
-Jhon, Clarisse, éste es mi amigo Eduardo Gutiérrez.
-Mucho gusto, jóvenes. ¿Vienen a preguntar por Jhony, cierto?
-¿Cómo sabes de mi hijo?- gritó McSerius presa de la confusión, pensó: ¿cómo un loco que vive en una cueva alejada de toda clase de civilización puede saber sobre mi hijo?
-Vengan conmigo- dictó el hombre.
-No pienso moverme de aquí hasta que me expli…- comenzó a quejarse McSerius.
-Si no quieres venir es tu problema. Si lo deseas te puedes quedar aquí con Lucifer.
-¿Con Lucifer?- preguntó Jhon.
-Sí, con la tigresa- aclaró Dennis mientras acariciaba al animal.
-¿Lucy?… ¿Lucifer? Qué macabro. Está bien, continuemos. Pero usted tiene que explicarme que caraj… ¡Espere!
Y el trío siguió al encapuchado hacia lo más profundo de la cueva. Jhon no podía ver nada, alguien le tomó del brazo y le jaló hacia adelante. Se dejó llevar.
-¡Demonios! Una roca- se quejó el rubio.
-Es tu silla- le respondió la grave voz de Gutiérrez.
Jhon se sentó sobre la roca, que estaba bastante cómoda. Entre sus pies corría líquido frío, entonces supo a qué se debía el susurro cuya intensidad aumentaba gradualmente. Era relajante. Súbitamente la cueva se iluminó por completo. Estaban en una habitación pequeña rodeada de antorchas, de las cuales sólo una ardía con fervor. Las paredes lucían escaparates llenos de frascos con contenidos interesantes y llamativos. Los visitantes se encontraban sentados uno junto al otro, formando un semicírculo y frente a ellos reposaba Gutiérrez en una piedra enorme con forma de trono.
-Ésta es mi sala, bienvenidos sean- explicó Eduardo y se quitó la capa. Un rostro demacrado sonreía con cierta malicia, sus ojos reflejaban las llamas y le daban un aspecto maléfico, fiero, lúgubre. Su cabello era largo, y estaba amarrado en una cola, sostenida con una extraña varita-. Ahora, hablemos del pequeño rubio…
BlackJASZ