miércoles, 23 de septiembre de 2009

Cuento No. 9 - Más Allá de la Oscuridad


Caminaba la chica, guiada por unos pies torpes que tropezaban con el camino que por vez primera recorría. ¿Estaba consciente? No lo sabía. Tal vez su cuerpo tan sólo se dejaba llevar por el fresco viento nocturno. Nunca lo supo, pero tampoco le importó. Sólo seguía internándose en aquella zona boscosa.

Aunque su largo traje blanco estaba deteriorado, a causa de todo lo que había recorrido, se veía hermosa. Avanzaba, majestuosa, entre árboles secos y matorrales semimuertos. Por fin divisó a lo lejos el final del camino ¿Era eso lo que buscaba? Continuó hacia las luces que vislumbraba.



-¿Por qué tienes que ser así?
-No lo sé, Alison. Te digo que estoy enamorado.
-Jonathan, ¿acaso sabes tú qué es el amor?
-La extraño.
-Eso no es amarla, estúpido.
-Me hace falta, la necesito. Pasa el tiempo y la pienso más y más cada momento. Todo me recuerda a ella. Incluso cuando no la recuerdo, la tengo en mente por el simple hecho de no hacerlo.
-¡Cuán tristes son tus palabras!- se quejó ella, llorando.
-Sí, lo sé. ¡Qué difícil es amarla!

El llanto de la joven aumentó progresivamente. Estaban parados uno frente al otro, muy cerca. La fémina voz se quebró cuando preguntó:

-¿Dices eso por mí?
-No lo sé.
-Tú no tienes corazón, ¿sabes?

El hombre permaneció callado, observándola a los ojos. Ella se derrumbó sobre una silla cercana. Él, cuan largo era, se mantuvo de pie, espiándola desde las alturas.

-Sabes que no me gusta verte llorar, Alison.
-¡Cínico! ¡Seguro a ella tampoco la quieres!
-Recuerdo que día tras día acompañaba a Ashley hasta la puerta de su casa, sólo para asegurarme de que llegara bien. Aún me imagino haciendo lo mismo. Ya no puedo sacarla de mi mente, porque aunque no piense en ella de día, la sueño. Es algo que simplemente no puedo controlar.
-No es la primera vez que oigo eso. Una vez me dijiste lo mismo a mí.
-Quizás.

La chica continuó llorando. Él seguía viéndola, aún imperturbable. Su expresión facial era serena.

-Imbécil- susurró para sí misma, era a la propia Alison a quien se refería- Es extraño pensar que estaba lo suficientemente errada para pensar que tu también me amabas.
-Lo siento- dijo el hombre.
-Tu problema es que no sientes nada- reclamó Alison llorando. Tomó las puntas del largo y elegante vestido blanco que llevaba puesto y se marchó, dejando completamente solo al que minutos antes aún era su prometido.

Jonathan la vio irse y luego se sentó donde ella estaba. Él también llevaba un traje muy fino, pulcro y sin arrugas. Lo estaba estrenando esa noche. Se sintió al borde de un abismo. Sostuvo su rostro con sus manos, y entonces las lavó con sus lágrimas. Era un hombre que no mostraba su lado sensible jamás, él sentía que era una debilidad.

Nada se movía en aquella habitación. El hombre lloraba en su intimidad, acompañado por el silencio. Luego oyó un ruido y levantó la cara, para atisbar cómo cerraban la puerta. Alguien la había abierto y cerrado instantáneamente. A Jonathan no le importó saber si había sido algún familiar que asistiera a la boda, un amigo, alguien de mantenimiento... Sólo su propia tristeza importaba en ese momento, aunque no sabía exactamente porqué lloraba.



Dos días habían pasado. El hombre llevaba horas tirado en su cama. No quería levantarse. De todos modos ¿por qué lo haría?

-¿Qué haces cuando te sientes vacío?- se preguntó.

Realmente extrañaba a Ashley. Pero también se sentía terriblemente desgraciado por Alison. "¿Qué he hecho con mi vida?", se preguntó internamente. Luego de esto, por fin tuvo unas horas de sueño, pudo dormir.

Al despertar decidió buscar a su primera mujer, después de tanto tiempo. Aún recordaba su casa, cálida como era. Y hacia allá iría. Pero primero tenía que comer, aunque fuera una vez al día.

Treinta minutos después, su carro salía de su casa.

-Y esa mujer- decía mientras apretaba el volante-, después de tanto tiempo, ¿qué me dirá cuando aparezca en su puerta, tan descuidado como estoy?

“Espero me perdone. Y que aún me quiera”, pensó. Así recorrió largo trecho antes de llegar a la autopista principal. El cielo oscurecía al tiempo que una suave lluvia bañaba la ciudad. Encendió la radio. Conocía la canción que sonaba, tiempo atrás la había amado. Cantó el músico:

-"Fooled me with the tears in your eyes, covered me with kisses and lies"
-"So bye, But please don't take my heart"- susurró el conductor con la radio- "You are far, I´m never gonna be your star". Alison…

Siguió conduciendo mientras el blues llenaba su cabeza. La lluvia empeoraba, pero eso no le interesaba. Sólo le importaba su dolor. Recordó a Alison. Cantaban esa canción poco tiempo después de haber comenzado su relación. Hacía ya tanto tiempo...

-"I'll pick up the pieces
>And mend my heart
>Strange that I was wrong enough
>To think you'd love me too
>You must have been kissing a fool"

Al pensar en Alison cantando eso, la canción perdía su belleza. Cambió de estación. En ese momento los faros del vehículo se apagaron.

-¿Qué demonios?- dijo el conductor y se apresuró a cambiar las luces, se veía obligado a usar el par más tenue en aquella noche tan oscura y lluviosa.

Lo primero que vio al encender los otros faros, fue una mujer parada a menos de dos metros del vehículo, justo en frente. La joven llevaba un largo y deteriorado vestido blanco.

-¡Alison!- gritó el conductor y pisó fuertemente el freno.

Sin embargo estaban muy próximos y la golpeó. Justo después el móvil se detuvo en seco. Quien venía inmediatamente detrás del joven chocó contra él, haciendo que se volcara. El movimiento causó que Jonathan se golpeara en la cabeza con el volante...



El hombre abrió los ojos. Estaba acostado en una cama increíblemente blanda y cómoda. A pocos centímetros de su rostro estaba el de Alison, quien ya estaba despierta.

-¿Qué hacías en medio de la autopista tan tarde y en plena lluvia?
-Te estaba esperando.
-¿Estás loca?
-Quizás.

Se observaron el uno al otro, con miradas fuertes.

-¿Estás bien?- preguntó él.
-Sí. ¿Y tú?
-¡Demonios! iba muy rápido y te atropellé. No entiendo cómo estás bien.
-O tú crees haberme atropellado.
-¿Qué pasa contigo? ¿Acaso no temías morir al lanzarte así a una autopista como esa?
-Yo no le tengo miedo al amor, no le tengo miedo a luchar por la felicidad, para mí es un placer entregarme a esa batalla, aunque parezca que vaya a perder. Yo sí te amo.
-Terminaste de enloquecer, mujer.

En ese momento se dio cuenta de que hacía frío, soplaba demasiado viento. Se fijó por primera vez en lo que le rodeaba. Todas las paredes, incluso el techo, eran azules. Pero por alguna razón no podía distinguir un muro de otro.

-¿Dónde demonios estamos?- preguntó.

Alison sonrió. Jonathan tomó asiento. Y pensó "¿y este lecho no es demasiado suave para ser una cama normal?". Palpó con la mano derecha una parte de la cama, y con sencillez le arrancó un pedazo. Se levantó sobre lo que creía que era un colchón para observar mejor. ¡Era una nube!

-¿Seguro de que fui yo quien perdió la cordura?- preguntó Alison, sonriendo aún más-¡Estamos muertos! Valió la pena esperarte.

El hombre se volvió presa del pánico y gritó con mucha fuerza...



Aunque su largo traje blanco estaba deteriorado, a causa de todo lo que había recorrido, se veía hermosa. Avanzaba, majestuosa, entre árboles secos y matorrales semimuertos. Por fin divisó a lo lejos el final del camino ¿Era eso lo que buscaba? Continuó hacia las luces que vislumbraba.

Observó muchos carros pasar a altas velocidades. Luego salió del camino y se introdujo en la autopista. ¿Era morir lo que buscaba desde la noche anterior, cuando su prometido decidió abandonarla por un viejo amor?

-Jonathan es un idiota- declaró-, pero yo lo soy aún más por haberlo querido, imbécil como es.

Finalmente saltó frente al primer vehículo que pasó. El impacto le dolió mucho y perdió la conciencia casi inmediatamente.

Despertó y supo que estaba muerta. Caminó por la carretera un rato, mientras los carros la atravesaban sin notar su existencia.

-Quizá ésta es la única forma de que estemos juntos.

Y rápidamente se fue a buscar a quien fue su prometido en vida.

Pasaron muchas horas juntos, pero al mismo tiempo ambos estaban solos. Él allí tirado en su cama, sin saber que ella estaba allí cerca, de pie a su lado.

-¿Qué haces cuando te sientes vacío?- preguntó Jonathan al aire.
-Buscas aquello que lo llenará- dijo ella, sin que la escuchara nadie-. Como el amor, por ejemplo.

El hombre se durmió. Cuando despertó se levantó y se montó en su vehículo.

-Y esa mujer, después de tanto tiempo ¿qué me dirá cuando aparezca en su puerta, tan descuidado como estoy?

Quien le hacía invisible compañía se enfadó terriblemente, porque sabía que no era a ella a quien buscaría.

Tiempo después el sujeto llegó a la autopista y encendió su radio. Para molestarle, Alison sintonizó fugazmente una estación que reproducía una canción que ambos amaron. De alguna manera ella sabía que esa canción estaba al aire, quizá por intuición femenina. Disfrutó oírlo cantarla una vez más, después de tanto tiempo. Entre los versos, él la llamó por su nombre. Ella sonreía al oírlo y sentir que él la extrañaba. ¿Aquel tonto sí la quería después de todo?

Ya era hora. Lo que quedaba de la mujer se desvaneció y los faros del vehículo fallaron, mientras ella se alejaba para colocarse donde le esperaría. Allí donde ella había muerto. Sus restos habían sido retirados ya, pero ella no se percató de nada de esto. En su mente sólo figuraba su plan: él la esquivaría y se saldría de la vía, y por la velocidad que llevaba, era un buen momento para traerlo consigo al otro lado. Se sintió malvada, pero él también lo había sido con ella…



Tiempo después lo llevó a descansar. Pero no en su cama, sino allá arriba en el cielo, entre nubes. Lo observó dormir, muy de cerca. Tenía ganas de besarlo, pero quería que descansara. Estaban juntos de nuevo, y eso era un nuevo inicio. Era otra manera de estar unidos.

Al despertarse discutieron un poco, y cuando él se dio cuenta de dónde estaban, entró en crisis. Le costó aceptar que su vida había llegado a su fin. Comenzó a gritar con fuerza.

-Tranquilo, mi amor- le dijo ella.
-¿¡TRANQUILO!? ¿Me dices que estoy muerto y me pides que me calme? ¿Qué clase de mal sueño es este?
-No es un sueño. Es una segunda oportunidad.
-¿OPORTUNIDAD PARA QUÉ?
-Para amarnos. ¡ÉSTA ES OTRA FORMA MÁS DE ESTAR JUNTOS!- Él la miró, con una mezcla de histeria y de curiosidad- Aquel día había regresado para recordarte lo imbécil que eras, pero al abrir la puerta te vi llorando y preferí dejarte sólo ¿Era por mí por quien llorabas?

Él la miró a los ojos, aún seguía de pie mientras ella estaba acostada. Entonces muchas cosas cobraron sentido para él, como el por qué(o más bien por quién) lloraba ese día. Borró la histeria de su rostro y recuperó su aspecto sereno para decirle:

-En realidad, ésta es otra forma más de dejarte.

Y se arrojó de la nube, dejando a la chica sóla, una vez más, con su traje de novia…




Black JASZ

domingo, 6 de septiembre de 2009

Cuento No. 8 - Ojos Rojos


Ella jadeó, estaba cansada. Reposaba entre matorrales, muy lejos de su hogar. Alzó la vista y admiró la luna llena. Tan tranquila y apacible. Y al mismo tiempo tan responsable de que su vida decayera.

-¡Esa bestia!-se quejó. Entonces recordó con desagrado:


Horas antes estaba con su esposo. Caminaban tomados de la mano mientras se decían cuánto se amaban. Hacía más de veinte años que tenían ese hábito, pero aún era igual de encantador para ambos.

El campo en el que siempre paseaban era hermoso. De día los trabajadores que lo cuidaban se esforzaban en mantenerlo en el mejor estado. Se podían encontrar flores de todo tipo en el jardín que lo bordeaba, el pasto estaba siempre podado y los apacibles animales saludaban con miradas amigables a quienes se aceraban. Los esposos adoraban ese lugar.

Él sacó de su bolso una gran sábana y la colocó sobre la grama para que se sentaran a mirar el cielo nocturno. Se recordaron mutuamente cuán importante eran el uno para el otro.

Una hora más tarde, de repente, comenzó a oler a tabaco. El aroma era muy concentrado. Era un aroma especial, único. Él lo reconoció.

-¿Peter?- preguntó ella- ¿Peter, hueles eso?
-Sí. Quédate aquí.

El hombre se levantó. Con su mirada buscaba a alguien, buscaba algo. Ella comenzó a temblar ante la situación. No le agradaba para nada los recuerdos que aquel olor le traía.

-Buenas noches- dijo una voz ronca que parecía provenir de la nada-, tórtolos.
-¡Cliff!- gritó ella.
-No me llames así-respondió la misma voz-, Elizabeth. Odio ese nombre. ¿Cómo has estado?
-Estaba bien hasta que apareciste, sucia criatura.

Una figura muy alta cayó de un árbol cercano. La pareja pudo ver a aquel que les hablaba. Llevaba un tabaco en su boca(que en ese momento era más bien hocico).

-Al menos tus modales han mejorado- halagó el licántropo con una sonrisa-. Ahora eres más cariñosa.
-¿A qué viniste?- preguntó Peter. Estaba muy molesto con la llegada de aquel ser.
-Sólo a divertirme un rato. He tenido noches muy aburridas últimamente.

El hombre lobo siguió exhibiendo su sonrisa, burlándose de ellos. Luego atravesó su tabaco con una garra y lo arrojó en el pasto.

La mujer se levantó y tomó a su marido del brazo. El licántropo rió de su reacción. Peter se soltó de Elizabeth y corrió hacia su eterno enemigo. Fue recibido con un fuerte golpe en el estómago y salió despedido varios metros. Permaneció en el suelo, tosiendo.

La enorme bestia caminó hacia la dama, que estaba tan aterrorizada que no movió ningún músculo. Sólo temblaba.

-He oído por allí que tienes una pequeña hija que lleva tu nombre. También supe que tiene tu cabello claro y tus bellas facciones.

El licántropo levantó una mano y le acarició una mejilla a la mujer. En ese instante Peter se levantó y golpeó fuertemente al licántropo y le dijo:

-No deberías darle la espalda a tu enemigo. Y mucho menos tocar a su esposa.

El enorme animal se tambaleó con el impacto, pero retomó su firme postura y agarró al hombre por el cuello, levantándolo del suelo. La diferencia de tamaños era muy notoria.

Elizabeth alzó sus puños y atacó la espalda del licántropo. Éste se burló del infructuoso intento, soltó a su contrincante y abofeteó con energía a la dama. Ella cayó al suelo y comenzó a sollozar. Después le asestó una patada al hombre, dejándolo casi muerto.

-¡Qué aburridos se han vuelto con los años!

Observó un rato a Elizabeth y luego declaró:

-No creo que la niña sea más divertida, pero será interesante verla convertirse en un licántropo.

Entonces partió. Se dirigía a la lejana casa de los esposos, donde la hija debía estar durmiendo tranquilamente.

Tras varios minutos, Peter se levantó con dificultad y se acercó a la mujer:

-Amor, ¿estás bien?
-No- confesó ella. La cara le sangraba y no podía moverse-. Él va hacia la casa.
-Lo sé. Pero no puedo dejarte aquí en ese estado.
-Sí, sí puedes y debes hacerlo. Por Eli. Apresúrate, aprovecha que eres más rápido que él.
-Vendré a buscarte luego.
-No, los veré en la casa. Sanaré en un rato.
-Está bien.

Peter se irguió. Cerró sus ojos con fuerza y su cuerpo se curó casi por completo. Jadeó un poco y se lanzó a la oscuridad de la noche. Negras alas salieron de su espalda al tiempo que largos colmillos asomaban de su boca. El vampiro voló hacia su hogar y su esposa lo vio partir.

Elizabeth se sentó y comenzó a curarse poco a poco.


-¡Esa bestia!- repitió. Luego se levantó y usó gran energía para curar sus heridas y restaurar un poco de la sangre perdida. Lastimosamente no era tan buena para eso como su esposo y autosanarse la agotaba demasiado. Desplegó un hermoso par de alas y también se dirigió a su hogar.



Llegó a su casa una hora más tarde. Entró en el cuarto de su hija por la ventana. La mesita de noche estaba hecha añicos.

Entonces corrió hacia su habitación y abrió la puerta. Era un desastre. El espejo estaba roto, las mesitas estaban destruidas, la cama tenía el colchón destrozado, las lámparas yacían en el suelo y la alfombra estaba manchada. Manchada de sangre. Sobre ésta se encontraba el cuerpo desangrado de Peter. La pequeña Elizabeth estaba desmayada muy cerca, y ante ella se encontraba el licántropo, con una mano alzada, dispuesto a asesinar a la pequeña niña.

-¡NOOOOOO!- gritó la madre. Luego empujó al animal con todo su cuerpo. Éste tropezó y cayó al suelo. Molesto, se levantó y golpeó a la mujer mientras ella intentaba recoger a su hija. Desde la alfombra preguntó:
-¿Qué le hiciste?
-Sólo le di un pequeño susto. Es más fácil cargarla si está inconsciente. Sanaste rápido. Has mejorado, pero no lo suficiente.

El hombre lobo sacó sus garras y atravesó el vientre de la mujer, que, sin poder levantarse, comenzó a chillar.

-Todos quieren lo que no pueden tener, tu quieres salvar a tu hija. Ahora, con tu permiso, me la llevaré a dar un paseo.

Elizabeth colocó ambas manos en su herida y sanó tanto como pudo, mientras el licántropo caminaba hacia su hija. Luego tomó una silla y atacó con ella al animal, que le devolvió el golpe.

-¡Estúpida! Déjame en paz y termina de morir de una vez. No puedes ganarme.
-¿Sabes qué?- comenzó a decir la mujer exhausta, jadeando-. No sólo con fuerza bruta se pelea.
-¿De qué hablas?
-Mira hacia afuera. Ya está amaneciendo.
-¡Demonios!

Cuando la bestia se agachó para levantar a la niña, Elizabeth bramó con fuerte voz gutural:

-¡NO TE ATREVAS A TOCARLA CON TUS SUCIAS GARRAS!- sus ojos se tornaron completamente rojos y sintió suficiente fuerza como para levantarse e incluso luchar una vez más. Sus colmillos crecieron apreciablemente, llegando hasta su mentón. Abrió sus alas, cuya envergadura había aumentado de repente- ¡LARGO, BOLA DE PELOS!

El licántropo observó con atención a la fémina. Supo que era hora de irse.

-Interesante- dijo él-. Volveré con más tiempo en otra ocasión. Ya no luces tan aburrida- y sonrió malévolamente. Luego saltó por la ventana mientras las paredes comenzaban a tornarse rojizas.

La madre se acercó a su hija y la tomó entre sus brazos. Seguía desmayada.

-¿Elizabeth?- preguntó la dama, recuperando su forma habitual- ¿Elizabeth estás bien?

La niña sintió que la apretaban con fuerza. Abrió los ojos y vio llorar a su madre, mientras la sostenía a ella en un abrazo. La habitación estaba bañada en el color de la sangre.

-¡Mamá!
-¡Ay, mi pobre pequeña!¡Qué susto te habrás llevado! ¿Estás bien?
-Sí.
-¡Gracias al Señor!
-¿Mamá?
-¿Sí, mi amor?
-¿Porqué te sangran las manos?
-No importa mi amor, sigue durmiendo.

La madre comenzó a cantar, para que su hija durmiera como cuando era un bebé. Elizabeth Jr. la miró con ojos adormecidos...


-¿Mamá?
-¿Sí?
-También te sangran los ojos.

La madre abrazó a la hija, y luego sintió cómo sus fuerzas desaparecían poco a poco.

-¿Mami?




Black JASZ

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Cuento No. 7 - El Sepulturero (El Hotel de los Muertos II)


3:00 AM
Un solitario sujeto arrastraba los pies, dejando marcas en la tierra. En su mano derecha llevaba una vieja y corroída pala. Sobre su hombro izquierdo reposaba un bulto de considerable tamaño. Una persona normal se agotaría rápidamente cargando con tanto peso, pero este sujeto era especial. Tenía una fuerza extraordinaria, inhumana.

El único gato de la ciudad bajó del árbol en el que reposaba y fue tragado por la espesa neblina.

La mayoría de las lápidas se mantenían erguidas ante la tenebrosidad de la hora, otras hacía tiempo que habían decidido descansar sobre la grama.

Evan observó con curiosidad al anormal sujeto. Luego se saltó las rejas que cerraban el lúgubre cementerio y corrió hacia la colina más alta del lugar, desde donde el extraño ser empezaba a descender con el bulto. Sentía que en él encontraría las respuestas que buscaba.

El hombre moreno llegó hasta el tope y miró hacia abajo: el sujeto había bajado por la ladera y estaba navegando en un enorme pantano con un minúsculo bote. El bulto reposaba a sus espaldas, mientras él remaba con la pala. Lo perdió de vista en la neblina, que por alguna razón olía a uvas.

El joven se deslizó por la fangosa ladera hasta llegar abajo, luego se sumergió en el lodo. Las aguas estaban totalmente sucias y contaminadas. No había rastro de vida de ningún animal, ni siquiera del más pequeño insecto.

Nadaba casi sin fuerza. Estaba empapado hasta los huesos y las ropas le limitaban el movimiento. Pero por fin llegó hasta su destino. El sujeto extraño estaba cavando a diez metros de la orilla. Evan salió del pantano y tosió el agua y el lodo que había tragado. Se irguió y gritó:

-¡Hey! ¿Quién es usted? ¿Podría ayudarme?

El sujeto lo ignoró. Evan avanzó varios metros. La extraña figura estaba enterrando a un hombre canoso, pero dejaba sobresalir su cabeza por encima del nivel del suelo. Junto a él había dos agujeros más, semejantes al que fue rellenado con el anciano.

-Señor, ¿Podría ayudarme?

No halló respuesta. Entonces se fijó en lo que era el bulto: un saco abierto que llevaba dentro a una mujer de cabellos amarillos. Ella no se movía, parecía dormida.

-¡Lillian! ¿Quién es usted?

El sujeto se enderezó. Era descomunalmente alto y deforme: sus brazos eran muy fornidos (aunque uno era bastante más grande que el otro), el pecho desnudo mostraba graves quemaduras, una joroba adornaba su espalda y su cabeza estaba un poco descuadrada. Tenía una sola ceja, una sola oreja y uno de sus ojos no tenía ni iris ni pupila. Parte de su rostro estaba fuertemente chamuscado.

-Me llaman Digger- tenía una voz extrañamente grave y socarrona.
-¿Digger?- repitió el joven- ¿Excavador? Lo que eres es un enfermo. ¡Suelte a mi mujer!
-No puedo hacer eso. Estoy haciendo mi trabajo.
-¡Ella no está muerta!
-Todo el que llegue aquí está muerto. O lo estará pronto.
-¡Cállese!

Evan corrió hacia su mujer. Le tomó la muñeca, pero nada latía.

-¡La ha matado! ¡Lo asesinaré!
-No lo intente- le recomendó una voz que no provenía de Digger, quien sostenía una sonrisa deforme y burlona.
-¿Quién habló?- preguntó el hombre moreno.
-Fui yo- respondió la anciana cabeza que sobresalía del suelo-. No le recomiendo luchar contra este demonio. No podrá matarlo.
-¿Qué diablos? ¡Todos en esta mierda están locos!
-Soy un alma maldita- explicó el extraño ser-. Usted no puede lastimarme. Pero yo sí puedo lastimarlo a usted.

El sepulturero levantó su pala y le asestó un fuerte golpe en la cabeza a Evan. Éste cayó y rodó por la leve pendiente, hasta detenerse en la orilla del pantano. Se oía un gato maullar a lo lejos.

El caído intentó levantarse, pero se sintió demasiado débil como para lograrlo. El ser deforme extrajo de los bolsillos laterales de su chaqueta una botella bastante singular y bebió su contenido. Luego eructó y avanzó hacia el joven.

-Desgraciado- susurró Evan, mientras finalmente se ponía de pie-, voy a matarte.

Tomó una piedra y golpeó con todas sus fuerzas la cabeza de Digger, quien no se movió para evitarlo ni sufrió herida alguna por el impacto. Evan jadeó, sorprendido. El deforme acercó su rostro al del hombre moreno y le dijo con su voz grave y socarrona:

-Te dije que no puedes lastimarme.

Y soltó una carcajada. Su aliento olía a jugo de uva. Evan le pegó al extraño ser hasta que la piedra se pulverizó y hasta que la piel de sus manos comenzó a sangrar, entonces Digger volvió a golpearlo con la pala y éste cayó en el agua, casi inconsciente.

El ser deforme regresó a su trabajo y comenzó a enterrar a Lillian. Evan salió del pantano con mucho esfuerzo y permaneció tirado en la orilla, tosiendo lodo. Luego preguntó:

-¿Quién es usted?

Sin dejar su labor, Digger respondió:

-Soy un alma maldita. No puedes matarme, llevo años muerto. Hace mucho tiempo que me dedico a sepultar gente y capturar almas de este pueblo aún más maldito que yo. Nadie puede salir de aquí.
-Demonios- dijo el joven moreno mientras tosía-. Realmente estás desquiciado.
-Tal vez. Verás- comenzó a explicarse, mientras se sentaba sobre una enorme roca. Lillian estaba a medio enterrar-, no he cambiado mucho desde mi defunción. Éste era mi hogar. Vivía tranquilamente sin hacer daño a nadie. Pero la gente comenzó a odiarme el día de la feria anual. Jamás había ido...
-No te pedí la historia de tu vida- se quejó Evan.
-¡Cállate y escucha!- Volvió a sacar la singular botella, que extrañamente estaba llena de nuevo, y volvió a beber su vino.
-Sí, sigue contando- pidió el anciano con una sonrisa, parecía no estar consciente de la situación en la que se encontraban-. Siempre me han gustado las historias.

El maullido aumentaba poco a poco, como si el animal se acercara desde la distancia. La neblina era cada vez más densa, y el olor a uva se fortalecía segundo a segundo. El pantano era demasiado silencioso, no tenía ranas, ni moscas, ni sapos, ni saltamontes, ni ningún otro animal. Sólo estaban ellos cuatro. Y el gato.

-Prosigo- dictaminó el extraño ser-. Visitaba la feria por vez primera. Aquellos que nunca me habían visto no me quitaban los ojos de encima. Los que sí me conocían ignoraban mi presencia, como siempre. Entonces pasé por el kiosco de frutas y rogué por unas uvas, solía comerlas con mi madre cuando estaba viva. Mis padres murieron cuando tenía once años. Después de eso heredé el trabajo de mi padre.

>En fin. Suplique por mis frutas, pero me las negaron muy ofensivamente...


El sepulturero así lo recordó:

-Anda a mendigar a otro lado, ¡deforme! Los racimos son a mil.
-Pero no tengo nada de dinero- respondió el ser, un poco molesto-, señor.
-Bill, no seas tan desgraciado con nuestros clientes- le decía otro vendedor del kiosco-. ¡No importa lo feos que sean!
-Está bien, Roger- asentía el primero-. Daremos limosna a los fenómenos del circo.
-Este año no vino el circo- explicó Bill con tono cantarín.
-¿Ah, no?- preguntó Roger irónicamente- ¡Entonces éste ser debe estar desempleado!

Ambos se burlaron del extraño con risas estridentes. Ninguno le ofreció al desdichado lo que pedía con ansias. Entonces, muy molesto y ofendido, les gritó:

-¡Cállense! ¡Desgraciados!
-El desgraciado aquí eres tú- atinó Bill-, deforme.
-Sí- aseguró Roger-, ¡anormal!

El sepulturero enfureció y derribó el kiosco, usando toda la descomunal fuerza que había ganado con tantos años llevando a cabo su difícil trabajo. Varios hombres intentaron agarrarlo, pero él los derribaba como si fuesen de cartón. Los pocos policías que habían fueron derribados con facilidad. Destruyó todo a su paso, causando un terrible incendio, semejante a un pequeño infierno. Luego huyó hacia su hogar.

Horas más tarde llegó un gran grupo de ciudadanos enfadados, incluidos los vendedores del kiosco de frutas, y prendieron en llamas al sepulturero. Entre sus sollozos se podían oír gritos:

-¡Quémate animal!
-¡Esto es por quemar parte de nuestra preciosa ciudad!
-¡Ahora eres tú quien arde, como ardieron mis pobres hijos!
-Aquí están tus miserables uvas- gritó Bill. Entre él y Roger le arrojaron numerosos racimos, mientras él lloraba pidiendo clemencia-. Ya no volverás a la ciudad por estupideces.
-¡Te maldigo ser deforme! ¡Te maldigo en el nombre de todos los que murieron!
-¡Que tu espíritu esté condenado a vagar y que jamás puedas descansar!
-¡Te maldigo para que pases una eternidad enterrando cuerpos y almas tan desgraciados como tú!

Esa noche murió el sepulturero de la ciudad. Su defunción fue registrada a las 3.00 AM. Luego de ese evento lo conocieron como Digger, el alma en pena que noche tras noche se llevó a los ciudadanos y los enterró en el pantano de su hogar, El Hotel de los Muertos.


4.00 AM
-Aparte de eso- explicaba Digger-, sólo recuerdo que esa madrugada el pequeño Miau, mi gato, maullaba desde donde estás tú, me observaba morir aquí mismo. Luego hice lo que me fue encomendado y enterré almas desgraciadas: todos los habitantes y cada uno de los forasteros que llegaron a visitar la ciudad. Nunca he dejado partir a ninguno y no pienso hacerlo jamás.
-¿Y cómo hiciste para que todos los turistas vinieran hasta el cementerio por su cuenta?- preguntó Evan, reuniendo fuerzas para levantarse. Estaba mareado.
-Miau toca con sus patas las ventanas del hotel. Cuando los hospedados miran sus ojos quedan hipnotizados y lo siguen hasta aquí. Por cierto, es el único animal que hay en toda la ciudad.
-Pero si todos los habitantes están muertos, ¿quiénes nos recibieron a Lillian y a mí?
-Mira hacia atrás- recomendó Digger.

El hombre moreno volteó hacia la más lejana orilla del pantano, desde donde había venido. El gato azabache estaba sentado maullando. Sus ojos rojos brillaban más que de costumbre. Los ciudadanos que Evan había visto antes se acercaban hacia él, nadando. Éste finalmente se levantó y les observó llegar. Sus pieles eran verdosas. El primero en salir fue el botones decapitado. Un policía lo seguía de cerca y le explicó al joven:

-Le dije que aquí todos estamos muertos.
-¿Zombies?- preguntó el visitante. Ya no se sentía tan incrédulo, más bien estaba asustado.
-Bingo- respondió Digger y nuevamente golpeó con la pala a Evan, que se desmayó al instante.
-¡Oh! Ahora será uno de nosotros- dijo el anciano canoso, mientras salía de su agujero-, como su bella esposa.
-Sí- dictaminó el sepulturero-, será uno de nosotros.

Entonces la neblina cubrió totalmente la escena.




Black JASZ
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