Tras cruzar la cortina, Zuberi no podía ver nada. Avanzó lentamente en la oscuridad y a los pocos pasos se precipitó en un hoyo poco profundo. Cayó sin lastimarse, y el regalo de Ramla estaba intacto. Se levantó y buscó la salida. Encontró un conducto semejante al primero y en él se introdujo.
Tras una hora sintió que el hambre le destrozaba el estómago, y la postura en la que avanzaba no era cómoda, así que comenzaba a cansarse gravemente, pero entonces logró ver una brillante luz a la distancia, y hacia ella se dirigió. Al acercarse se dio cuenta de que era otro tobogán y nuevamente debía lanzarse para salir. Sin muchas opciones, no tuvo elección y se arrojó rápidamente, esperando no romperse nada al caer.
El bajante era muy inclinado, de modo que la velocidad con la que caía Zuberi aumentaba fugazmente, mientras se tambaleaba ligeramente hacia los lados. Cruzó los dedos y cerró sus verdes ojos, tal cual había hecho antes, pues no quería ver su caída.
Sólo sintió cómo se despegaba de la superficie, su cuerpo flotaba en el aire y de pronto golpeaba contra algo bastante blando. Había llegado al suelo y, nuevamente, estaba ileso.
-¿Viste? Te dije que era buena idea sembrar allí- oyó que decía una voz femenina- ¿Estás bien muchacho?
Zuberi separó sus párpados y se levantó. Estaba en una enorme habitación repleta de árboles, matas, enredaderas y todo tipo de plantas. A su lado estaban un anciano y una mujer joven. Aquel hombre tenía aspecto intelectual, a pesar de tambalearse al andar, y ella era una mujer morena muy hermosa, con un cuerpo increíblemente esbelto. Su mirada era algo arrogante, pero a la vez reconfortante. Ella vestía prendas doradas y llamativas, mientras que su compañero llevaba tan sólo harapos. La perla de ella era amarilla, mientras que la de él era vinotinto.
-Sí, estoy bien. Algo golpeado, cansado y hambriento, pero bien.
-Barasa, anda a buscarle algo para comer- ordenó la dama.
-Siempre tengo que hacer todo yo- se quejó el hombre y desapareció entre los árboles.
-Debes disculparlo- excusó la fémina-, se ha vuelto amargado con los años. ¿Cuál es tu nombre?
-Soy Zuberi.
El joven alzó la vista hacia el techo y, junto al agujero por el que había llegado, vio escrito con enredaderas la frase: "Segunda Visita: La Fortuna y Los Vicios".
-Bienvenido- le dijo la señora, cordialmente.
-Gracias- respondió el joven, algo confuso.
Luego la mujer lo invitó a adentrarse en la habitación. Ésta era inmensa, como varios campos de cosechas juntos. Avanzaron a través de los matorrales y árboles, y llegaron a una mesa de tres asientos, cada uno con una taza en frente.
-Toma asiento, Zuberi.
Así hizo. Ella se sentó a su lado, y poco después el hombre mayor los imitó tras servirles una enorme cantidad de frutas. Abundaban las manzanas, peras, uvas, melones y patillas. Los anfitriones sirvieron manzanilla en las tazas e invitaron al joven a comer y beber hasta llenarse. Él aceptó gustoso.
-Yo soy Bahati- explicó ella mientras le observaba alimentarse-. Soy La Encarnación de La Fortuna. Él es mi esposo Barasa, La Encarnación del Ron.
-¿La Fortuna?¿El Ron?- preguntó Zuberi, interesado.
-Sí. Eso es lo que significan nuestros nombres. ¿Recuerdas la lluvia en el desierto? Eso fue obra mía. Necesitabas un poco de suerte para llegar aquí, desde la supervivencia sin provisiones hasta la lluvia en el momento justo. Y eso es lo que yo represento, La Fortuna, como él a Los Vicios.
-Increíble. Me parecía demasiada casualidad. ¿Y también tuviste algo que ver con la pelea contra Nawvlee?
-¿Nawvlee?- repitió Barasa.
-¿Quién es ese?- preguntó Bahati, La Fortuna, a Zuberi.
-Era un demonio con el que me enfrente antes de llegar a la "Primera Visita".
La pareja intercambio una mirada y susurraron molestos:
-¡Abrafo!
-¿Qué?- preguntó el joven.
-Abrafo es otra Encarnación. Con algo de suerte lo verás más adelante- se burló Barasa, el hombre de Los Vicios.
-Cállate- ordenó Bahati-. En total somos once Encarnaciones. Lo normal es que estemos divididos en parejas.
-¿Y qué pasa con Ramla, El Adivino?- preguntó Zuberi, recordando que aquél estaba sólo.
-¡Ese homosexual!- se mofó El Ron, entre carcajadas sonoras.
-En realidad es Hermafrodita- aclaró La Fortuna-. Tiene dos personalidades. Ramla femenino y Ramla masculino.
-Eso explica varias cosas- apuntó el joven.
-¿Intentó conocerte mejor?- preguntó el burlón Barasa.
-¡Compórtate! Eres un hombre con responsabilidades, actúa seriamente cuando debes.
-¡Eso hago mujer! Pero no seas tan amargada.
-Señores- interrumpió Zuberi, algo desconcertado-, necesito seguir avanzando.
Ya había terminado de comer y estaba de pie. La mujer calló, pero El Ron dijo en alta voz:
-Escucha muchacho: Las Encarnaciones no son todas tan hospitalarias como mi esposa. Nuestra misión es entrenarte para que completes tu misión en el "Arjana". Tú lo debes conocer como "El Sendero del Cielo", por su significado y representación. No sabemos exactamente qué encontrarás allá, pero debemos enseñarte algo que consideremos útil para tu formación, de modo que estés lo más preparado que puedas. Algunos, como Abrafo, prefieren enseñar a las malas, o utilizan eso como excusa para eliminar a quienes vienen hasta aquí. Deberás enfrentar todos los obstáculos que se te interpongan, sólo así llegarás al final. Bahati y yo te daremos un par de obsequios, y yo supongo a partir de aquí obtendrás un regalo por Visita.
El hombre se puso de pie y levantó del suelo una lanza. La mujer metió su mano derecha en uno de sus bolsillos y extrajo una piedra verde, que estaba atada a un hilo.
-Aquí tienes- dijo Bahati-. Este collar no sólo te traerá suerte, conseguirá que sigas tu camino sin perderte. Barasa te otorga su arma predilecta. Podrás luchar a distancias prudentes o arrojársela a tu enemigo si es necesario. A partir de aquí te tocará enfrentarte a los anfitriones.
Zuberi tomó el arma y la sostuvo usándola como si fuese un cayado. Luego se colocó el regalo que le dio La Fortuna, atando la cuerda alrededor de su cuello, y les dedicó una sonrisa en agradecimiento.
-Barasa, anda a buscarle algo para comer- ordenó la dama.
-Siempre tengo que hacer todo yo- se quejó el hombre y desapareció entre los árboles.
-Debes disculparlo- excusó la fémina-, se ha vuelto amargado con los años. ¿Cuál es tu nombre?
-Soy Zuberi.
El joven alzó la vista hacia el techo y, junto al agujero por el que había llegado, vio escrito con enredaderas la frase: "Segunda Visita: La Fortuna y Los Vicios".
-Bienvenido- le dijo la señora, cordialmente.
-Gracias- respondió el joven, algo confuso.
Luego la mujer lo invitó a adentrarse en la habitación. Ésta era inmensa, como varios campos de cosechas juntos. Avanzaron a través de los matorrales y árboles, y llegaron a una mesa de tres asientos, cada uno con una taza en frente.
-Toma asiento, Zuberi.
Así hizo. Ella se sentó a su lado, y poco después el hombre mayor los imitó tras servirles una enorme cantidad de frutas. Abundaban las manzanas, peras, uvas, melones y patillas. Los anfitriones sirvieron manzanilla en las tazas e invitaron al joven a comer y beber hasta llenarse. Él aceptó gustoso.
-Yo soy Bahati- explicó ella mientras le observaba alimentarse-. Soy La Encarnación de La Fortuna. Él es mi esposo Barasa, La Encarnación del Ron.
-¿La Fortuna?¿El Ron?- preguntó Zuberi, interesado.
-Sí. Eso es lo que significan nuestros nombres. ¿Recuerdas la lluvia en el desierto? Eso fue obra mía. Necesitabas un poco de suerte para llegar aquí, desde la supervivencia sin provisiones hasta la lluvia en el momento justo. Y eso es lo que yo represento, La Fortuna, como él a Los Vicios.
-Increíble. Me parecía demasiada casualidad. ¿Y también tuviste algo que ver con la pelea contra Nawvlee?
-¿Nawvlee?- repitió Barasa.
-¿Quién es ese?- preguntó Bahati, La Fortuna, a Zuberi.
-Era un demonio con el que me enfrente antes de llegar a la "Primera Visita".
La pareja intercambio una mirada y susurraron molestos:
-¡Abrafo!
-¿Qué?- preguntó el joven.
-Abrafo es otra Encarnación. Con algo de suerte lo verás más adelante- se burló Barasa, el hombre de Los Vicios.
-Cállate- ordenó Bahati-. En total somos once Encarnaciones. Lo normal es que estemos divididos en parejas.
-¿Y qué pasa con Ramla, El Adivino?- preguntó Zuberi, recordando que aquél estaba sólo.
-¡Ese homosexual!- se mofó El Ron, entre carcajadas sonoras.
-En realidad es Hermafrodita- aclaró La Fortuna-. Tiene dos personalidades. Ramla femenino y Ramla masculino.
-Eso explica varias cosas- apuntó el joven.
-¿Intentó conocerte mejor?- preguntó el burlón Barasa.
-¡Compórtate! Eres un hombre con responsabilidades, actúa seriamente cuando debes.
-¡Eso hago mujer! Pero no seas tan amargada.
-Señores- interrumpió Zuberi, algo desconcertado-, necesito seguir avanzando.
Ya había terminado de comer y estaba de pie. La mujer calló, pero El Ron dijo en alta voz:
-Escucha muchacho: Las Encarnaciones no son todas tan hospitalarias como mi esposa. Nuestra misión es entrenarte para que completes tu misión en el "Arjana". Tú lo debes conocer como "El Sendero del Cielo", por su significado y representación. No sabemos exactamente qué encontrarás allá, pero debemos enseñarte algo que consideremos útil para tu formación, de modo que estés lo más preparado que puedas. Algunos, como Abrafo, prefieren enseñar a las malas, o utilizan eso como excusa para eliminar a quienes vienen hasta aquí. Deberás enfrentar todos los obstáculos que se te interpongan, sólo así llegarás al final. Bahati y yo te daremos un par de obsequios, y yo supongo a partir de aquí obtendrás un regalo por Visita.
El hombre se puso de pie y levantó del suelo una lanza. La mujer metió su mano derecha en uno de sus bolsillos y extrajo una piedra verde, que estaba atada a un hilo.
-Aquí tienes- dijo Bahati-. Este collar no sólo te traerá suerte, conseguirá que sigas tu camino sin perderte. Barasa te otorga su arma predilecta. Podrás luchar a distancias prudentes o arrojársela a tu enemigo si es necesario. A partir de aquí te tocará enfrentarte a los anfitriones.
Zuberi tomó el arma y la sostuvo usándola como si fuese un cayado. Luego se colocó el regalo que le dio La Fortuna, atando la cuerda alrededor de su cuello, y les dedicó una sonrisa en agradecimiento.
-¡Anda a pasear por ahí, chico!- sonrió alegremente el anciano- Después de todo, ¿eso es lo que a ustedes los niños les encanta, no?- Y soltó una carcajada.
-No le hagas caso al ebrio éste, Zuberi. Es sólo un charlatán- afirmó Bahati de forma despectiva.
-¿Crees que porque eres la FABULOSA ENCARNACION DE LA FORTUNA siempre tienes la razón?- se quejó Barasa, nuevamente riendo- ¡Patrañas!
-Y que tú seas la encarnación del ron, ¡vaya borracho!, no te da derecho a decir lo que te da la gana- decoró Bahati-. Siempre es lo mismo. Pareces un niño, Barasa.
-¡Y tú pareces una vieja quejona!
-Descarado. ¿No crees que estás un poco viejo para estas cosas?
Zuberi, que se había limitado a escuchar la discusión sin intervenir, supo que ya no tenía nada que hacer con aquel par de locos, así que siguió su camino, consciente de que desde ese momento, su vida correría más peligro que nunca.
BlackJASZ
BlackJASZ
TE EQUIVOCAS!!! D: el Ron es la encarnación de la virtud :3
ResponderEliminarJajajajajajajaja Bueno puedes verlo así si prefieres jajajaja Pero no se cómo sería el nombre del personaje entonces jajajajaja
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