A lo largo de la historia, la humanidad se ha visto
obligada a enfrentar numerosas catástrofes de distintos tipos y naturalezas,
algunas inevitables, otras no tanto. Entre todas ellas se puede destacar la
mayor pandemia que ha golpeado al hombre: la peste negra.
Conocida actualmente como “peste bubónica”, esta
enfermedad arrasó con un tercio de la población europea en distintos brotes que
tuvieron lugar en el siglo XIV. Historiadores e investigadores han atribuido el
origen de dicho desastre a muchas causas, pero si concuerdan en un punto es en
sus inicios en China. La enfermedad comenzó a desplazarse desde el oriente
hasta Europa, pues la bacteria Yersinia pestis, causante de este mal, era transmitida por la picadura de las pulgas
que cargaban las ratas negras infectadas. Éstos animales viajaban muchos kilómetros
a través del mar en barcos mercantiles de la época, hasta alcanzar diversos
destinos en el viejo continente, a donde llegaban para quedarse. Sobre estas embarcaciones
existen diversas historias que cuentan que en ocasiones los barcos llegaban a
las costas con su tripulación totalmente fallecida.
Son varios los factores que dieron pie a que la
enfermedad se propagara de una manera tan extensa. Principalmente, las malas
condiciones de salubridad en las que la mayoría de la gente vivía permitieron
que las pulgas y ratas se encontraran cómodas en casi cualquier rincón,
hallando comida y desperdicios por doquier. Pero también hubo otro factor
cultural que derivó en desastre: el asesinato masivo de gatos. Si bien, por un
lado grupos denominados “satánicos” veneraban a estos animales, confiriéndoles
cualidades mágicas y demoníacas, el problema se vio agravado porque la Iglesia
Católica les catalogaba de siniestros y les relacionaban con el Señor Oscuro (lo
cual en parte se debió a la connotación y cualidades que les conferían los
grupos herejes). Cabe mencionar también que algunas características típicas de
los felinos potenciaban las supersticiones (acentuándolas, por ejemplo, si sus
pelajes eran negros). Finalmente los gatos se vieron perseguidos hasta su casi
exterminio.
Todo esto no quedó exento de consecuencias: las violentas
acciones tomadas contra los gatos tuvieron una seria repercusión sobre la
sociedad. El gato caza al ratón, y en ausencia de los félidos, los roedores
encontraron el paraíso en una Europa sin enemigos naturales. Las ratas provenientes
de China invadieron tierras italianas y alemanas, para empezar. Y con las ratas
llegaron las pulgas, trayendo consigo la latente y mortal Peste Negra, lista
para ser difundida.
Pronto la enfermedad se difundió entre la gente, causando
sorpresa por las rápidas defunciones que la peste acarreaba. Los síntomas
atacaban sin piedad, figurando entre ellos fiebre, dolores de cabeza, vómitos, escalofríos
y debilidad general. Horas después de manifestarse este cuadro clínico, aparecía
el bubón característico que le dio nombre a la enfermedad. Se trataba de un bulto
de hasta diez (10) centímetros de diámetro, de color oscuro y doloroso al
tacto, el cual podía formarse en la región inguinal, axilar o en el cuello. Si
el caso era fatal, la muerte generalmente no tardaba más de cuatro días, en el
caso contrario, la fiebre comenzaba a remitir al quinto día.
Los doctores de la época usaban unos trajes especiales de
cuero a la hora de tratar a los pacientes, pues era la única medida de
seguridad que les daba tranquilidad, pues no se sabía con exactitud a qué se
debía y cómo se transmitía la peste. Las recomendaciones que dieron los científicos
para evitar contagiarse llegaron incluso al absurdo, figurando entre ellas
algunas medidas como: evitar las duchas (por considerarlas insalubres), tomar
mucho sol (en especial las personas con sobrepeso) y no dormir en la misma
habitación que una mujer. También se destaca que una de las primeras medidas
tomadas fue quitarle la ropa a los que llegaban a las entradas de las ciudades,
ofreciéndoles prendas “limpias” en calidad de préstamo. La ropa de los viajeros
era rápidamente desechada, pues temían que las telas pudieran actuar como
portadores. Y efectivamente las telas eran un factor importante que impulsaba
la diseminación de las pulgas (que muchas veces se alojaban entre los tejidos).
Cuando los brotes de la peste negra comenzaron a hacer
estragos, los judíos fueron rápidamente acusados de causar la intoxicación y
el envenenamiento de pozos. En varios países de Europa fueron rápidamente disueltas
las comunidades judías, mientras mucha de su gente era exiliada o hasta
asesinada. Lógicamente, la peste siguió avanzando.
Tras muchos brotes (el más fuerte de ellos en 1348), se estima
que la población de Europa se redujo entre un 30 y 60% durante la primera mitad
del siglo XIV, cuando la pandemia tuvo lugar. Esto trajo como consecuencia una importante
disminución poblacional en zonas rurales y la reducción de territorios fértiles
(a causa de la muerte y el abandono de los campesinos). En la zona norte de Italia,
por ejemplo, la producción agrícola cayó al 60%, tan sólo entre 1340 y 1370. También se cree que la
escasez de mano de obra dio pie a la salida de la Edad Media, y con ello a la progresiva
llegada del Renacimiento.
Nadie sabe a ciencia
cierta qué detuvo las oleadas y brotes de la Peste Negra en el siglo XIV, pero
lo cierto es que a pesar de la insalubridad, la medicina poco preparada para
enfrentarla, los peligrosos prejuicios y muchas otras condiciones de vida en la
Edad Media, la temible enfermedad abandonó sus alcances epidémicos y pandémicos.
Sin embargo, aún hoy se puede escuchar de los terribles estragos que dejó esta
enfermedad, y de su presencia, que sigue acechando en la actualidad.
Por fortuna para el hombre, la medicina ha
mejorado considerablemente para el siglo XXI, pero quién sabe qué otras catástrofes
y enfermedades esperan ser desatadas.
BlackJASZ