lunes, 27 de septiembre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 6

Capitulo 6: De cómo Zuberi conoce a Femi y a Mirembe. El Amor y La Paz.


-Bien, aquí voy- susurró.

"Tercera Visita: El Amor y La Paz", leyó en el dintel. Entonces abrió la puerta y observó con atención Se hallaba en una habitación con dimensiones semejantes a la anterior, pero esta vez absolutamente todo estaba cubierto por millones de flores, ordenadas por bloques según su tipo y color.

-¡Increíble!- exclamó- Definitivamente no me imaginaba algo así.
-¡Seguro tampoco te imaginabas esto!- gritó una voz aguda desde el techo.

Cuando Zuberi alzó la vista, observó a un sujeto caer hacia él, sosteniendo un enorme mazo, preparado para golpearlo. El joven saltó hacia un lado y se incorporó con rapidez y agilidad, empuñando firmemente la lanza, dispuesto a defenderse.

El hombre que había caído se mostraba enfurecido, absolutamente colérico. Ambos permanecieron quietos, mirándose a los ojos.

-¿Qué te pasa?- preguntó el visitante.
-¿Que qué me pasa? ¿Llegas aquí a alterar el orden y aún así preguntas acerca de lo que sucede?

Acto seguido levantó el gran martillo y dio un gran brinco hacia el joven, que se apartó e intento cortarle con la punta de la lanza, mas su contrincante lo esquivó con facilidad saltando hacia atrás.

-¿Quién eres y qué te he hecho?- interrogó Zuberi.
-Es mi esposo Mirembe- respondió otra voz, bastante cercana a quien formula la pregunta-. La Encarnación de La Paz. Yo soy Femi, El Amor.

Quien hablaba apareció, justo al lado del joven. Era una mujer increíblemente hermosa. Zuberi jamás había visto una chica tan preciosa, sólo la mujer que amaba, Amara, la igualaba en belleza. Era impresionante. Y su esposo tenía aspecto de homosexual, como Ramla, aunque mucho menos marcado. La perla que él portaba era rosada.

La chica estaba prácticamente desnuda, como si quisiera llamar la atención aún más. Una hermosa perla roja brillaba en su frente. En su mano derecha empuñaba un arco y en su espalda reposaba un carcaj repleto de largas flechas.

-¿Porqué quieren luchar conmigo?
-Soy el guardián de La Paz, debo velar por su bien, y tu definitivamente estás acabando con eso. Tu presencia atenta contra el orden. Incluso has provocado discusiones entre Abrafo y Adwar, deberás pagar por propagar el caos entre nosotros.

Alzó el mazo y se lanzó contra Zuberi, quien se arrojó hacia un lado. Lentamente, Femi preparó una flecha y le apuntó al joven y le dijo:

-No eres bienvenido en nuestro hogar. A parte de la amenaza que representas, has herido el corazón de una mujer al abandonarla. Amara te ama, y tú la dejaste sola.

La chica disparó la flecha y le causó una larga cortada en el pecho a Zuberi, a la altura del corazón. La herida fue causada levemente adrede, pues buscaba demostrar su dominio del arco. El mensaje fue recibido con claridad, al joven no le dio tiempo de ver la alargada espina acercarse.

Mirembe golpeó con el mazo la tierra, que tembló a sus pies. También quería demostrar su habilidad, y lo logró.

Zuberi aceptó que sus contrincantes eran fuertes y veloces. "Me costará mucho derrotarlos, sobretodo con un arma como ésta", pensó él.

Segundos después todos estaban preparados para luchar. Los anfitriones se hallaban molestos. "Qué está pasando? ¿Y cómo derrotaré a este par", pensó.

Corrió hacia la chica, pues sostenía un arma para distancias largas. Ella disparó apenas un segundo después de que Zuberi se anticipara al movimiento: él se lanzó al suelo, rodando con la lanza, que, al levantarse, arrojó fuertemente contra su contrincante, mientras ésta le disparaba otra flecha. El proyectil del muchacho pasó rozando al de la fémina, y a ella misma también.

El hombre armado con el mazo se apresuró, uniéndose a la batalla para proteger a su esposa del visitante, que se estaba aproximando a la dama, cuyo tiro había zumbado cerca de una oreja del invasor. Cuando Mirembe agitó su mazo contra Zuberi, éste último se arrojó sobre la chica, que estaba tensando la cuerda de su arco. Ambos cayeron en el suelo.

-¡Rápido!- se quejó Femi mientras se lo quitaba de encima.

Él trató de levantarse, pero ella lo agarró como pudo, para que su esposo pudiera golpearle. Con el forcejeo casi todas las flechas se salieron del carcaj, y una de ellas cortó parte de la poca ropa que cubría a la chica, dejándola desnuda de la cintura hacia arriba. Mirembe observó la escena y se sintió enfermo de rabia, iracundo. Arrojó el mazo y se arrojó de puños contra el joven, que no podía soltarse.

Ella lo liberó justo cuando le tomaron de la nuca y le alzaron. La diferencia de tamaño entre los hombres era un poco marcada. Segundos después, Zuberi fue arrojado con facilidad: atravesó parte de la sala, hasta que cayó sobre un montón de gardenias.

Tan sólo estaba herido levemente, así que se levantó rápidamente. Femi estaba apuntándole cuidadosamente y Mirembe sostenía una espada muy sencilla. Zuberi le vió a los ojos, cuyas venas se estaban inflamando por la ira.

Durante dos minutos nadie se movió, luego Femi soltó una veloz flecha, que se incrustó en uno de los fuertes brazos del visitante, que inmediatamente empezó a sangrar. Mirembe soltó la espada, molesto y decepcionado, dio media vuelta y se alejó del campo de batalla. La chica bajo el arco y sonrió tranquilamente.

-Parece que alguien está muy interesada en ti- afirmó la hermosa mujer-. Acaban de salvarte.

-Explícate- pidió Zuberi, totalmente confundido.
-Desviaron mi flecha- dijo ella sosteniendo una sonrisa-. Y nos pidieron que te dejáramos seguir con vida.
-¿Quién?- preguntó él.
-Ya lo sabrás- explicó la preciosa Femi, mientras limpiaba su cuerpo con una mano-, si ese es tu destino.
-¡Además nos pide que te enseñemos a luchar!- se quejó Mirembe desde la distancia- ¡Ese ángel es increíble- decoró con sarcasmo-!
-Querido, tienes que entenderla, como yo. En el fondo sabes que tiene razón. ¡Ya la oíste!

La chica se acercó excesivamente a Zuberi y le observó detenidamente de pies a cabeza. Éste se sonrojó tímidamente, al tiempo que procuraba no ver los grandes pechos de la chica, que ni siquiera se preocupaba por cubrirlos.

-Y la comprendo- decoró Femi-, no está nada mal el chico.
-Ya deja de jugar con él y vístete, mujer- se quejó Mirembe, que volvía con unas cuantas flores- Sácate la flecha y cómete esto, te sanará en minutos.

Arrancó un puñado de pétalos rojizos y se los entregó a Zuberi, que tras ver el enfurecido rostro del hombre decidió comerlos enseguida.

La chica cubrió su cuerpo debidamente y luego buscó la lanza de Barasa, que se había incrustado en una pared que estaba a más de quinientos metros. La examinó con cuidado y rió levemente.

-¡Ese viejo borracho!- comentó pícaramente-. Hay que reconocer que no eres tan malo luchando chico. Eres muy rápido y ágil, pero tienes poco dominio, sino escaso, sobre tu excesiva fuerza. Además no sabes manejar bien el arma que empuñas. Te mostraré cómo se usan el arco y la flecha. ¿Y qué tal si tú le enseñas a usar una de esas espadas que coleccionas, Mirembe?
-¡Como quieras! así podré reirme un rato de él. Le será de utilidad porque varios de nosotros Las Encarnaciones usamos espadas. Más le vale aprender a las buenas. Y quizá podría ayudarte un poco en combate cuerpo a cuerpo.

El joven sonrió agradecido, aunque sabía que no iba a disfrutar de sus lecciones...




Dos meses después, Zuberi dijo a Femi y Mirembe:

-Debo agradecer lo que me han instruido, pero ya llevo demasiado tiempo aquí y esta misión se me está haciendo demasiado extensa. Además sé que me falta mucho por delante.
-Tienes razón, ya es suficiente. Toma- se dirigió la fémina al chico mientras le entregaba un pequeño grupo de flechas y un hermoso arco dorado con rojo. Éste era mucho más pequeño que el que ella usó para entrenarle, pero eso lo hacía mucho más fácil de llevar-. Este instrumento lo hice yo misma. Puedes cargarlo como si fuese un bolso. Es especial, no lo olvides.

La chica sonrió y le dio un beso en la mejilla.

-Buena suerte, amigo
- le deseó Mirembe-. Espero logres calmar a Adwar. Esa mujer sólo quiere luchar y luchar.
-¿Cuánto me falta para verla?
-Bastante. La Séptima Visita, la última. Puedes agradecer eso, ya verás. Además deberás tener sumo cuidado con Abrafo. Es un tipo peligroso y traicionero. Es la quinta Encarnación.
-Quinta y séptima- repitió Zuberi-. Entendido. Gracias por todo. Debo irme.
-Éxito- dijeron los esposos, mientras le veían cruzar el campo floreado hacia la salida.

Cuando Zuberi se hubo alejado mucho, Femi le dijo a su amado:

-¿Le agarraste cariño a tu alumno, cierto?
-Es buen aprendiz. Le enseñe casi todo lo que sé en poco tiempo.
-Lo mismo digo. Está bien preparado.
-Tal vez. Pero aún dudo de su habilidad, no estoy seguro de que pueda derrotar a Abrafo.
-Tranquilo, ya viste cómo ha aprendido de nosotros. Estará listo para cuando llegue.
-Eso espero. Ahora vamos, tenemos que asistir a una reunión. Adwar estará desesperada ya.
-Ella y el resto de las Encarnaciones. El mirador debe estar repleto ya. Cómo deseo que acaben todos estos conflictos de una vez.
-Es tu naturaleza, eres La Paz. Vamos, Mirembe, llamaré a nuestros blyds.





BlackJASZ

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