lunes, 27 de septiembre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 6

Capitulo 6: De cómo Zuberi conoce a Femi y a Mirembe. El Amor y La Paz.


-Bien, aquí voy- susurró.

"Tercera Visita: El Amor y La Paz", leyó en el dintel. Entonces abrió la puerta y observó con atención Se hallaba en una habitación con dimensiones semejantes a la anterior, pero esta vez absolutamente todo estaba cubierto por millones de flores, ordenadas por bloques según su tipo y color.

-¡Increíble!- exclamó- Definitivamente no me imaginaba algo así.
-¡Seguro tampoco te imaginabas esto!- gritó una voz aguda desde el techo.

Cuando Zuberi alzó la vista, observó a un sujeto caer hacia él, sosteniendo un enorme mazo, preparado para golpearlo. El joven saltó hacia un lado y se incorporó con rapidez y agilidad, empuñando firmemente la lanza, dispuesto a defenderse.

El hombre que había caído se mostraba enfurecido, absolutamente colérico. Ambos permanecieron quietos, mirándose a los ojos.

-¿Qué te pasa?- preguntó el visitante.
-¿Que qué me pasa? ¿Llegas aquí a alterar el orden y aún así preguntas acerca de lo que sucede?

Acto seguido levantó el gran martillo y dio un gran brinco hacia el joven, que se apartó e intento cortarle con la punta de la lanza, mas su contrincante lo esquivó con facilidad saltando hacia atrás.

-¿Quién eres y qué te he hecho?- interrogó Zuberi.
-Es mi esposo Mirembe- respondió otra voz, bastante cercana a quien formula la pregunta-. La Encarnación de La Paz. Yo soy Femi, El Amor.

Quien hablaba apareció, justo al lado del joven. Era una mujer increíblemente hermosa. Zuberi jamás había visto una chica tan preciosa, sólo la mujer que amaba, Amara, la igualaba en belleza. Era impresionante. Y su esposo tenía aspecto de homosexual, como Ramla, aunque mucho menos marcado. La perla que él portaba era rosada.

La chica estaba prácticamente desnuda, como si quisiera llamar la atención aún más. Una hermosa perla roja brillaba en su frente. En su mano derecha empuñaba un arco y en su espalda reposaba un carcaj repleto de largas flechas.

-¿Porqué quieren luchar conmigo?
-Soy el guardián de La Paz, debo velar por su bien, y tu definitivamente estás acabando con eso. Tu presencia atenta contra el orden. Incluso has provocado discusiones entre Abrafo y Adwar, deberás pagar por propagar el caos entre nosotros.

Alzó el mazo y se lanzó contra Zuberi, quien se arrojó hacia un lado. Lentamente, Femi preparó una flecha y le apuntó al joven y le dijo:

-No eres bienvenido en nuestro hogar. A parte de la amenaza que representas, has herido el corazón de una mujer al abandonarla. Amara te ama, y tú la dejaste sola.

La chica disparó la flecha y le causó una larga cortada en el pecho a Zuberi, a la altura del corazón. La herida fue causada levemente adrede, pues buscaba demostrar su dominio del arco. El mensaje fue recibido con claridad, al joven no le dio tiempo de ver la alargada espina acercarse.

Mirembe golpeó con el mazo la tierra, que tembló a sus pies. También quería demostrar su habilidad, y lo logró.

Zuberi aceptó que sus contrincantes eran fuertes y veloces. "Me costará mucho derrotarlos, sobretodo con un arma como ésta", pensó él.

Segundos después todos estaban preparados para luchar. Los anfitriones se hallaban molestos. "Qué está pasando? ¿Y cómo derrotaré a este par", pensó.

Corrió hacia la chica, pues sostenía un arma para distancias largas. Ella disparó apenas un segundo después de que Zuberi se anticipara al movimiento: él se lanzó al suelo, rodando con la lanza, que, al levantarse, arrojó fuertemente contra su contrincante, mientras ésta le disparaba otra flecha. El proyectil del muchacho pasó rozando al de la fémina, y a ella misma también.

El hombre armado con el mazo se apresuró, uniéndose a la batalla para proteger a su esposa del visitante, que se estaba aproximando a la dama, cuyo tiro había zumbado cerca de una oreja del invasor. Cuando Mirembe agitó su mazo contra Zuberi, éste último se arrojó sobre la chica, que estaba tensando la cuerda de su arco. Ambos cayeron en el suelo.

-¡Rápido!- se quejó Femi mientras se lo quitaba de encima.

Él trató de levantarse, pero ella lo agarró como pudo, para que su esposo pudiera golpearle. Con el forcejeo casi todas las flechas se salieron del carcaj, y una de ellas cortó parte de la poca ropa que cubría a la chica, dejándola desnuda de la cintura hacia arriba. Mirembe observó la escena y se sintió enfermo de rabia, iracundo. Arrojó el mazo y se arrojó de puños contra el joven, que no podía soltarse.

Ella lo liberó justo cuando le tomaron de la nuca y le alzaron. La diferencia de tamaño entre los hombres era un poco marcada. Segundos después, Zuberi fue arrojado con facilidad: atravesó parte de la sala, hasta que cayó sobre un montón de gardenias.

Tan sólo estaba herido levemente, así que se levantó rápidamente. Femi estaba apuntándole cuidadosamente y Mirembe sostenía una espada muy sencilla. Zuberi le vió a los ojos, cuyas venas se estaban inflamando por la ira.

Durante dos minutos nadie se movió, luego Femi soltó una veloz flecha, que se incrustó en uno de los fuertes brazos del visitante, que inmediatamente empezó a sangrar. Mirembe soltó la espada, molesto y decepcionado, dio media vuelta y se alejó del campo de batalla. La chica bajo el arco y sonrió tranquilamente.

-Parece que alguien está muy interesada en ti- afirmó la hermosa mujer-. Acaban de salvarte.

-Explícate- pidió Zuberi, totalmente confundido.
-Desviaron mi flecha- dijo ella sosteniendo una sonrisa-. Y nos pidieron que te dejáramos seguir con vida.
-¿Quién?- preguntó él.
-Ya lo sabrás- explicó la preciosa Femi, mientras limpiaba su cuerpo con una mano-, si ese es tu destino.
-¡Además nos pide que te enseñemos a luchar!- se quejó Mirembe desde la distancia- ¡Ese ángel es increíble- decoró con sarcasmo-!
-Querido, tienes que entenderla, como yo. En el fondo sabes que tiene razón. ¡Ya la oíste!

La chica se acercó excesivamente a Zuberi y le observó detenidamente de pies a cabeza. Éste se sonrojó tímidamente, al tiempo que procuraba no ver los grandes pechos de la chica, que ni siquiera se preocupaba por cubrirlos.

-Y la comprendo- decoró Femi-, no está nada mal el chico.
-Ya deja de jugar con él y vístete, mujer- se quejó Mirembe, que volvía con unas cuantas flores- Sácate la flecha y cómete esto, te sanará en minutos.

Arrancó un puñado de pétalos rojizos y se los entregó a Zuberi, que tras ver el enfurecido rostro del hombre decidió comerlos enseguida.

La chica cubrió su cuerpo debidamente y luego buscó la lanza de Barasa, que se había incrustado en una pared que estaba a más de quinientos metros. La examinó con cuidado y rió levemente.

-¡Ese viejo borracho!- comentó pícaramente-. Hay que reconocer que no eres tan malo luchando chico. Eres muy rápido y ágil, pero tienes poco dominio, sino escaso, sobre tu excesiva fuerza. Además no sabes manejar bien el arma que empuñas. Te mostraré cómo se usan el arco y la flecha. ¿Y qué tal si tú le enseñas a usar una de esas espadas que coleccionas, Mirembe?
-¡Como quieras! así podré reirme un rato de él. Le será de utilidad porque varios de nosotros Las Encarnaciones usamos espadas. Más le vale aprender a las buenas. Y quizá podría ayudarte un poco en combate cuerpo a cuerpo.

El joven sonrió agradecido, aunque sabía que no iba a disfrutar de sus lecciones...




Dos meses después, Zuberi dijo a Femi y Mirembe:

-Debo agradecer lo que me han instruido, pero ya llevo demasiado tiempo aquí y esta misión se me está haciendo demasiado extensa. Además sé que me falta mucho por delante.
-Tienes razón, ya es suficiente. Toma- se dirigió la fémina al chico mientras le entregaba un pequeño grupo de flechas y un hermoso arco dorado con rojo. Éste era mucho más pequeño que el que ella usó para entrenarle, pero eso lo hacía mucho más fácil de llevar-. Este instrumento lo hice yo misma. Puedes cargarlo como si fuese un bolso. Es especial, no lo olvides.

La chica sonrió y le dio un beso en la mejilla.

-Buena suerte, amigo
- le deseó Mirembe-. Espero logres calmar a Adwar. Esa mujer sólo quiere luchar y luchar.
-¿Cuánto me falta para verla?
-Bastante. La Séptima Visita, la última. Puedes agradecer eso, ya verás. Además deberás tener sumo cuidado con Abrafo. Es un tipo peligroso y traicionero. Es la quinta Encarnación.
-Quinta y séptima- repitió Zuberi-. Entendido. Gracias por todo. Debo irme.
-Éxito- dijeron los esposos, mientras le veían cruzar el campo floreado hacia la salida.

Cuando Zuberi se hubo alejado mucho, Femi le dijo a su amado:

-¿Le agarraste cariño a tu alumno, cierto?
-Es buen aprendiz. Le enseñe casi todo lo que sé en poco tiempo.
-Lo mismo digo. Está bien preparado.
-Tal vez. Pero aún dudo de su habilidad, no estoy seguro de que pueda derrotar a Abrafo.
-Tranquilo, ya viste cómo ha aprendido de nosotros. Estará listo para cuando llegue.
-Eso espero. Ahora vamos, tenemos que asistir a una reunión. Adwar estará desesperada ya.
-Ella y el resto de las Encarnaciones. El mirador debe estar repleto ya. Cómo deseo que acaben todos estos conflictos de una vez.
-Es tu naturaleza, eres La Paz. Vamos, Mirembe, llamaré a nuestros blyds.





BlackJASZ

sábado, 25 de septiembre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 5(B)

Capítulo 5(B): De Cómo Zuberi abandona la Segunda Visita.


Zuberi comenzó a recorrer
 aquel lugar inmenso, que en su opinión era idéntico en todas partes. En el camino tomó algunas frutas y las guardó en la bolsa de piel. Con ellas se alimentaría de allí en adelante.

Días y días le dedicó a cruzar aquella eterna habitación. Maleza tras maleza. Llegó eventualmente a un camino ancho, totalmente cubierto por matas y enredaderas desde el suelo hasta el techo. El hombre suspiró y comenzó a atravesar aquel camino tan costoso. Se abría paso usando la lanza que le acababan de obsequiar.

Se hallaba en un bosque gigante, cuyo final aún no alcanzaba a ver. La humedad aumentaba a medida que se adentraba, pero disminuía mucho la vegetación, lo cual agradeció, pues comenzaba a agotarse. En ese momento, escuchó movimiento a sus espaldas, como si algo se arrastrara por el suelo entre las hojas caídas. Se dio media vuelta y observó con detenimiento, fuera lo que fuera, se estaba acercando muy rápidamente.

Desde matorrales algo lejanos se asomaron numerosas bestias: marrones escorpiones cuyas cabezas eran como las de serpientes, cada uno del tamaño de un brazo de Zuberi. El hombre abrió ampliamente sus ojos y corrió tan rápido como pudo, huyendo de aquellos monstruos. Tropezó con una raíz pero no cayó, así que continuó con su escape. Podía escuchar los millares de patas correteando, acercándose cada vez más.

Así logró llegar a una depresión en el terreno, un enorme valle sin más vegetación que el suave pasto. Descendió presurosamente, las bestias le siguieron en su faena. Algunas rocas de diversos tamaños se encontraban dispersas en el gran manto verde, Zuberi se esforzó por esquivarlas, hasta que, agotado y sin salidas, se subió a una que era mucho más grande que él mismo. Al llegar al tope, muchos de los escorpiones-serpiente estaban escalando también. Agitó la lanza hacia las bestias, hiriendo gravemente a las más cercanas, pero muchas más sustituyeron a las primeras, mientras casi todo el terreno cambiaba su color de verde a marrón.

Finalmente una dura tenaza atrapó el pie derecho del hombre, derribándolo. En ese mismo instante un sonoro aullido, como el de un lobo furioso, resonó en todo el valle. A Zuberi le pareció que congeló el tiempo por unos instantes, porque las miles de criaturas dejaron de moverse unos segundos, pero luego corriendo despavoridas, alejándose del hombre, las rocas y el pasto. Un nuevo aullido, fuerte y amenazante, tiñó de terror el escape de las bestias y le heló el corazón al joven, que se puso de pie y buscó con la mirada al animal que le había salvado. Pero no vio nada más que aquel campo.

Ayudándose con la lanza, descendió de la roca. Pero al colocar los pies en la tierra, descubrió a sus espaldas a la criatura que había espantado a la numerosa plaga. Su figura era casi antropomórfica, aunque doblaba la estatura del mismo Zuberi (quien de por sí ya era bastante alto), superando incluso el tamaño de la roca de la que el joven acababa de descender. Pero el aspecto físico del recién llegado no era exactamente el de un hombre, pues, si bien caminaba erguido y sus piernas y tronco eran semejantes a los de un humano, su cabeza era la de un lobo y sus brazos eran los de un tigre, además ostentaba una sublime melena de león.

El joven apretó fuertemente su lanza, y con aire valeroso se dispuso a luchar contra la enorme bestia, que abrió su hocico, mostrando unos poderosos y grandes colmillos.

-No tengo intenciones de luchar contigo- dijo la criatura-. Aunque si insistes puedo darte muerte ahora mismo.

Zuberi escondió su asombro al escuchar aquella bestia hablándole, pero se mostró amigable y abandonó su postura defensiva.

-Me parece lo más sensato, muchacho- dijo la bestia.
-¿Quién eres?- preguntó Zuberi.
-Mi nombre es Chigaru, "Perro Grande". Soy un tauwer. No creo que tengas el gusto de ver otro de mi especie en lo que te queda de vida. Somos muy pocos, Zuberi, ¡únicos! Además, demasiado territoriales, así que estamos muy alejados de nosotros mismos.
-¿Podrías decirme qué demonios eran esos bichos?

El semihumano se agachó y recogió a uno de los escorpiones-serpiente que Zuberi había matado. En su enorme mano, era como si el hombre sostuviera un simple plátano.

-Legiones de Mmirionz-dijo-. Son animales muy estúpidos. Una plaga eterna. Miles y miles de molestos bichos. Pero como acabas de notar, nos temen a nosotros los tauwer. Muy sabio de su parte. Tienes suerte de que existamos, humano, la mordedura de un mmirion puede matar a un hombre en segundos. A nosotros en cambio no nos hace ni cosquillas, somos muy superiores a estas basuras- y arrojó el cadáver sin darle importancia-. No eres el primero de tu raza que pasa por aquí, Zuberi. Otros muchos han venido, pero son devorados por esas alimañas. Agradece que estaba yo por aquí.

"¡Vaya pedante!", pensó el joven. Pero tampoco tenía ganas de luchar innecesariamente, debía cumplir con su misión pronto. Así que, con suave voz, le dijo a la gran bestia lo siguiente:

-Oh, claro que lo agradezco, poderoso Chigaru. Sin duda, yo habría muerto sin su intervención. Además, es un honor poder estar frente a una criatura como usted. Así que le pido, sabio tauwer, que me ayude a salir de este enorme lugar, que debo hallar la entrada de la siguiente visita. Por más tiempo que he pasado intentando salir de aquí no he conseguido nada. Seguramente sólo un ser superior como usted puede vencer problemas tan complejos como éste.

El tauwer se rió socarronamente al escucharle, luego le respondió lo siguiente:

-Ya veo que sabes lo que te conviene. Te diría que lisonjeándome no conseguirás nada, pero una criatura de mi categoría sabe apreciar cuando una existencia inferior, como tú, comprende su lugar. Además, te has atrevido a pedirme un favor, tu valentía debe ser recompensada. Otro humano habría huido al comprender cuan poderoso es un tauwer.

De un brinco, la bestia se subió a lo alto de la roca, donde aulló fuertemente. Zuberi tuvo que cubrirse los oídos. Pocos segundos después, se escuchó una ligera y cercana detonación. Al girarse, el joven descubrió otra bestia extraña: un caballo, pero de casi tres metros de alto, cuya cabeza era solamente la calavera. A su alrededor flotaban varias mariposas de alas moradas envueltas en llamas. A pesar de esto, aquellas criaturas se veían tranquilas.

-Es un blyd. Hay varios en el bosque, escondidos como casi todos los animales de estas tierras. Cada cual en su hogar. Los otros humanos de aquí los utilizan para transportarse rápidamente entre un lugar y otro. Cada uno tiene el suyo propio. Éste lo he domado yo mismo. Me tomó sólo veinte años hacerlo, pues no fue muy difícil. Seguramente al ver mi gran potencial decidió obedecerme. Por eso me agrada, no son criaturas muy inteligentes, pero ésta sí que lo fue. 
Sube a su lomo, te llevará en un instante a la salida. Es increíblemente veloz: lo que recorre un simple humano como tú en una semana, lo recorre un blyd en un segundo.

Mientras Zuberi se subía con dificultad, pensando en lo molesto que era el tauwer, éste le siguió explicando:

-No temas a su aspecto. Su rostro luce así porque a medida que los blyds envejecen, sus cabezas se desvanecen. Bueno, en realidad es que las githinjis que están a su alrededor se la devoran, y luego se van.
 Aunque no te harán nada a ti. Es cosa de su naturaleza. Se dice que los blyds son criaturas que escaparon de la Tierra de los Muertos.
-Entiendo- declaró Zuberi cuando se hubo acomodado sobre el blyd, abrazando su cuello y rogando que el tauwer se callara-, muchas gracias, Chigaru. Fue un placer, pero debo continuar con mi camino.
-Claro que fue un placer conocerme. Adiós, humano. Mucha suerte. Sostente con fuerza.

Dicho eso, volvió a aullar. Zuberi sintió como si un enorme mazo golpeara su rostro, pero para cuando se dio cuenta de que había sido el aire, ya había llegado a la salida, y apenas se escuchaba el aullido del tauwer. Ante el humano y el blyd se alzaba una pared, cuyos extremos derecho e izquierdo no se llegaban a ver, y allí, a pocos metros de sus ojos estaba la puerta que debía cruzar.

El joven desmontó y escuchó una ligera detonación. El blyd se había marchado. Volteó hacia la puerta y leyó en el dintel: 
"Tercera Visita: El Amor y La Paz".





BlackJASZ

domingo, 12 de septiembre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 5

Capítulo 5: De cómo Zuberi conoce a Bahati y a Barasa. La Fortuna y Los Vicios.


Tras cruzar la cortina, Zuberi no podía ver nada. Avanzó lentamente en la oscuridad y a los pocos pasos se precipitó en un hoyo poco profundo. Cayó sin lastimarse, y el regalo de Ramla estaba intacto. Se levantó y buscó la salida. Encontró un conducto semejante al primero y en él se introdujo.

Tras una hora sintió que el hambre le destrozaba el estómago, y la postura en la que avanzaba no era cómoda, así que comenzaba a cansarse gravemente, pero entonces logró ver una brillante luz a la distancia, y hacia ella se dirigió. Al acercarse se dio cuenta de que era otro tobogán y nuevamente debía lanzarse para salir. Sin muchas opciones, no tuvo elección y se arrojó rápidamente, esperando no romperse nada al caer.

El bajante era muy inclinado, de modo que la velocidad con la que caía Zuberi aumentaba fugazmente, mientras se tambaleaba ligeramente hacia los lados. Cruzó los dedos y cerró sus verdes ojos, tal cual había hecho antes, pues no quería ver su caída.

Sólo sintió cómo se despegaba de la superficie, su cuerpo flotaba en el aire y de pronto golpeaba contra algo bastante blando. Había llegado al suelo y, nuevamente, estaba ileso.

-¿Viste? Te dije que era buena idea sembrar allí- oyó que decía una voz femenina- ¿Estás bien muchacho?

Zuberi separó sus párpados y se levantó. Estaba en una enorme habitación repleta de árboles, matas, enredaderas y todo tipo de plantas. A su lado estaban un anciano y una mujer joven. Aquel hombre tenía aspecto intelectual, a pesar de tambalearse al andar, y ella era una mujer morena muy hermosa, con un cuerpo increíblemente esbelto. Su mirada era algo arrogante, pero a la vez reconfortante. Ella vestía prendas doradas y llamativas, mientras que su compañero llevaba tan sólo harapos. La perla de ella era amarilla, mientras que la de él era vinotinto.

-Sí, estoy bien. Algo golpeado, cansado y hambriento, pero bien.
-Barasa, anda a buscarle algo para comer- ordenó la dama.
-Siempre tengo que hacer todo yo- se quejó el hombre y desapareció entre los árboles.
-Debes disculparlo- excusó la fémina-, se ha vuelto amargado con los años. ¿Cuál es tu nombre?
-Soy Zuberi.

El joven alzó la vista hacia el techo y, junto al agujero por el que había llegado, vio escrito con enredaderas la frase: "Segunda Visita: La Fortuna y Los Vicios".

-Bienvenido- le dijo la señora, cordialmente.
-Gracias- respondió el joven, algo confuso.

Luego la mujer lo invitó a adentrarse en la habitación. Ésta era inmensa, como varios campos de cosechas juntos. Avanzaron a través de los matorrales y árboles, y llegaron a una mesa de tres asientos, cada uno con una taza en frente.

-Toma asiento, Zuberi.

Así hizo. Ella se sentó a su lado, y poco después el hombre mayor los imitó tras servirles una enorme cantidad de frutas. Abundaban las manzanas, peras, uvas, melones y patillas. Los anfitriones sirvieron manzanilla en las tazas e invitaron al joven a comer y beber hasta llenarse. Él aceptó gustoso.

-Yo soy Bahati- explicó ella mientras le observaba alimentarse-. Soy La Encarnación de La Fortuna. Él es mi esposo Barasa, La Encarnación del Ron.
-¿La Fortuna?¿El Ron?- preguntó Zuberi, interesado.
-Sí. Eso es lo que significan nuestros nombres. ¿Recuerdas la lluvia en el desierto? Eso fue obra mía. Necesitabas un poco de suerte para llegar aquí, desde la supervivencia sin provisiones hasta la lluvia en el momento justo. Y eso es lo que yo represento, La Fortuna, como él a Los Vicios.
-Increíble. Me parecía demasiada casualidad. ¿Y también tuviste algo que ver con la pelea contra Nawvlee?
-¿Nawvlee?- repitió Barasa.
-¿Quién es ese?- preguntó Bahati, La Fortuna, a Zuberi.
-Era un demonio con el que me enfrente antes de llegar a la "Primera Visita".

La pareja intercambio una mirada y susurraron molestos:

-¡Abrafo!
-¿Qué?- preguntó el joven.
-Abrafo es otra Encarnación. Con algo de suerte lo verás más adelante- se burló Barasa, el hombre de Los Vicios.
-Cállate- ordenó Bahati-. En total somos once Encarnaciones. Lo normal es que estemos divididos en parejas.
-¿Y qué pasa con Ramla, El Adivino?- preguntó Zuberi, recordando que aquél estaba sólo.
-¡Ese homosexual!- se mofó El Ron, entre carcajadas sonoras.
-En realidad es Hermafrodita- aclaró La Fortuna-. Tiene dos personalidades. Ramla femenino y Ramla masculino.
-Eso explica varias cosas- apuntó el joven.
-¿Intentó conocerte mejor?- preguntó el burlón Barasa.
-¡Compórtate! Eres un hombre con responsabilidades, actúa seriamente cuando debes.
-¡Eso hago mujer! Pero no seas tan amargada.
-Señores- interrumpió Zuberi, algo desconcertado-, necesito seguir avanzando.

Ya había terminado de comer y estaba de pie. La mujer calló, pero El Ron dijo en alta voz:

-Escucha muchacho: Las Encarnaciones no son todas tan hospitalarias como mi esposa. Nuestra misión es entrenarte para que completes tu misión en el "Arjana". Tú lo debes conocer como "El Sendero del Cielo", por su significado y representación. No sabemos exactamente qué encontrarás allá, pero debemos enseñarte algo que consideremos útil para tu formación, de modo que estés lo más preparado que puedas. Algunos, como Abrafo, prefieren enseñar a las malas, o utilizan eso como excusa para eliminar a quienes vienen hasta aquí. Deberás enfrentar todos los obstáculos que se te interpongan, sólo así llegarás al final. Bahati y yo te daremos un par de obsequios, y yo supongo a partir de aquí obtendrás un regalo por Visita.

El hombre se puso de pie y levantó del suelo una lanza. La mujer metió su mano derecha en uno de sus bolsillos y extrajo una piedra verde, que estaba atada a un hilo.

-Aquí tienes- dijo Bahati-. Este collar no sólo te traerá suerte, conseguirá que sigas tu camino sin perderte. Barasa te otorga su arma predilecta. Podrás luchar a distancias prudentes o arrojársela a tu enemigo si es necesario. A partir de aquí te tocará enfrentarte a los anfitriones.

Zuberi tomó el arma y la sostuvo usándola como si fuese un cayado. Luego se colocó el regalo que le dio La Fortuna, atando la cuerda alrededor de su cuello, y les dedicó una sonrisa en agradecimiento.

-¡Anda a pasear por ahí, chico!- sonrió alegremente el anciano- Después de todo, ¿eso es lo que a ustedes los niños les encanta, no?- Y soltó una carcajada.
-No le hagas caso al ebrio éste, Zuberi. Es sólo un charlatán- afirmó Bahati de forma despectiva.
-¿Crees que porque eres la FABULOSA ENCARNACION DE LA FORTUNA siempre tienes la razón?- se quejó Barasa, nuevamente riendo- ¡Patrañas!
-Y que tú seas la encarnación del ron, ¡vaya borracho!, no te da derecho a decir lo que te da la gana- decoró Bahati-. Siempre es lo mismo. Pareces un niño, Barasa.
-¡Y tú pareces una vieja quejona!
-Descarado. ¿No crees que estás un poco viejo para estas cosas?

Zuberi, que se había limitado a escuchar la discusión sin intervenir, supo que ya no tenía nada que hacer con aquel par de locos, así que siguió su camino, consciente de que desde ese momento, su vida correría más peligro que nunca.





BlackJASZ

viernes, 10 de septiembre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 4

Capítulo 4: De cómo Zuberi conversa con Ramla, El Adivino.


A pesar de lo alto que era Zuberi, no alcanzaba el techo(Nawvlee ni siquiera lo rozaba cuando estaba de pie, sobre dos patas), así que tomó la antorcha y se adentró en la cueva en la única dirección posible. Finalmente llegó a lo que supuso era la salida: un agujero en una pared, de aproximadamente un metro de ancho. Como pudo, se arrastró por ese oscuro camino.

Zuberi descendió, dobló hacia los lados, ascendió y volvió a descender siguiendo la única ruta existente. Durante un par de horas se limitó a deslizarse por aquel espacio tan pequeño, mientras reflexionaba.

¿Cómo había llegado Nawvlee hasta aquel lugar, si sólo existía ese conducto tan pequeño? ¿Porqué no pudo oír los pasos de la bestia acercándose cuando puso su oído sobre la tierra? ¿Y cómo desapareció al morir, si es que realmente estaba muerto? Definitivamente tenía que ser un demonio o alguna extraña especie de espíritu maligno. Además, estaba la misteriosa aparición de la enorme cola y los cuernos gigantes. Y que estos últimos le hicieran perder su propio balance mientras luchaban. ¿Acaso no podía controlar estos fenómenos en su cuerpo? Haya sido o no un demonio, tal como había dicho, había algo más detrás de todo aquello.

Así siguió avanzando hasta que vio una luz a lo lejos, descendiendo. Se había encontrado con un deslizadero bastante ancho y alargado.

-Bien. No queda de otra.

Y se lanzó. Casi sin tocar los bordes del conducto, cayendo a una velocidad sorprendente.

-¡DEMONIOS!- gritó desesperado.

Juntó sus párpados, pues sabía que pronto acabaría el camino y caería donde fuera que iba que caer. Sintió durante unos segundos que volaba y luego golpeó contra una suave superficie. Estaba vivo. Abrió los ojos y se levantó. Tenía frente a él una enorme puerta de madera antigua, con grandes letras talladas en su dintel, Zuberi leyó:

-"Primera Visita: El Futuro". ¿Futuro?- repitió.

Vio a sus pies y descubrió que había caído sobre un montón de paja y flores secas. Sonrió a su suerte y después se rindió a su curiosidad: le dio suaves golpes a la magnifica puerta de madera.

-Adelante- le respondieron desde adentro- Te estoy esperando.

Zuberi empujó con fuerza la puerta, pero estaba bloqueada por grandes piezas metálicas. Se le ocurrió revisar entre la paja y las flores, y encontró un viejo martillo.

-¿Con esto será suficiente?- se preguntó.

Y atacó la pieza metálica mas cercana que tenía y el mango de la herramienta se astilló. Entonces se lo arrancó y comenzó a golpear las piezas con el pequeño y oxidado mazo, que le permitió romper todos los sellos. Finalmente tiró el objeto que usaba y empujó la puerta, algo cansado, y aquella vez sí abrió.

Se encontró frente a una habitación bastante pequeña. Sólo había una mesita, dos sillas, y en el fondo habían dos cortinas idénticas. De una de ellas salió un sujeto. Era de estatura y edad media, moreno y de ojos azul claro. Llevaba una perla marrón adornando su frente y vestía de forma extraña, pues vestía como un hombre, pero al mismo tiempo llevaba prendas de mujer.

-Siéntate- le invitaron con una suave voz afeminada-, joven Zuberi.

Éste no hizo caso y se quedó de pie.

-También puedes permanecer de pie si gustas.

Y el locutor se sentó.

-¿Cómo sabes mi nombre?- preguntó Zuberi.
-Soy adivino.
-¿Adivino?¿Cómo que adivino?
-Sé lo que sucederá en el futuro. Aunque no recuerdo nada del pasado, pero eso no tiene nada que ver con esto...
-Interesante- dijo Zuberi, incrédulo.
-No pretendo que me creas. Tampoco te hablaré sobre tu futuro. Sin embargo debo darte algunas explicaciones e indicaciones.
-¿Quién eres?
-Mi nombre es Ramla.
-¿Ramla?- repitió Zuberi.
-Así es. Mi nombre significa "Adivino".
-Bien. ¿Y qué es lo que tienes que decirme?
-Bienvenido a mi hogar, llamado "Primera Visita". Ésto se debe a que cuando viene alguien, es nuestro visitante, y debe recorrer cada estancia. Todas son denominadas "Visitas" y en total son siete.
-¿Debo recorrerlas todas entonces?
-Es la única forma de salir de aquí. Además, al final de este viaje encontrarás aquello que buscas.
-¿Comida?
-No, lo que en realidad buscas. Todo esto está regido por los Grandes Espíritus. Pero el camino a ellos no es sencillo. La entrada a su mundo está guardado por las "Visitas". En cada una de ellas te encontrarás con un anfitrión.
-Me temo que no estoy entendiendo del todo.
-Escucha: lo que encontrarás no son personas normales. Somos "Las Encarnaciones". ¿Ves esta perla en mi frente? Todas Las Encarnaciones tienen una, nos diferencia de humanos ordinarios. También los Espíritus la tienen. Si pasamos muchos tiempo fuera de nuestros hogares o nos sacudimos nuestras obligaciones y modo de vida, la perdemos y nos convertimos en hombres y mujeres normales. Somos representantes de reglas, valores y características que rigen la vida de los seres humanos.
-Entonces, ¿son ustedes de las que tanto nos habla Imamu?- al mencionar el nombre del anciano, Zuberi tomó asiento- ¿Las que nos brindan ciertos dones especiales que nos definen?
-Exactamente. El guía espiritual de tu aldea les ha dado una leve noción sobre nosotros. Elegimos a quienes darles nuestras habilidades y a quienes no. Yo, por ejemplo, me encargo de otorgar eso que ustedes llaman "sexto sentido", "clarividencia", etcétera, etcétera. En fin, tú has venido aquí porque era tu destino, era tu futuro. Y eso es lo que yo represento. Como te dije, conozco lo que sucederá a cada ser viviente, desde la más pequeña semilla hasta el más poderoso de Las Encarnaciones.
-¿Controlas tú el futuro de todos?
-No, sólo sé lo que sucederá.
-¿Y qué será de mí?
-Ya te he dicho que no puedo contar lo que preveo. Me está prohibido hablar de lo que veo venir.
-Qué poco práctico. ¿Y esa es toda tu habilidad?
-No, sé hacer algunos truquitos- Ramla le sonrió al visitante y le guiñó el ojo-. Te los puedo mostrar si gustas.

Y extendió su mano sobre la mesa, hacia la de Zuberi. Éste se levantó súbitamente.

-¡No estoy aquí para juegos!- se quejó.
-Tampoco yo- contestó Ramla, simulando seriedad-. Bueno, volviendo al tema: Cada Encarnación deberá entrenarte o enseñarte algo, pues estamos aquí para ayudarte, o esa era la idea.
-Me alegra saber eso- apuntó Zuberi.
-El problema está en que algunos querrán enseñarte de la peor manera. Así que deberás andar con cuidado.
-Sí, me parece que Nawvlee es un buen ejemplo de eso...
-¿Nawvlee? Bueno, mi tiempo contigo se acaba, lastimosamente. Deberás cruzar la cortina que está a mis espaldas.
-Mi pueblo se muere de hambre, no puedo pasar mucho tiempo aquí. ¡Necesito llegar al final de esto pronto!
-No desesperes muchacho, y te garantizo éxito.
-Está bien. Muchas gracias, Ramla.
-Espera. Aún hay un pequeño detalle más. Cada uno de nosotros debe darte un regalo para tu travesía.Yo te ofrezco esto.

Y sacó de debajo de su mesa un extraño objeto. Era pequeño, ligero y plano. Zuberi se asomó en él y encontró algo interesante que jamás había visto: su reflejo.

-¿Qué es esto?- preguntó.
-Se llama espejo. Te doy este obsequio para que cuando más lo necesites, recuerdes quién eres en realidad.
-¡Qué extraño! Supongo que gracias.

Ramla sonrió, rompió su franela, hecha de piel, y se la tendió al joven, le dijo "esto protegerá cualquier cosa que cubra, es parte de mi ofrenda", y con ella Zuberi armó una bolsa que amarró a su espalda, con el espejo dentro. Después el visitante dio las gracias nuevamente y cruzó la cortina.





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