Capítulo 5(B): De Cómo Zuberi abandona la Segunda Visita.
Zuberi comenzó a recorrer aquel lugar inmenso, que en su opinión era idéntico en todas partes. En el camino tomó algunas frutas y las guardó en la bolsa de piel. Con ellas se alimentaría de allí en adelante.
Días y días le dedicó a cruzar aquella eterna habitación. Maleza tras maleza. Llegó eventualmente a un camino ancho, totalmente cubierto por matas y enredaderas desde el suelo hasta el techo. El hombre suspiró y comenzó a atravesar aquel camino tan costoso. Se abría paso usando la lanza que le acababan de obsequiar.
Se hallaba en un bosque gigante, cuyo final aún no alcanzaba a ver. La humedad aumentaba a medida que se adentraba, pero disminuía mucho la vegetación, lo cual agradeció, pues comenzaba a agotarse. En ese momento, escuchó movimiento a sus espaldas, como si algo se arrastrara por el suelo entre las hojas caídas. Se dio media vuelta y observó con detenimiento, fuera lo que fuera, se estaba acercando muy rápidamente.
Desde matorrales algo lejanos se asomaron numerosas bestias: marrones escorpiones cuyas cabezas eran como las de serpientes, cada uno del tamaño de un brazo de Zuberi. El hombre abrió ampliamente sus ojos y corrió tan rápido como pudo, huyendo de aquellos monstruos. Tropezó con una raíz pero no cayó, así que continuó con su escape. Podía escuchar los millares de patas correteando, acercándose cada vez más.
Así logró llegar a una depresión en el terreno, un enorme valle sin más vegetación que el suave pasto. Descendió presurosamente, las bestias le siguieron en su faena. Algunas rocas de diversos tamaños se encontraban dispersas en el gran manto verde, Zuberi se esforzó por esquivarlas, hasta que, agotado y sin salidas, se subió a una que era mucho más grande que él mismo. Al llegar al tope, muchos de los escorpiones-serpiente estaban escalando también. Agitó la lanza hacia las bestias, hiriendo gravemente a las más cercanas, pero muchas más sustituyeron a las primeras, mientras casi todo el terreno cambiaba su color de verde a marrón.
Finalmente una dura tenaza atrapó el pie derecho del hombre, derribándolo. En ese mismo instante un sonoro aullido, como el de un lobo furioso, resonó en todo el valle. A Zuberi le pareció que congeló el tiempo por unos instantes, porque las miles de criaturas dejaron de moverse unos segundos, pero luego corriendo despavoridas, alejándose del hombre, las rocas y el pasto. Un nuevo aullido, fuerte y amenazante, tiñó de terror el escape de las bestias y le heló el corazón al joven, que se puso de pie y buscó con la mirada al animal que le había salvado. Pero no vio nada más que aquel campo.
Ayudándose con la lanza, descendió de la roca. Pero al colocar los pies en la tierra, descubrió a sus espaldas a la criatura que había espantado a la numerosa plaga. Su figura era casi antropomórfica, aunque doblaba la estatura del mismo Zuberi (quien de por sí ya era bastante alto), superando incluso el tamaño de la roca de la que el joven acababa de descender. Pero el aspecto físico del recién llegado no era exactamente el de un hombre, pues, si bien caminaba erguido y sus piernas y tronco eran semejantes a los de un humano, su cabeza era la de un lobo y sus brazos eran los de un tigre, además ostentaba una sublime melena de león.
El joven apretó fuertemente su lanza, y con aire valeroso se dispuso a luchar contra la enorme bestia, que abrió su hocico, mostrando unos poderosos y grandes colmillos.
-No tengo intenciones de luchar contigo- dijo la criatura-. Aunque si insistes puedo darte muerte ahora mismo.
Zuberi escondió su asombro al escuchar aquella bestia hablándole, pero se mostró amigable y abandonó su postura defensiva.
-Me parece lo más sensato, muchacho- dijo la bestia.
-¿Quién eres?- preguntó Zuberi.
-Mi nombre es Chigaru, "Perro Grande". Soy un tauwer. No creo que tengas el gusto de ver otro de mi especie en lo que te queda de vida. Somos muy pocos, Zuberi, ¡únicos! Además, demasiado territoriales, así que estamos muy alejados de nosotros mismos.
-¿Podrías decirme qué demonios eran esos bichos?
El semihumano se agachó y recogió a uno de los escorpiones-serpiente que Zuberi había matado. En su enorme mano, era como si el hombre sostuviera un simple plátano.
-Legiones de Mmirionz-dijo-. Son animales muy estúpidos. Una plaga eterna. Miles y miles de molestos bichos. Pero como acabas de notar, nos temen a nosotros los tauwer. Muy sabio de su parte. Tienes suerte de que existamos, humano, la mordedura de un mmirion puede matar a un hombre en segundos. A nosotros en cambio no nos hace ni cosquillas, somos muy superiores a estas basuras- y arrojó el cadáver sin darle importancia-. No eres el primero de tu raza que pasa por aquí, Zuberi. Otros muchos han venido, pero son devorados por esas alimañas. Agradece que estaba yo por aquí.
"¡Vaya pedante!", pensó el joven. Pero tampoco tenía ganas de luchar innecesariamente, debía cumplir con su misión pronto. Así que, con suave voz, le dijo a la gran bestia lo siguiente:
-Oh, claro que lo agradezco, poderoso Chigaru. Sin duda, yo habría muerto sin su intervención. Además, es un honor poder estar frente a una criatura como usted. Así que le pido, sabio tauwer, que me ayude a salir de este enorme lugar, que debo hallar la entrada de la siguiente visita. Por más tiempo que he pasado intentando salir de aquí no he conseguido nada. Seguramente sólo un ser superior como usted puede vencer problemas tan complejos como éste.
El tauwer se rió socarronamente al escucharle, luego le respondió lo siguiente:
-Ya veo que sabes lo que te conviene. Te diría que lisonjeándome no conseguirás nada, pero una criatura de mi categoría sabe apreciar cuando una existencia inferior, como tú, comprende su lugar. Además, te has atrevido a pedirme un favor, tu valentía debe ser recompensada. Otro humano habría huido al comprender cuan poderoso es un tauwer.
De un brinco, la bestia se subió a lo alto de la roca, donde aulló fuertemente. Zuberi tuvo que cubrirse los oídos. Pocos segundos después, se escuchó una ligera y cercana detonación. Al girarse, el joven descubrió otra bestia extraña: un caballo, pero de casi tres metros de alto, cuya cabeza era solamente la calavera. A su alrededor flotaban varias mariposas de alas moradas envueltas en llamas. A pesar de esto, aquellas criaturas se veían tranquilas.
-Es un blyd. Hay varios en el bosque, escondidos como casi todos los animales de estas tierras. Cada cual en su hogar. Los otros humanos de aquí los utilizan para transportarse rápidamente entre un lugar y otro. Cada uno tiene el suyo propio. Éste lo he domado yo mismo. Me tomó sólo veinte años hacerlo, pues no fue muy difícil. Seguramente al ver mi gran potencial decidió obedecerme. Por eso me agrada, no son criaturas muy inteligentes, pero ésta sí que lo fue. Sube a su lomo, te llevará en un instante a la salida. Es increíblemente veloz: lo que recorre un simple humano como tú en una semana, lo recorre un blyd en un segundo.
Mientras Zuberi se subía con dificultad, pensando en lo molesto que era el tauwer, éste le siguió explicando:
-No temas a su aspecto. Su rostro luce así porque a medida que los blyds envejecen, sus cabezas se desvanecen. Bueno, en realidad es que las githinjis que están a su alrededor se la devoran, y luego se van. Aunque no te harán nada a ti. Es cosa de su naturaleza. Se dice que los blyds son criaturas que escaparon de la Tierra de los Muertos.
-Entiendo- declaró Zuberi cuando se hubo acomodado sobre el blyd, abrazando su cuello y rogando que el tauwer se callara-, muchas gracias, Chigaru. Fue un placer, pero debo continuar con mi camino.
-Claro que fue un placer conocerme. Adiós, humano. Mucha suerte. Sostente con fuerza.
Dicho eso, volvió a aullar. Zuberi sintió como si un enorme mazo golpeara su rostro, pero para cuando se dio cuenta de que había sido el aire, ya había llegado a la salida, y apenas se escuchaba el aullido del tauwer. Ante el humano y el blyd se alzaba una pared, cuyos extremos derecho e izquierdo no se llegaban a ver, y allí, a pocos metros de sus ojos estaba la puerta que debía cruzar.
El joven desmontó y escuchó una ligera detonación. El blyd se había marchado. Volteó hacia la puerta y leyó en el dintel: "Tercera Visita: El Amor y La Paz".
BlackJASZ
Zuberi comenzó a recorrer aquel lugar inmenso, que en su opinión era idéntico en todas partes. En el camino tomó algunas frutas y las guardó en la bolsa de piel. Con ellas se alimentaría de allí en adelante.
Días y días le dedicó a cruzar aquella eterna habitación. Maleza tras maleza. Llegó eventualmente a un camino ancho, totalmente cubierto por matas y enredaderas desde el suelo hasta el techo. El hombre suspiró y comenzó a atravesar aquel camino tan costoso. Se abría paso usando la lanza que le acababan de obsequiar.
Se hallaba en un bosque gigante, cuyo final aún no alcanzaba a ver. La humedad aumentaba a medida que se adentraba, pero disminuía mucho la vegetación, lo cual agradeció, pues comenzaba a agotarse. En ese momento, escuchó movimiento a sus espaldas, como si algo se arrastrara por el suelo entre las hojas caídas. Se dio media vuelta y observó con detenimiento, fuera lo que fuera, se estaba acercando muy rápidamente.
Desde matorrales algo lejanos se asomaron numerosas bestias: marrones escorpiones cuyas cabezas eran como las de serpientes, cada uno del tamaño de un brazo de Zuberi. El hombre abrió ampliamente sus ojos y corrió tan rápido como pudo, huyendo de aquellos monstruos. Tropezó con una raíz pero no cayó, así que continuó con su escape. Podía escuchar los millares de patas correteando, acercándose cada vez más.
Así logró llegar a una depresión en el terreno, un enorme valle sin más vegetación que el suave pasto. Descendió presurosamente, las bestias le siguieron en su faena. Algunas rocas de diversos tamaños se encontraban dispersas en el gran manto verde, Zuberi se esforzó por esquivarlas, hasta que, agotado y sin salidas, se subió a una que era mucho más grande que él mismo. Al llegar al tope, muchos de los escorpiones-serpiente estaban escalando también. Agitó la lanza hacia las bestias, hiriendo gravemente a las más cercanas, pero muchas más sustituyeron a las primeras, mientras casi todo el terreno cambiaba su color de verde a marrón.
Finalmente una dura tenaza atrapó el pie derecho del hombre, derribándolo. En ese mismo instante un sonoro aullido, como el de un lobo furioso, resonó en todo el valle. A Zuberi le pareció que congeló el tiempo por unos instantes, porque las miles de criaturas dejaron de moverse unos segundos, pero luego corriendo despavoridas, alejándose del hombre, las rocas y el pasto. Un nuevo aullido, fuerte y amenazante, tiñó de terror el escape de las bestias y le heló el corazón al joven, que se puso de pie y buscó con la mirada al animal que le había salvado. Pero no vio nada más que aquel campo.
Ayudándose con la lanza, descendió de la roca. Pero al colocar los pies en la tierra, descubrió a sus espaldas a la criatura que había espantado a la numerosa plaga. Su figura era casi antropomórfica, aunque doblaba la estatura del mismo Zuberi (quien de por sí ya era bastante alto), superando incluso el tamaño de la roca de la que el joven acababa de descender. Pero el aspecto físico del recién llegado no era exactamente el de un hombre, pues, si bien caminaba erguido y sus piernas y tronco eran semejantes a los de un humano, su cabeza era la de un lobo y sus brazos eran los de un tigre, además ostentaba una sublime melena de león.
El joven apretó fuertemente su lanza, y con aire valeroso se dispuso a luchar contra la enorme bestia, que abrió su hocico, mostrando unos poderosos y grandes colmillos.
-No tengo intenciones de luchar contigo- dijo la criatura-. Aunque si insistes puedo darte muerte ahora mismo.
Zuberi escondió su asombro al escuchar aquella bestia hablándole, pero se mostró amigable y abandonó su postura defensiva.
-Me parece lo más sensato, muchacho- dijo la bestia.
-¿Quién eres?- preguntó Zuberi.
-Mi nombre es Chigaru, "Perro Grande". Soy un tauwer. No creo que tengas el gusto de ver otro de mi especie en lo que te queda de vida. Somos muy pocos, Zuberi, ¡únicos! Además, demasiado territoriales, así que estamos muy alejados de nosotros mismos.
-¿Podrías decirme qué demonios eran esos bichos?
El semihumano se agachó y recogió a uno de los escorpiones-serpiente que Zuberi había matado. En su enorme mano, era como si el hombre sostuviera un simple plátano.
-Legiones de Mmirionz-dijo-. Son animales muy estúpidos. Una plaga eterna. Miles y miles de molestos bichos. Pero como acabas de notar, nos temen a nosotros los tauwer. Muy sabio de su parte. Tienes suerte de que existamos, humano, la mordedura de un mmirion puede matar a un hombre en segundos. A nosotros en cambio no nos hace ni cosquillas, somos muy superiores a estas basuras- y arrojó el cadáver sin darle importancia-. No eres el primero de tu raza que pasa por aquí, Zuberi. Otros muchos han venido, pero son devorados por esas alimañas. Agradece que estaba yo por aquí.
"¡Vaya pedante!", pensó el joven. Pero tampoco tenía ganas de luchar innecesariamente, debía cumplir con su misión pronto. Así que, con suave voz, le dijo a la gran bestia lo siguiente:
-Oh, claro que lo agradezco, poderoso Chigaru. Sin duda, yo habría muerto sin su intervención. Además, es un honor poder estar frente a una criatura como usted. Así que le pido, sabio tauwer, que me ayude a salir de este enorme lugar, que debo hallar la entrada de la siguiente visita. Por más tiempo que he pasado intentando salir de aquí no he conseguido nada. Seguramente sólo un ser superior como usted puede vencer problemas tan complejos como éste.
El tauwer se rió socarronamente al escucharle, luego le respondió lo siguiente:
-Ya veo que sabes lo que te conviene. Te diría que lisonjeándome no conseguirás nada, pero una criatura de mi categoría sabe apreciar cuando una existencia inferior, como tú, comprende su lugar. Además, te has atrevido a pedirme un favor, tu valentía debe ser recompensada. Otro humano habría huido al comprender cuan poderoso es un tauwer.
De un brinco, la bestia se subió a lo alto de la roca, donde aulló fuertemente. Zuberi tuvo que cubrirse los oídos. Pocos segundos después, se escuchó una ligera y cercana detonación. Al girarse, el joven descubrió otra bestia extraña: un caballo, pero de casi tres metros de alto, cuya cabeza era solamente la calavera. A su alrededor flotaban varias mariposas de alas moradas envueltas en llamas. A pesar de esto, aquellas criaturas se veían tranquilas.
-Es un blyd. Hay varios en el bosque, escondidos como casi todos los animales de estas tierras. Cada cual en su hogar. Los otros humanos de aquí los utilizan para transportarse rápidamente entre un lugar y otro. Cada uno tiene el suyo propio. Éste lo he domado yo mismo. Me tomó sólo veinte años hacerlo, pues no fue muy difícil. Seguramente al ver mi gran potencial decidió obedecerme. Por eso me agrada, no son criaturas muy inteligentes, pero ésta sí que lo fue. Sube a su lomo, te llevará en un instante a la salida. Es increíblemente veloz: lo que recorre un simple humano como tú en una semana, lo recorre un blyd en un segundo.
Mientras Zuberi se subía con dificultad, pensando en lo molesto que era el tauwer, éste le siguió explicando:
-No temas a su aspecto. Su rostro luce así porque a medida que los blyds envejecen, sus cabezas se desvanecen. Bueno, en realidad es que las githinjis que están a su alrededor se la devoran, y luego se van. Aunque no te harán nada a ti. Es cosa de su naturaleza. Se dice que los blyds son criaturas que escaparon de la Tierra de los Muertos.
-Entiendo- declaró Zuberi cuando se hubo acomodado sobre el blyd, abrazando su cuello y rogando que el tauwer se callara-, muchas gracias, Chigaru. Fue un placer, pero debo continuar con mi camino.
-Claro que fue un placer conocerme. Adiós, humano. Mucha suerte. Sostente con fuerza.
Dicho eso, volvió a aullar. Zuberi sintió como si un enorme mazo golpeara su rostro, pero para cuando se dio cuenta de que había sido el aire, ya había llegado a la salida, y apenas se escuchaba el aullido del tauwer. Ante el humano y el blyd se alzaba una pared, cuyos extremos derecho e izquierdo no se llegaban a ver, y allí, a pocos metros de sus ojos estaba la puerta que debía cruzar.
El joven desmontó y escuchó una ligera detonación. El blyd se había marchado. Volteó hacia la puerta y leyó en el dintel: "Tercera Visita: El Amor y La Paz".
BlackJASZ
Men recuerdos de una idea que luego se transformo en una historia.. Full depinga, espero los demas.. Y si no leo segun los lanzas es por lo que te dije, preferiria sentarme una noche y leerlo todo xD Un abrazo!
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