martes, 26 de abril de 2011

Doce Demonios - Capitulo 2

                                            Capítulo 2

           Once de las avionetas personales del Señor Rogers ya se encontraban camino a casa. Sin embargo la que faltaba aún no estaba lista para partir. Sus ocupantes desesperaban, pues faltaban tres hombres a bordo. Dos de ellos no tenían mucha importancia: un par de peones brutos que cumplirían con su trabajo y se marcharían contentos con unas pocas monedas en sus bolsillos. Ambos eran simplemente dos típicos“gorilas” que resultaban ser en realidad poco menos que animales irracionales.

Pero el tercer hombre -al que traían los dos primeros- a pesar de que se mantenía serio y tranquilo, parecía ser una especie de monstruo salvaje y demente, de aquellos que abundan, pero que a la vez son difíciles de hallar cuando los buscas.Sus cansadas facciones denotaban amplia experiencia y conocimiento, su fornido y atlético cuerpo lo hacían lucir como un guerrero, pero su historial lo señalaba como un asesino alto y serio, que sólo mostraba una triste mirada apagada, cerrada ante cualquier asomo de emociones. Aquel sujeto no sonreía ni con el rostro ni con el corazón.

                Así se mostraba Smith entre las rejas principales de la prisión más cruel de Guatemala, y quienes lo vieron surgir de aquellas tinieblas sintieron una corriente helada de terror corriendo por sus nervios, esparciéndose con premura en sus estremecidos cuerpos. Aunque el monstruo estaba esposado y llevaba un grueso collar con cadenas, todos a su alrededor temieron por sus vidas, aunque fuera por tan sólo unos segundos.

-Bien-susurraron las sombras del jefe carcelero-, me enorgullece haber cerrado este trato con el honorable Señor Rogers. Estoy seguro de que brindará un apropiado castigo a este hombre.
-Y el Señor Roger se enorgullece de que usted aceptara su generosa oferta por esta escoria- respondió el responsable del décimo segundo traslado-. Y agradece su discreción en cuanto a este tema.
-Asegúresela de mi parte a su superior. Renunciaría a mi vida antes que a mis palabras. Aunque de todas formas ese hombre estaba condenado a muerte.

Y con rudos movimientos y forcejeos, cuatro guardias introdujeron a Smith en la costosa avioneta, que no tardó mucho en despegar.



   En aquella mansión se reunieron todos aquellos que importaban, horas y horas después de que arribara el décimo segundo vuelo. Era tan grande que aún nadie la había recorrido completa, excepto el creador que le dio vida.

                Y fue en la sala de estar, bellamente adornada con estatuas, flores, lujosas lámparas y demás lujos, donde finalmente comenzó a tomar realismo aquel cruel juego.

                El dueño de dichas maravillas se regodeaba de su anhelada posición económica, mientras que lentamente llegaban sus doce adquisiciones, arrastrando varias cadenas y esposas conectadas entre ellos.

-¡Ay, no puedo esperar a verlos comenzar!- reventó aquella voz chillona, que pertenecía al Señor Rogers.

                Aquel oscuro juego había sido ideado por él mismo, y le hacía sentir como un genio sin comparación (sentimiento que fortalecían sus aduladores amigos, algunos casi tan ricos como él mismo y otros casi tan falsos como su buen gusto).

                Fanfarroneaba ante ellos sobre su “maravillosa idea”, explicando paso a paso cómo ésta sería vivida por sus doce marionetas allí presentes, quienes escuchaban con poca o ninguna atención, a pesar de los grilletes.

-Damas y caballeros- exclamó el Señor Rogers-, bienvenidos a mi nuevo show. Les presento a los doce condenados, feroces y peligrosos criminales provenientes de distintas partes del mundo, sentenciados todos a morir por causa de sus pecados. Ahora están aquí reunidos para luchar por sus propias vidas y por nuestro entretenimiento. La vida y las circunstancias los ha entrenado para ser quienes son, guerreros listos para la acción, nada más que demonios entre los hombres. Las reglas de este juego son muy sencillas: matar o morir.

Un bufido de quejas gruño de la garganta de los pocos condenados que le prestaban atención, mientras que el resto se limitaba a ver el techo. Mr. Rogers continuó:

-Serán soltados en distintos puntos de mi isla, la cual deberán recorrer para conseguir su objetivo: eliminar a los otros once criminales.Paso a paso serán observados por mis cámaras, dispuestas a lo largo de esta tierra entre mares. Como pueden observar, a cada uno se le ha instalado un delicado dispositivo en uno de sus tobillos, con suficiente pólvora como para destruirles sin dejar rastro alguno. Éstos estallarán inmediatamente si intentan quitárselos, si intentan escapar o si entran en una zona prohibida, habiendo una en específico para cada uno de ustedes. Dichas piezas emiten una señal recibida por nuestros GPS, que registran en tiempo real sus posiciones exactas, y un contador con un tiempo límite establecido para todos ustedes.

                Para aquel momento todos habían callado y escuchaban con sumo cuidado, preocupados por sus destinos y vidas. El Señor Rogers sonrió al notar que tenía finalmente la atención de todos los presentes y continuó explicando:

-¿Ven la tira roja en sus dispositivos? Remuévanla y a los diez segundos: bum! Dispondrán de treinta horas para eliminar a la competencia, si ninguno ha ganado en ese tiempo, bum!

Todos callaron, mientras la mirada de los condenados se encendió de ira, de desesperación o de ansiedad. Entonces los del Sr Rogers brillaron de júbilo y prosiguió con su monólogo:

-Para ayudarles a alcanzar esta meta, recibirán también un pequeño kit de supervivencia compuesto por dos litros de agua potable, un par de panes y un arma aleatoria (designada según su la suerte). Todo esto es fruto de mi generosidad.

                Una amplia sonrisa iluminó el rostro del Señor Rogers, la cual fue recibida por un estallido de aplausos por parte de sus amistades. Acto seguido, doce trabajadores ingresaron con un bolso de mano cada uno y se colocaron en fila junto a su jefe, frente a los prisioneros, al tiempo que todos callaban nuevamente para escuchar al dueño de la isla.

-Gracias, gracias. Ahora, les recuerdo que esto es un juego y como tal, ¡es menester establecer apuestas! Les presentaré entonces, de uno en uno a los doce demonios. En este momento recibirán su correspondiente kit, que no deberán revisar hasta que comience a correr el tiempo. Para asegurarnos de que cumplan con ello, mis guardaespaldas les escoltarán en todo momento, así como hicieron cuando les trajeron hasta acá. Bueno mis amigos, como les prometí, de izquierda a derecha: de Europa, tenemos al participante número uno: Frederick H. Holmes, apodado en las cárceles inglesas como El Doctor Muerte. Tiene cuarenta años. Su fama se debe a que violó y asesinó a más de cuarenta pacientes, todas mujeres jóvenes y acaudaladas. Este sujeto, según se dice, es un genio a la hora de seducir, mentir y engañar, como podrían corroborarlo sus ex-esposas.

Uno de los trabajadores, elegido por Mr. Rogers, llevó su bolso a El Dr. Muerte, un hombre de facciones suaves, pero de físico fuerte y aspecto resistente. Aunque su negro cabello era largo y no se había afeitado el vello facial en días, se veía mucho más joven de lo que era en realidad. Debido a que era apuesto, despertó fuerte simpatía en las mujeres presentes. Con una leve sonrisa, tomó el bolso que le tendían y se sentó en el frío suelo. Los observadores aplaudieron al sujeto.

-También desde Europa, con ustedes, el participante número dos: el italiano Genaro Masso, conocido en los bajos fondos comoIl Freddo”. Con tan sólo veintiún años se convirtió en un famoso capo de la mafia, narcotraficante y asesino en serie. Inteligente y meticuloso, consiguió establecer contrabando con diversos países. Se desconoce el número exacto de asesinatos que ha cometido.

                Otro trabajador, seleccionado al azar también, entregó su bolso al sujeto mencionado: un joven de apariencia serena, inmutable y seria, con un claro aire de dominio y malicia. Fuertes aplausos acompañaron a Il Freddo cuando recibió su kit.

-Excelente, cierto? Prosigamos entonces. El siguiente es uno de mis favoritos, desde Norte América, les entrego al tercer participante: Deuce Crown, nacido en Estados Unidos hace veinticinco años. Sujeto demente, amante de los riesgos y la adrenalina, homicida, culpable de un fuerte robo a mano armada. Mató al guardia de un vehículo blindado y escapó en una bicicleta con $100.000 en un bolso. Posteriormente robó $10.000.000 a una compañía de seguridad, tomando a dos guardias como rehenes, a los cuales posteriormente esposó y les inyectó una sustancia desconocida que los dejó inconscientes. Su cuerpo tiene diversos tatuajes y cicatrices, éstos últimos son cosa de su locura.¡Díganme que no es un excelente sujeto!

                La gente aplaudió con estridencia al hombre presentado, quien se levantó y esbozó una alegre y desquiciada sonrisa a la que faltaban dientes, luego se inclinó ante ellos a modo de reverencia, haciendo que aumentara el volumen de los aplausos. Otro trabajador le dio su kit, a pesar de que el aspecto extremadamente descuidado de aquel delgado pelirrojo le espantaba. Deuce volvió a inclinarse sonriente y tomó su lugar, mientras la gente continuaba aplaudiéndole.

-Maravilloso. Ahora, les presentaré a dos sujetos simultáneamente, los participantes cuatro y cinco: el deportista mexicano Víctor De La Cruz, apodadoEl Vicy la estafadora Jessica Sweetheart, la jovenSweety, también mexicana. Ambos tienen veinticinco años y son culpables de asesinatos múltiples. Se conocieron en  una salvaje cárcel norteamericana, tras lo cual establecieron una fuerte relación amorosa que aún persiste. Lástima que este juego destruya tan tierna situación, pues al menos uno de los dos deberá morir para que el otro se salve.

Vic, cual enorme y fornido que era, se levantó iracundo, dispuesto a atacar a aquel sucio hombre que los había comprado como si se tratara de simples objetos, pero en seguida varios sujetos con aspecto de gorilas se abalanzaron sobre él, reduciéndolo a golpes, mientras su novia, impotente, lloraba a su lado, sujeta por otros dos guardaespaldas.

El Señor Rogers se mofó de lo que ocurría, mientras otros dos trabajadores seleccionados aleatoriamente dejaban sus kits frente a sus correspondientes dueños. Algunos sujetos aplaudieron alegremente, mientras otros pocos imitaban a sus amigos pero sin aprobar la situación, incluida la dulce Chasey. Sin embargo, nadie más que Vic y Jessica Sweety se quejaba abiertamente.

-Ahora ante ustedes, queridos amigos, el sexto participante, desde América Central les traigo a Lucas Manuel,El Salvaje. Es oriundo de Costa Rica, tiene treinta y cinco años y es uno de los más despiadados y terribles asesinos mundiales, además de violador en serie. Su infancia y juventud fueron difíciles, y su estilo de vida le preparó para volverse una indomable bestia. ¡Aplausos por favor!

                Enérgicos y asustados aplausos asomaron, pues hasta entonces aquel era el sujeto más temerario que muchos habían visto en su vida. Aunque no era enorme y musculoso como Vic, su aspecto y más aún, su aura eran los de un cruel verdugo sin piedad ni corazón.Parecía emanar energía negativa a quienes le vieran, un fenómeno inexplicable e incomprensible. Se acercó suave y lentamente al trabajador que le entregaría su bolso, recibiéndole con un rostro seco, cubierto de frondosos y sucios vellos, que no hacían más que acentuar su peligroso aspecto. Él era uno de esos sujetos a los que nadie querría acercarse, y fue precisamente eso lo que le encantó a los espectadores. Tomó su kit y se sentó en silencio, con un rostro que parecía no variar ante nada.

-Viejo, ¿qué pasa contigo?- le susurró a Lucas el hombre que tenía a su derecha, impactado y consternado.
-Lo mismo de siempre- respondió éste con una cruel e irónica sonrisa, preocupando aún más al otro sujeto.

El Señor Rogers prosiguió con las presentaciones:

-El siguiente, el octavo participante, es conocido en su tierra como José Torero, o simplementeEl Caña Nació en Venezuela, tiene treinta y ocho años. Según tengo entendido, es un sujeto alegre y risueño, jugador y bebedor. Famoso por sus gustos por las bromas pesadas y por su excesivo amor por fuertes bebidas alcohólicas. En una noche asesinó a doce personas, incluida su esposa, e hirió a veinte más sin piedad.

             Pocos aplaudieron a El Caña, pero poco le importó, se limitó a levantarse sonriendo, tomar su bolso y sentarse de nuevo. Era un sujeto alto, de contextura normal y aspecto jovial y burlón.

-Agradezco su entusiasmo- declaró humildemente el Señor Rogers-. Y para demostrarlo, he aquí una joyita extraída del lejano Brasil, la séptima participante: Isaura Da Silva, una fuerte y sensual nena de veintiséis años. Es una mujer fría y rencorosa, culpable de muchos asesinatos exóticos, como quien los ejecutó.

              Una mujer hermosa y esbelta, de piel canela y mirada atrayente se colocó de pie para recibir no sólo su kit aleatorio, sino además un muy caluroso aplauso de parte de todos los espectadores masculinos. Ella sonrió forzosamente, apática, y se sentó donde le correspondía.

-Bien amigos míos, salimos de la exótica Sur América para pasar a la interesante Asia. El siguiente elemento, el participante número nueve, fue elegido por mi querida Annela, que lamentablemente no podrá venir porque ayer enfermó. En vista de que no recuerdo mucho de él, llamémoslo simplemente Lee. Aparenta unos veinte y tanto años y me parece recordar que era un artista marcial culpable de varios asesinatos, que tras perder una importante competencia sufrió un ataque de ira y asesinó a sangre fría (y a mano limpia señores) a quien le robó el título, a su entrenador y a sus compañeros. Sólo habla su idioma natal así que no entiende nada de lo que decimos, creo.

                Algo extrañados, los amigos del Señor Rogers aplaudieron mientras el asiático recibía su kit. Luego él comenzó a abrirlo y tres sujetos fornidos intentaron detenerlo, recibiendo como respuesta una amplia gama de golpes y patadas que los dejó fuera de sí, a pesar de que el convicto estaba encadenado y esposado. Sin embargo otros ocho hombres se habían aproximado ya a su espalda, logrando atarle bien manos y pies.

                Los que observaban se impactaron de inmediato y aplaudieron con energía al luchador, haciendo que Mr. Rogers se sintiera satisfecho por todo aquello.

-Prosigamos, compañeros, pues aún quedan criminales por presentar. Nacidos en Sur África, tenemos a los hermanos Mathew y Andrew, siendo el segundo cuatro años menor que su pariente. Fueron apresados por homicidio y robo contra una familia rica de Sídney, donde posteriormente les capturaron mientras descansaban en un lujoso hotel. Otro caso triste, semejante al de los novios, sólo que estos dos están unidos, además, por un lazo de sangre.

                Dos hombres de piel oscura, altos y de contextura fuerte se pusieron de pie, sin mostrar emociones en sus rostros, mientras les otorgaban sus kits de supervivencia. Al igual que con la pareja de amantes, no todos los presentes se mostraron de acuerdo con aquello.

-Por último, el participante número doce, un sujeto difícil de hallar, de tratar y de traer: el joven Sr. Smith. Treinta y dos años, asesino, racista, fugitivo de la FBI. Detonó una clínica de retrasados y discapacitados.

                Todos los presentes le observaron en silencio, con asombro, y con temor. Cuando se levantó, el designado para entregarle su kit vaciló un momento, pues entre la descripción del sujeto y su aspecto, nadie quería acercársele mucho, ni siquiera algunos de los asesinos que allí se encontraban. Pero Smith se limitó a tomar el bolso y colocarse en su puesto, sin mostrar expresiones de ningún tipo. El Señor Rogers lo observó con una mezcla de orgullo y de recelo, y luego siguió hablando:

-Recuerden entonces: si en treinta horas no hay un ganador, todos mueren. No deben intentar escapar, ni forzar sus dispositivos o morirán instantáneamente. Si le quitan la tira de color rojo, estallarán a los diez segundos. No se queden mucho tiempo en las zonas prohibidas, o el explosivo detonará en menos de cinco minutos. Notarán que están en zona prohibida por un silbido que emitirá el aparato. Ganen y serán liberados, señoras y señores. Y ahora sólo me queda por decir: ¡Que comience el juego!

                El Señor Rogers comenzó a reír estridentemente cuando una brillante luz roja se encendió en todos los dispositivos y los quejidos resonaron en distintos idiomas. Mientras unas doce personas temían por sus vidas, otras docenas aplaudían por la felicidad de uno sólo.




BlackJASZ





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-Capítulo 1

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