sábado, 30 de octubre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 10

Capítulo 10: De Cómo Zuberi Luchó Contra Adwar

Tras salir de la habitación de Malaika, encontró otro gran tramo de escalones, suspiró y comenzó a bajarlos. Al igual que antes: mientras más descendía, más calor hacía.

Al poco tiempo decidió sentarse a descansar, y allí se quedo durante casi medio día. Al despertar, comió los últimos alimentos que tenía y siguió su camino.

La siguiente visita estaba bastante cerca, así que tras dos horas de andanza, pudo divisar el último dintel: "Séptima Visita: La Guerra y La Cobardía".

-Según lo que me dijo Ramla, ésta debe ser la última. Salgamos de esto tan pronto como podamos- dijo Zuberi para sí mismo al terminar el tramo de escaleras. Respiro hondo y empujó la puerta.

La habitación era increíblemente amplia. Sus paredes, el piso y el techo, estaban totalmente cubiertos de puertas de idénticos tamaños, formas y colores. Cerca del fondo del lugar, cual reina, una mujer estaba sentada en una enorme silla que citaba a un memorable trono, y a su derecha estaba de pie un hombre. Ella vestía una armadura dorada muy sensual(del mismo color que la perla en su rostro), adornada por una larga capa negra, y él llevaba una plateada, al igual que el brillante punto de su frente, no menos magnífica, ambos eran caucásicos de cabello oscuro, que aparentaban tener poco más de viente años. La mujer portaba una espada envainada en su cintura, el hombre en cambio no llevaba ningún tipo de arma. Ella sonreía impaciente y él la imitaba, pero nerviosamente.

-Mi nombre es Adwar, soy La Encarnación de La Guerra, y él es Gwala, quien representa La Cobardía.
-Yo soy Zuberi. Llamado en mi tribu "El Hombre Más Fuerte". He llegado hasta aquí y pienso seguir adelante.
-Cúanta determinación. Tampoco vacilaste al atacar a la pobre Lesedi con tu fulminante lanza.¡Esa pequeña! Te advierto que no permitiré que pases de aquí. No sin antes vencerme, lo cuál no sucederá. Por cierto, bienvenido a mi casa. Ésta es mi sala.

Entonces se levantó y cruzó la puerta que tenía atrás, dejando a Zuberi solo con Gwala.

-¿Tú eres su esposo cierto?- preguntó el joven- ¿Porqué la amas, si se nota que es totalmente diferente a ti?
-.No sólo soy su esposo, soy su alma. Nos separamos físicamente para ser más fuertes. Además, ella tiene carácter, es hermosa y sensual. Además pelea como nadie, porque es la mismísima encarnación de La Guerra- respondió él, algo afligido por el miedo-. ¿Cómo no amarla?
-Ya veo.

Dicho ésto, el visitante clavó la lanza en el suelo para desenfundar la hermosa espada que fue de Abrafo. El hombre abrió los ojos, como presa del pánico, y rápidamente se deslizó hacia donde se había ido su mujer. Zuberi sonrió y le siguió. Llegó entonces a un cuarto enorme con varias puertas, éstas diferentes entre ellas. En una de ellas estaba Adwar, apoyándose del marco.

-Éste es mi vestíbulo. Ven lucharemos aquí. No vayas a huir a mi habitación- dijo ella señalando pícaramente una de las puertas.

La mujer desenvainó su espada y sonrió malévolamente. Zuberi la observó a los ojos, luego miró alrededor tratando de encontrar a Gwala.

-Ése está escondido. No te preocupes por él, no interferirá en mi turno.

Y se acercó lentamente hacia su visitante, que empezó a sudar, no por el miedo, sino por el calor extremo. Y bajo esas condiciones se desencadenó la batalla.

Instantáneamente Zuberi notó la diferencia que había entre ella y sus compañeros: Adwar era mucho más veloz y ágil que todos aquellos con los que se había enfrentado. El joven apenas podía igualar su rapidez, sin embargo se sentía seguro de sí mismo. Había aprendido mucho y lo habían ayudado bastante. Incluso sentía la intensa energía que Malaika le había obsequiado. Podía ganar. O perder con cualquier descuido, por mínimo que fuese.

Las espadas chocaban con ferocidad. La de ella era un poco más larga y pesada, pero la de él era suficientemente resistente como para no preocuparse por eso. Tras varios movimientos muy cercanos, Adwar se alejó un poco y le dijo:

-Es la de Abrafo, ¿cierto? Una espada de humanos. Capaz la más poderosa que haya. Él la tenía sólo por ser vanidoso, porque en sus manos, como ya debes saber, perdía mucho poder.
-Sí, Malaika me explicó un poco sobre las armas.
-Pero en las tuyas te hace más y más fuerte cada minuto que la usas.

Zuberi observó minuciosamente su arma, aunque no entendió ni se preocupó por ello. Luego le preguntó a la mujer:

-¿Y qué hay de la tuya?
-Es como la tuya. Yo también soy humana- le dijo ella con una sonrisa-, como tú. Aunque yo sí puedo usar armas espirituales o demoníacas. Por ser La Guerra.
-¿Porque no usas de otro tipo entonces?
-No hace falta más poder. Prefiero luchar con el mío propio. Además, las armas humanas son más prácticas.
-Me agrada como piensas- confesó el muchacho-.
-Gracias, Zuberi- respondió ella sonriendo amargamente-. Sigamos.

Y brincó hacia él, que se defendió con aplomo. Ella era tan fuerte como Malaika, eso lo asustó un poco, pues pensó que ella también sería un espíritu, y uno aún más veloz que Abrafo.

Llevaban ya media hora de La Tierra de Los Vivos cuando apenas empezaron a jadear, al mismo tiempo. Pero ellos seguían luchando ciegamente. Ramla podía escuchar los gritos y los impactos que se producían entre las espadas. Y el más valiente les temió.

Ellos conversaban mientras luchaban.

-Si se supone que Malaika es invencible, ¿porqué ustedes son la siguiente casa?
-No es que sea invencible. Es que no puedes matarla, a excepción de que tengas Poder Espiritual. El cual yo poseo. Sin embargo no estamos ordenados por nuestro poder, sino por nuestro papel en las demás vidas humanas. Pero no pretendo explicarte algo tan complejo como eso en este momento.
-Ya veo. Además, me parece que peleas mejor que ella.
-Es así. Ella es muy pacífica. Yo en cambio entreno diariamente para ser más y más poderosa. Debo mantener mi posición.

Las espadas se quejaban de los choques, chillando fuertemente al entrar en contacto.

-¿Tu posición?- preguntó Zuberi, mientras se agachaba para esquivar un rápido ataque.
-Así es. Soy la de mayor rango entre Las Encarnaciones. El cargo me fue designado a mi por mis habilidades de disciplina y organización militar. Yo fui quien preparó tu bienvenida. Estábamos esperándote.
-¿A mi?- preguntó él, atacando el cuello de la mujer, que se movió ágilmente.
-No sabíamos exactamente a quién, pero a alguien que viniera a enfrentarnos, buscando su destino.

Adwar saltó hacia un lado y luego retrocedió un paso, evitando un corte que pudo ser fulminante. Chocaron las filosas armas y saltaron chispas, que dejaron ligeras marcas en las manos de los portadores. Entonces Zuberi obtuvo una pequeña ventaja, pero al alcanzar el abdomen de Adwar con la espada no consiguió herirla, gracias a la armadura. Entonces ella sonrió y se alejó un poco. Acto seguido, se despojó de ésta, mostrando una esbelta figura cubierta por delgadas telas negras.

-Es pesada-dijo-. Y no está ayudando mucho tampoco.

Y alzó su espada para seguir luchando. Zuberi apretó los dientes y se concentró como nunca, debía ganar esa batalla. Pero ella era demasiado rápida y experta. Al quitarse aquel caparazón metálico, había recuperado su ritmo inicial de manera impecable, como si apenas estuviera comenzando el combate.  ¡Pero él también iba a resistir mucho más!

Nuevamente jadeaban ambos. Sus cuerpos danzaban al ritmo que marcaban sus espadas al estrellar sus filos o cortar el aire. Hombre y mujer finalmente presentaban pequeñas heridas en sus cuerpos: rasguños y pequeñas cortadas adornaban a los guerreros en sus estómagos, rostros y extremidades, y eran cada vez más abundantes. Pero no más profundas.

La batalla era demasiado pareja, al igual que sus cansancios.

Poco a poco, todos los que habían sobrevivido a la visita del hombre comenzaron a desesperarse, pues el ruido que causaba aquella pelea retumbaba en todos lados. El enfrentamiento se sentía eterno.

Y allá Zuberi aprovechó un ligero descuido de Adwar y le incrustó la punta de la espada en su ombligo, que empezó a sangrar. La mujer cayó sobre sus rodillas, y el joven retiró su arma y se alejó un par de pasos, mientras observaba cómo la guerrera quedaba tendida en el suelo.

La mujer comenzó a gritar y Zuberi la miró horrorizado: la sangre que se derramaba dejó de fluir. Luego toda la piel de Adwar se aclaró hasta volverse casi transparente. Ella se levantó lentamente. Al enderezarse tenía los párpados cerrados y ya no gritaba. En su espalda había nacido un par de alas, semejantes a las de un murciélago. La mujer giró hacia Zuberi y abrió sus ojos, mostrando unos furiosos ojos rojos carmesí, dedicándole al hombre una macabra sonrisa, de grandes y salvajes colmillos letales.

Y aquella batalla aún no había terminado.




BlackJASZ

lunes, 18 de octubre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 9

Capitulo 9: De cómo Malaika recibió a Zuberi

Despertó. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni le importaba. Su estómago rugía, así que buscó en su bolso unas pocas frutas y se las comió vorazmente. Cuando ya estuvo recuperado y listo para partir, tomó todo lo que había traído y levantó el hacha, reclamándola como su premio. Después buscó la salida.

Una puerta oscura y en mal estado se hallaba al otro lado de la habitación, en medio de dos antorchas. Apenas Zuberi la tocó, todo el lugar se sumió en la oscuridad, pero ya eso no importaba. Salió sin mirar atrás.

Frente a él habían unas escaleras que abarcaban un estrecho pasillo descendente, cuyo final no lograba ver. Agradeció que ya le faltaba menos camino que lo que ya había recorrido y comenzó el descenso.

A medida que bajaba, notaba que la temperatura iba aumentando progresivamente, y bajo esas condiciones estuvo durante una semana entera, hasta que llegó a la siguiente estancia.

Entonces empujó la pequeña puerta que encontró al final de la escala, aquella por donde apenas podía pasar un niño, que estaba adornada por unas letras doradas que escribían: "La Sexta Visita: La Fuerza de El Espíritu". Como pudo, con mucho esfuerzo y pericia, atravesó la entrada. Era una habitación enorme, muy iluminada, aunque no sabía de dónde provenía la luz, y por alguna razón, extremadamente cómoda. Frente a él, a lo lejos, se encontraba de pie una bella chica, vestida con finas telas doradas. El joven la reconoció: era la mujer que se había llevado a Abrafo. Entonces intentó buscarlo con la mirada, pero él no estaba allí.

-Él está descansando. No lo volverás a ver, tranquilo. Bienvenido- saludó ella con voz melodiosa.
-Gracias. ¿Quién eres?

-Mi nombre es Malaika. Significa "Ángel". Éste es mi hogar. Soy un espíritu que vela por la paz y el bienestar de todos. Incluido el tuyo.
-Entiendo-dijo el joven, aunque no se fió de sus palabras-. Tu voz se me hace familiar.

La mujer sonrió, luego dijo:

-Fui yo quien te habló en el desierto, quien te dijo que debías seguir, que te levantaras.
-¡Ya veo! Gracias por tu apoyo.
-Tenías que llegar aquí, era tu destino. Mi deber es ayudarte.
-Muchas gracias, realmente lo aprecio. Este camino que me he trazado no es nada sencillo.
-Lo sé. Detrás de mí está la última Visita y luego las Puertas del Arjana. Deberás pasarlas para llegar a tu destino. Dicho esto, ya cumplí con todo lo que debía explicarte.
-Gracias. Y supongo que me dejarás pasar sin más, ya que me dijiste que eras un espíritu que velaba por la paz. Y por mi bienestar.

Zuberi caminó hacia la chica, que le estaba sonriendo amigablemente.

-Dije eso, no que te dejaría cruzar sin antes luchar conmigo. Como dice Adwar:
"Sis Vis Pacem", si quieres la paz, prepara la guerra.


Y desenvainó una brillante y larga espada. El joven soltó la lanza y sostuvo con firmeza el hacha, arma que aún no había estrenado. Apenas la tomó entre sus dos manos, ésta dejó de sangrar.

-¿El hacha de Abrafo, eh? Sangra cuando tiene sed de muerte. Pero ahora está ansiosa por eliminar a alguien, sin importar a quién, así que dejó de sangrar como muestra del gusto por la muerte y la batalla.
-¿Así que por eso el filo se enrojeció cuando te llevaste a mi enemigo? Ahora entiendo, esta cosa quería que lo matara.
-Desconoces el arma que utilizas. Claro que quería eliminarlo. Y no sólo por el puro placer que siente al matar. Sucede que aunque él era su dueño, Gazini tiene su orgullo. Abrafo es un traidor, por eso el arma ya no pensaba que era digno de usarla.
-¡Vaya idiota! Que te odien tus aliados debe ser terrible castigo.
-Es correcto. Pero menos plática y más acción, chico.

Y comenzó aquella lucha. La espada de Malaika liberaba destellos cada vez que era agitada, mientras que el hacha se había vuelto totalmente ligera, a gusto con su dueño. Los choques entre las armas resonaban aún más que los que ocurrían en la batalla contra Abrafo, pues Malaika era más fuerte que éste último.

Aunque Zuberi era extremadamente hercúleo, aquella mujer lo era mucho más. Su poder definitivamente era sobrenatural. La ventaja claramente la tenía ella. Aunque el muchacho no desistía y demostraba tener mucha energía y resistencia, lo cual auguraba un enfrentamiento casi interminable.

Pero una hora después de haber empezado, en uno de los impactos, Gazini estalló, haciéndose añicos. Zuberi  voló varios metros y cayó sentado en el suelo. Malaika rió pícaramente y dijo:

-Es un arma semidemoníaca en manos de un simple hombre. Pierde mucho en tus manos. Al igual que Nisnit, su hermana, forjada por un demonio a partir de materiales humanos, por eso pudiste matar a su dueño con ella, aunque no hubiese durado mucho en tus manos. Resulta pues que sólo las armas espirituales o demoníacas pueden dañar a los demonios.

-Increíble. Bien, hay que continuar.

Zuberi se puso de pie y le apuntó a Malaika con una flecha.

-¿Ese arco te lo dio Femi, la Encarnación de El Amor, verdad?
-Así es.

La mujer rió suavemente.

-¿De qué te burlas?- preguntó el joven.
-Es un Arco del Amor. No puedes herir a nadie con eso. Aunque quizás sí te sirva para conseguir unos cuantos amantes.
-¡Debes estar bromeando!
-Definitivamente no conoces las armas que usas. Agradece que no le acertaste a Abrafo con alguna flecha, no te habrían gustado las consecuencias- y se siguió riendo de la ignorancia del muchacho-. ¡Ésa Femi!


"Eso explica porqué tenía esa actitud mientras le atacaba con esto. Da igual, de alguna forma tengo que vencerla", pensó el joven. Y disparó flecha tras flecha contra Malaika. Mas ella se hizo invisible y Zuberi no supo a dónde disparar.

-Olvidé contarte sobre mis habilidades: puedo hacerme invisible e ir rápidamente a cualquier lugar cuando quiera- le susurró ésta al oído.

El hombre se sobresaltó, dio un brinco y alcanzó su lanza, preparado para lo que sucediera. Cerró los ojos e intento escuchar los pasos de la chica.

-Tampoco oirás mis pasos, como no podías oír los de Nawvlee. Él era un demonio, yo un espíritu. Realmente no tocamos el suelo aunque parezca que caminamos.

Zuberi no se mostró molesto. Le dio un pequeño toque a su collar, y aún con sus ojos cerrados, arrojó su lanza siguiendo su intuición, sentido que no le fallaba al parecer, después sacó la pequeña daga y corrió hacia donde había atacado.

Malaika desvió el amenazante proyectil que volaba usando su espada, y con dificultad logró detener a Zuberi que casi le causó un corte en el estómago.

-Ahora puedes luchar aún sin ver a tu contrincante- dijo ella, al tiempo que aparecía nuevamente, tras haber proyectado lejos al muchacho-. Has mejorado mucho.

Entonces sacó una segunda espada y se la arrojó a Zuberi. El joven la examinó unos segundos y exclamó:

-Ésta es de Abrafo. ¿Porqué me la das?
-Quiero ver que tal peleas con ella.

El hombre sonrió y se arrojó contra la dama.

Y siguieron luchando durante tres horas más. Entonces Ángel pronto comprobó que Mirembe le había enseñado bien. Aún así, minutos después la chica le venció de nuevo y el hombre cayó en el suelo, exhausto. Malaika tocó la frente de Zuberi con la punta de su espada y le sonrió, luego se apartó y dejó al muchacho ponerse de pie, aunque a él le costó mucho.

-Puedes irte.


El hombre, extrañado, le preguntó:

-¿Eso es todo?- preguntó entre jadeos-. Ni siquiera te vencí.
-No dije que tuvieras que hacerlo- le dijo sonriendo-. Nunca me hubieses ganado. Otra de mis habilidades: nunca me agoto, por eso nadie ha podido matarme. Tú has perdido no por tu habilidad, sino porque te cansaste.
-Si sabías que ibas a ganar, ¿entonces para qué luchaste conmigo?
-Sólo para averiguar si eres capaz de enfrentarte a Adwar, la dueña de la siguiente habitación. Ella si te mataría si se lo permitieras. Es la mejor guerrera entre todos nosotros, por eso está en la última Visita, para limpiar los restos.
-Entiendo. Bueno, he de partir entonces. Por cierto -acotó recordando algo-, gracias por ayudarme cuando estuve en la segunda visita, contra Femi y Mirembe.
-No fue nada. Quise que te ayudaran, aunque sólo para ver hasta donde puedes llegar si eres bien entrenado. Conserva la espada como un regalo de Abrafo. Mi obsequio ya lo has recibido.
-¿En serio?
-Sí, al tocar tu frente. Te dí Fuerza Espiritual y suficiente energía para tus próximos desafíos. Lo notarás después de descansar un poco.
-Gracias. ¿Y para qué me servirá la Fuerza Espiritual?
-Es un don especial. Una condición, mejor dicho. Te permite causar daño de verdad cuando luchas contra espíritus y demonios. Te permite tocarnos y herirnos con cualquier arma pura, como si fueras uno de nosotros. Así mismo podrás emplear elementos espirituales y demoníacos sin que estos pierdan su poder como le ocurrió a Gazini.
-Dejame adivinar: ¿otra habilidad tuya?
-Mía y de todos Los Espíritus.
-Entiendo. En otras palabras, ahora soy más fuerte. ¡Muchas gracias!
-De nada, ahora márchate. Debes continuar.

-Está bien, adiós.

Y Zuberi se dirigió a la salida. Pero, apenas comenzó a alejarse de la chica, recordó algo y se detuvo para decir lo siguiente:

-Oye, ¿es cierto que puedes ir a cualquier lugar cuando quieras?
-Sí.
-Entonces tú debes saber qué encontraré en el "Sendero del Arjana". Abrafo me mencionó algo de eso. Aunque dijo que nadie lo ha cruzado nunca y que sólo él sabe lo que hay allá.
-Dos espíritus extremadamente fuertes y traicioneros. Ten mucho cuidado con ellos. Son únicos.
-¿Los conoces?
-Sí, sus nombres son  Bbwadenne y Agwang. Nosotros los llamamos "Los Grandes Cánidos", pues son un perro negro y una loba blanca de grandes tamaños. No tienen igual. Además son dos de los cinco espíritus del Arjana.
-¿Y los otros quienes son?
-Uno de ellos soy yo. El resto los conocerás pronto.
-¡Demonios! Que mal suena todo eso.
-Es mucho peor que lo que suena, te lo aseguro.
-¿Y qué hay de mi tribu? ¡MORIRÁ DE HAMBRE Y SED ANTES DE QUE YO PUEDA VOLVER! Si acaso vuelvo.
-Es por eso que debes apresurarte.
-Bueno, continuaré entonces. Muchas gracias por todo. Fue un placer haberte conocido, Malaika.
-El placer es mío, Zuberi. Por cierto, ¿te puedo pedir algo?
-Claro, ¿qué sucede?
-Deja de decir "demonios", por favor- rogó alegremente la chica-. Realmente me molesta esa expresión.

Zuberi recordó lo que significaba "Malaika", entonces sonrió sinceramente y le respondió:

-Claro, lo siento.

Y se marchó.




BlackJASZ

domingo, 17 de octubre de 2010

PERSONAJES - LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI

Listado de Personajes

Un resumen de los personajes que han aparecido en la historia, ordenados alfabéticamente. Está muy detallada, contiene detalles de la trama.


-
ABRAFO: "Verdugo". Representa La Muerte. Cubierto por una toga y una capucha, ambas negras. Viste debajo una armadura completa, negra y pesada. Su piel es rojiza y tiene cuernos como su hermano menor, Nawvlee. Perla negra. Su hacha se llama Gazini, "Hacha Sangrante". Quinta Visita.
-ADWAR: "Guerra". Joven caucásica de muy mal carácter, autoritaria y de poca paciencia. Lleva puesta una armadura dorada muy pesada, con una capa negra. Lidera al resto de Las Encarnaciones. Perla Dorada. Séptima Visita.
-AGWANG: "Gran Loba". Hermosa loba de tamaño colosal. Su pelaje era blanco perlado, sus ojos eran de un hermoso verde como las praderas. Mas a pesar de la calma que reflejaba su mirada, era imposible estar en su presencia. Se decía que Agwang tenía la habilidad de forzar sentimientos y pensamientos en aquellos que cruzaban su mirada con la de ella. Su emoción favorita para inducir era el pánico. Perla Blanca. Sendero del Arjana.
-AMARA: la hermosa prometida de Zuberi.
-BAHATI: "Fortuna". Mujer morena hermosa muy esbelta. Su mirada es arrogante y a la vez reconfortante. Representa La Fortuna.  Perla amarilla. Le regala a Zuberi el collar verde. Segunda Visita.
-BARASA: "Ron". Anciano borracho con aspecto intelectual. Representa Los Vicios. Esposo de Bahati. Perla vinotinto. Le regala a Zuberi una lanza. Segunda Visita.
-BBWADDENE: "Perro Gigante". Can colosal casi enteramente negro como el azabache. Sus ojos eran tan sombríos como la noche misma. Ni siquiera reflejaban el más mínimo de los destellos. Fieros, retadores. Incluso sus dientes eran oscuros, debido a la sangre seca que los bañaba. Esta infernal criatura era tan maligna, que aún estando a varios metros de ella, se podía percibir el aliento a muerte y odio que exhalaba. Las tribus siempre decían que Bbwaddene era el camino más corto a la desesperación. Ser asesinado por él podía ser el peor castigo posible, pues el alma de la víctima quedaba atrapada en una especie de abismo, aislada de cualquier otra creación. Encerrada en la nada. Perla Gris. Sendero del Arjana.
-DUNA:
 "Líder". Líder de la tribu.
-FEMI: "Amor". Mujer increíblemente hermosa, como Amara. Está casi desnuda. Representa El Amor. Esposa de Mirembe. Perla roja. Obsequia a Zuberi arco y flechas y lo entrena. Tercera Visita.
-GWALA:
"Cobardía". Hombre de carácter aparentemente blando y poco decisivo. Porta una armadura plateada. Su aspecto es de un joven de poco más de veinte años. Es el alma de Adwar. Perla plateada. Séptima Visita.
-IMAMU: Guía Espiritual". Guía espiritual y consejero de la aldea.
-IMOO: "Oscuridad". Niño moreno. Perla anaranjada. Cuarta Visita.
-LESEDI: "Luz". Pequeña niña rubia. Perla morada. Dueña original de la daga brillante que Zuberi usa para salir tras vencerla. Cuarta Visita.
-MALAIKA:
"Ángel". Mujer joven y hermosa vestida con finas telas doradas y una corona de laureles. Es un Espíritu que vela por la paz y el bienestar de todos. Perla azul. Sexta Visita.
-MIREMBE: "Paz". Hombre de aspecto ligeramente homosexual. Es el esposo de Femi. Representa La Paz. Perla rosada. Entrena a Zuberi. Tercera Visita.
-NAWVLEE: "Gran Demonio". Aspecto de minotauro. Hermano menor de Abrafo. Su hacha se llama Nisnit, "Hacha Que No Sangra".

-RAMLA: "Adivino". Representa El Futuro. Estatura y edad media, moreno, ojos claros. Ropa extraña, vestía como hombre, mas algunas prendas de mujer. Tiene dos personalidades, una masculina y una femenina.  Perla marrón. Regala a Zuberi un espejo y un trozo de piel, que usa como bolso. Primera Visita.
-ZUBERI: protagonista.




BlackJASZ

sábado, 16 de octubre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 8

Capítulo 8: De cómo empezó a caer el "Mirador del Cielo"

-Femi, Mirembe, llegan tarde- reclamó Adwar, la guerrera-. Hace rato que envié a Malaika a buscarlos.
-Ella nos pasó el mensaje- afirmó la mujer más hermosa de la sala, que apenas estaba llegando-, pero estábamos despachando a nuestro visitante.
-¿Y ella apareció así como así frente a Zuberi?- preguntó Barasa.
-No seas tonto- explicó Ramla-. Hizo lo que ella siempre hace.
-Bueno basta de tonterías- acalló la de mayor rango-. Y ustedes dos, ¿porqué le ayudaron tanto?
-Nos nació hacerlo- se defendió Mirembe- Bien sabes que lo que hagamos con el visitante en nuestra habitación no es problema de los demás. Debes respetar la privacidad de las otras Encarnaciones.
-A nadie le importa eso- se quejó Adwar-. Éste se la pasa metido donde no le importa- espetó señalando a Abrafo-. En fin. Ya debe estar en el hogar de Lesedi e Imoo. Veamos que sucede allí. Ese par de niños traviesos. Son una molestia.

Y así hicieron. Observaron cómo se desarrolló la batalla en la Cuarta Visita. Al terminar, todos estaban atónitos. No creían posible que aquel hombre hubiese asesinado a la pequeña Lesedi. Era un acto inhumano.

-Voy a matar a ese infeliz- susurró Adwar.
-¿Qué le pasa?
-Debe morir.
-No lo entrené para eso.
-¡Ah, por favor!- exclamó irónicamente el verdugo Abrafo-. Nadie la quería más que su hermano, y él está medio muerto también. Después de todo solo era una niña fastidiosa. Ninguno aquí sentía interés alguno por esos dos. ¡Hipócritas! Ni que fueran sus padres o amigos. No aparenten ser algo que no son. Ustedes mismos saben que no les importa ese par.

Todos callaron tras aquel sermón. Muchos de ellos le daban la razón.

-No tienes corazón, Abrafo- dictaminó Femi.
-¿Acaso le advertiste al tipo ese que los siguientes anfitriones eran niños?¿Le pediste que no les hiciera daño? ¿Que ellos sólo querrían jugar? A ti muy poco te importan ellos. ¡Estúpida hipócrita!
-¡No le hables así a mi mujer! Hay que estar tranquilo entre nosotros, al menos.
-¡Vamos! Es culpa de ella, que acepte las consecuencias de sus actos.
-¿Así como tu aceptas la muerte de tu hermano?- interrumpió Adwar.
-No lo metas en esto- respondió el aludido con tono colérico-. Ese es un asunto que estoy a punto de arreglar.
-Anda pues-dijo la guerrera-. ¡Sigue adelante! A ver si consigues lo que buscas, o lo que te mereces.
-¿Qué insinuas?- se quejó Abrafo.

Adwar le respondió con una sonrisa. Él escupió al suelo y dijo:

-Soy "El Verdugo", mi labor es despachar a aquellos que merecen morir por lo que han hecho. Zuberi nos trajo muerte, así que eso le llevaré a él.

Dio media vuelta y abandonó el Mirador del Cielo. Los demás permanecieron en silencio al verlo partir, sabían que Abrafo necesitaba matar para sentirse tranquilo, y tras la llegada de Zuberi, por fin tenía a quien ejecutar. Él haría lo imposible por asesinar al visitante, tuviera o no razones para hacerlo.

Adwar supo que el verdugo sería lo más cruel posible, pues la venganza le llamaba por su nombre. Nawvleee, su hermano, fue muerto a manos de aquel hombre...




-Ustedes son los sentidos del sol, que observó todo desde las alturas. El único presente que pudo haber visto todo desde el principio hasta el fin.
-Así es-respondió el único espectro que podía hablar-. Nosotros estuvimos allí. Pero ahora estamos aquí para simbolizar que somos lo último que se posee antes de morir.

Mientras conversaban, una enorme puerta de madera comenzó a materializarse a espaldas de los seis fantasmas.

-Nos han asignado a este lugar para indicar que tras nosotros, Los Seis Sentidos, se encuentra la entrada a la quinta visita, el hogar del verdugo. Puedes marcharte.

Los sujetos se apartaron y el joven se dirigió a la puerta, cuyo dintel rezaba en brillantes color rojo: "Quinta Visita", y bajo a estas letras estaba el dibujo de una macabra calavera, del mismo sanguíneo tono.

-Aquí debo cuidarme-susurró-. El hogar Abrafo.

Entonces observó a su alrededor y descubrió su soledad. Tragó saliva y empujó la puerta.

La habitación a la que el joven llegó era de tamaño moderado y estaba iluminada por unas cuantas antorchas que le otorgaban un aspecto crepuscular y lúgubre. En medio del salón se hallaba un hombre de pie, vestido con una larga toga negra. Su rostro no se podía ver, pues una ancha capucha lo cubría.

-Zuberi- dijo éste-, tardaste demasiado en llegar. Soy Abrafo, "El Verdugo", dueño y señor de este hogar.
-Lo bueno se hace esperar, ¿no?
-Tienes muy buen humor-afirmó Abrafo, relajadamente-, ¡para estar a punto de morir!

El hombre desenvainó una larga espada dorada desde debajo de su toga y corrió velozmente hacia Zuberi, quien detuvo el ataque chocando el filo de su lanza contra el arma que le amenazaba.

-La espera valdrá la pena.

El joven proyectó la espada hacia un lado e intentó patear a su interlocutor, pero falló. Ambos eran muy ágiles.

Por más de veinte minutos estuvieron luchando, sin que ninguno de los dos demostrara ser mejor, hasta que Abrafo se alejó. Entonces Zuberi le arrojó su lanza, que falló también, para luego emplear su arco. Una ráfaga de flechas bañó al verdugo, aunque con mucha dificultad éste esquivaba los proyectiles, mientras se reía sin control. Abrafo era el luchador más rápido al que había tenido que enfrentarse hasta entonces.

-¿De qué te burlas?- preguntó Zuberi mientras seguía disparando velozmente.

Pero Abrafo no le respondió, se limitó a seguir riendo unos minutos más.

Al quedarse sin flechas, Zuberi sacó la daga que acababa de conseguir y se dispuso a pelear con ella. Pero Abrafo,gracias a su perfecto dominio de la espada, llevaba una amplia ventaja.

Zuberi no le permitó la victoria, pues entre los numerosos ataques consiguió detener el peligroso filo, usando ambas manos y el cuchillo Así ambos se vieron envueltos en aquel forcejeo.Ambos guerreros eran muy fuertes también. Pero pronto la posesión del arma la obtuvo el joven visitante, que golpeó con el filo el estómago de su enemigo, pero nada sucedió. La Encarnación se alejó de él y, enojado, le dijo:

-Ningún hombre jamás había hecho algo como eso. Detener uno de mis ataques con las manos y además arrebatarme mi arma. Pues yo también te daré una pequeña sorpresa.

Abrafo se irguió y de un tirón se arrancó la toga y la capucha, dando a observar que estaba protegido de pies a cabeza por una pesada y soberbia armadura negra. Se desprendió de ésta y descubrió su cuerpo: aunque era muy semejante a un ser humano, su piel era rojiza y sus ojos amarillos. La perla que marcaba su frente era negra como la noche. Tenía grandes colmillos y garras, y su cabeza, calva además, estaba adornada por una pequeña cornamenta.

-¿Te soy familiar?- preguntó el anfitrión con ronca voz.

Asombrado, Zuberi susurró:

-Nawvlee.
-Exactamente- dijo pasivamente Abrafo-. ¡ERA MI HERMANO MENOR!- gritó con fuerza, haciendo que toda la habitación temblara.

Luego, de lo que debería ser su ombligo, comenzó a salir el mango de un arma. Mostrando cierto esfuerzo, el verdugo consiguió extraer una nueva herramienta, sin dejar heridas en su cuerpo.

-Ésta es Gazini, "El Hacha Sangrante", hermana de Nisnit, "El Hacha que No Sangra", la que usaba Nawvlee. Con esta arma pagarás por su muerte- dictaminó.
-Si no querías que muriera, no debiste permitir que se arriesgara en esa batalla.
-¡Silencio! Ahora verás por qué soy "el verdugo". Mi trabajo es asesinar a los condenados por la culpa, y tú eres un perfecto candidato para morir. ¡PREPÁRATE!

Sus cuernos aumentaron considerablemente de tamaño, muestra de su creciente ira, entonces se arrojó contra el hombre.

Fueron veinte minutos más de reñido combate. Abrafo se había vuelto aún más rápido. Las fuerzas de aquellos sujetos eran tan descomunales que el choque de sus armas se podía escuchar a kilómetros, haciendo que todo el lugar se estremeciera. Allá, en algún lugar, Adwar sonreía al ver lo poderoso que se había vuelto Zuberi y se sintió ansiosa de que venciera a Abrafo, aquel cretino molesto y traidor que tanto había aprendido a odiar.

-Este show se acabará pronto, yo lo sé- afirmó la chica-. Creo que es momento de que los que quedamos vayamos a nuestros respectivos hogares, es hora de esperar. Esta reunión termina aquí.

Y cada quien fue a su lugar, como se los había ordenado la guerrera de mayor rango.




Se escuchó un último impacto, y en la "Quinta Visita" un semidemonio cayó al suelo, abatido y tan exhausto como su enemigo. Una hora después de haber empezado, por fin la batalla llegaría a su fin. Zuberi, el hombre más fuerte que se conocía en aquellos tiempos tomó el hacha de su contrincante, y se dispuso a eliminarlo de la misma forma en que lo había hecho con su hermano:

Allí se detuvo, de pie frente al Demonio-Encarnación, alzando a Gazini con dificultad, preparado para dejarla caer con todas sus fuerzas sobre el cuerpo de su dueño. Los ojos de Abrafo no mostraban terror ni arrepentimiento, solo un profundo odio hacia Zuberi, pero a éste último no le importó aquel sentimiento.

-No lograrás cruzar el Sendero del Arjana- dictaminó el representante de La Muerte.
-¿De qué hablas?
-No tienes lo necesario para alcanzar tu meta. Dudo incluso que logres llegar a las Puertas del Arjana. Aunque sinceramente espero que mates a Adwar, se lo merece.
-¡Demonios! No entiendo nada de lo que dices.

El verdugo le sonrió de forma burlesca y luego explicó:

-Te faltan dos Visitas más, luego llegarás a Las Puertas y el Sendero del Arjana, no lograrás cruzarlos. Por fuerte que seas no lo conseguirás.
-¿Qué hay en esos lugares que represente tantas dificultades?
-Eso lo averiguarás si tienes suerte de sobrevivir hasta llegar. Nunca lo han cruzado. Y sólo yo sé lo que encontrarás, si es que llegas.

 Zuberi observó sus ojos, de manera desafiante, pero la mirada de Abrafo no había variado, y supo que él no le diría nada más. El hombre se despidió de su enemigo con una sonrisa irónica, ¡y lanzó el fulminante corte!

Pero algo detuvo el ataque en seco, a mitad del aire. Algo que al principio no pudo ver. Pero fijó sus ojos en uno de los extremos filosos del hacha y observó asombrado: una mujer muy hermosa, adornada con una perla azul en su frente, vestida con finas telas doradas y una corona de laureles, sostenía al elemento con tan sólo dos dedos. La chica no aparentaba realizar esfuerzo alguno, mientras que el joven intentaba desesperadamente liberar a Gazini de aquella opresora que mágicamente había aparecido allí.

-Ya hay suficientes muertos para lo que puedo soportar- dijo la chica- Y tú- exclamó dirigiéndose a Abrafo-, creo que ya tuviste suficiente.

Entonces la mujer colocó uno de sus desnudos pies sobre la frente del verdugo, y ambos desaparecieron sin dejar rastro. Luego, el hacha cayó al suelo y comenzó a sangrar de sus filos, mientras que la vieja espada de Abrafo desaparecía junto con la armadura y la abandonada toga.

Zuberi, asombrado, se sentó en el suelo y soltó el arma.

-¿Quién habrá sido ella?- se preguntó el joven, y se desmayó.




BlackJASZ

lunes, 4 de octubre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 7(B)

Capítulo 7(B): De Cómo Zuberi Sale a La Luz

Al cruzar la puerta, se vio obligado a cerrar los ojos, pues la intensa luz blanca que reinaba en la siguiente habitación le encandilaba. Avanzó lentamente, mas a los pocos pasos se detuvo: no esperaba escuchar un fuerte portazo. Supo que no había vuelta atrás. Pero eso poco le importo, solo quería seguir adelante, llegar al final de su travesía tan pronto como le fuera posible.

-No desesperes- pronunció una voz masculina, firme y totalmente desconocida-, Zuberi. Piensa en que te falta menos que cuando llegaste.
-¿Quién eres?- preguntó el joven, sabiendo que podría esperar cualquier tipo de respuesta. Se sentía seguro-. ¿Y cómo sabes mi nombre?
-Vamos- le respondió la voz-, nosotros tenemos conocimiento sorbe muchos temas. Ahora, abre los ojos.

"¿Nosotros?" repitió el joven en su pensamiento. Decidió seguir la instrucción, y lentamente separó sus párpados. La luz ya no le molestó más, así como tampoco la oscuridad le molestó al abandonar la Cuarta Visita. Entonces se llevó una leve impresión por lo que vio: estaba en un cuarto pequeño y brillante, con seis hombres desnudos y de pie a su alrededor. Pero ellos no eran normales. Lo primero que el joven notó es que les faltaba muchas partes a sus cuerpos, por ejemplo: todos carecían de cabello, ombligo y genitales. El que estaba justo frente al joven habló, de nuevo:

-Nosotros somos Los Sentidos. Yo soy El Gusto. Hacia mi derecha, ellos son El Tacto, El Oído, El Olfato, La Vista y El Instinto.

El último nombrado no tenía orejas, nariz, ojos o boca. El resto sólo tenía una de cada parte recién nombrada, de acuerdo a su nombre (por ejemplo: la vista sólo tenía en su cara unos ojos verdosos, muy cansados pero llenos de vida y esperanza). Sin embargo El Tacto se asemejaba a El Alma, excepto por su piel, que era aún más blanca que la de los demás.

-¿Son ustedes las siguientes Encarnaciones?- preguntó Zuberi.
-No. Sólo somos espectros, fantasmas, si lo prefieres. Joven guerrero, tenemos una historia que contarte.
-No tengo intenciones de gastar mi tiempo.
-Es menester que escuches lo que tenemos que contarte, pues si no superas nuestra prueba nunca saldrás de esta habitación, que como puedes ver ya no tiene puertas.

El joven observó a su alrededor y corroboró que estaba rodeado de paredes. Ni una sola puerta, ni una sola ventana.

-Te escucho- dijo definitivamente.
-Perfecto- le respondió el único espectro que tenía boca-. Solo podrás darnos una respuesta. Tienes una oportunidad, y si fallas, nosotros desapareceremos y tú perecerás aquí, encerrado en la soledad. Ahora escucha con atención, ya que no lo repetiremos:

"En medio de un claro de bosque, todos despertaron al mismo tiempo. Se vieron desnudos los unos a los otros, y se supieron hombres y mujeres. Los primeros. Los treinta. Creados para no morir para siempre.

El instinto los llevó a juntarse por parejas, una mujer para cada hombre y un hombre para cada mujer. Y así reconocieron su hogar con el nombre de Tierra de Los Vivos. Pero sólo existían silenciosas plantas en torno a aquellos pocos humanos. Al percatarse de esto, y sentir curiosidad, una de las parejas decidió buscar vida en otros lugares. Se preguntaban si existían más como ellos. Le propusieron a sus compañeros partir en busca de otros hombres y, de ser posible, mejores opciones para todos. Mas nadie los apoyó. Les insultaron y se burlaron de ellos, pues pensaban que no necesitaban nada más de lo que ya tenían.

Pero esto no hizo más que enfadar a la pareja. Estaban decididos a demostrar que tenían razón y que debían partir. Una cálida noche, mientras todos dormían, ellos despertaron y abandonaron aquel lugar.  

Varios días vagaron, sin encontrar más que hierbas y árboles que cada vez se hacían menos frecuentes. Eventualmente la chica se cansó de andar tanto y quiso volver con los otros. Mas el hombre, en su fiel e impecable terquedad, se negó a regresar, aún sabiendo que tenía todo lo que necesitaba. Envió a la mujer de regreso, sola y asustada, y él siguió su camino sin escuchar las súplicas de aquella que lo amaba.

Pasaron los días y la espesura del camino se había perdido. El hombre veía cada vez menos árboles y incluso menos hierba, hasta que finalmente llegó a un terreno cubierto de arena, que a la distancia se convertía en piedras cada vez más grandes. Desde donde se encontraba no podía ver más allá de las grandes montañas grises, pero supo que algo se escondía detrás de ellas. Él quiso adueñarse de aquello.

El solitario individuo siguió avanzando a través del cálido desierto, decidido, perdido. Y la ambición le consumió. No sólo quería llegar más allá que ninguno, necesitaba hacerlo. Los demás hombres le reconocerían como alguien superior, y su esposa se arrepentiría de haber regresado, de haberlo abandonado. Ellos le reconocerían y entonces tendría poder sobre los demás. Eso pensaba él.

-¿Por qué haces todo eso, muchacho?- le preguntó una suave voz desde todas las piedras que le rodeaban. Era El Creador, arquitecto y diseñador de toda forma de vida.
-Quiero demostrar que tengo razón- replicó con firmeza el hombre, sin detenerse.
-No necesitas llegar hasta el fin del mundo para ser feliz. ¿No lo eras ya con todo lo que les he brindado?
-No es suficiente. Deseo ser amo y señor.
-Mira hacia atrás.

El hombre se dio la vuelta y descubrió que habían aparecido miles de especies vivientes caminantes, no eran hombres como él, pero eran seres vivos que respiraban y andaban.

-Te ofrezco a los animales. Ustedes, los hombres, serán señores de todos ellos.
-¿Y seré yo el amo de los otros de mi especie?
-No, de ellos no.
-Entonces no es suficiente. Se han burlado de mí, les demostraré que soy mejor.
-¿Si te ofrezco ser señor de las bestias No-humanas cambiaría tu opinión?

Y frente al hombre aparecieron grandes criaturas de distintas dimensiones: gigantes con miradas perdidas; humanos peludos y con grandes colmillos y garras; personas equipadas con cuernos y pezuñas; pequeños seres dentudos con rostros desconfiables; pálidos hombres y mujeres de filosos y sangrientos dientes...

-No es suficiente. Llegaré más lejos.
-Tu ambición no te llevará a un buen lugar, hijo mío.
-No he pedido tu consejo.
-Debes volver con tus compañeros.
-Dije que no he pedido tu consejo.

Y el silencio cayó sobre el desierto. Los No-humanos siguieron a su señor a través de la arena y las piedras.

Semanas más tarde, el hombre escaló la montaña más grande que encontró y observó al otro lado. Al ver tanta oscuridad y sentir tanto frío quiso volver al bosque, pero el bajo y maléfico instinto de sus bestias les llevo a empujarlo al abismo, y luego saltaron tras él.

Y se volvió uno con las criaturas de la noche.

Los otros humanos estuvieron desesperados por la desaparición de sus compañeros, y cuando la mujer regresó, fueron todos juntos en busca de su pareja. Descubrieron los animales, hermosos y salvajes, y decidieron domarlos. Muchos de ellos fueron sumisos. Después de eso, ningún hombre quiso buscar más al que se había descarriado. Ninguno, excepto la mujer que había quedado sola.

La chica fue a buscarle, y llegó hasta el pico de la montaña más alta. Al otro lado, sintió la oscuridad y el frío. Y también la tristeza. Alzó sus brazos hacia el cielo y se arrodilló. Una fuerte tormenta cayó sobre sus hombros, al tiempo que se oscurecían los cielos, dejando un pequeño destello entre las negras nubes: el sol, casi sin brillo. La mujer, sintiéndose miserable, observó el debil resplandor y luego gritó a La Tierra de Los Vivos:

-La gran fuerza que se llevó al hombre que amo le ha condenado a sufrir. Ahora yo doy mi vida a cambio de que se haga justicia con todos nosotros. Por la libertad, hoy entrego mi espíritu.

Desde el fondo de aquel abismo se oyó retumbar un fuerte soplido, y una enorme bestia surgió, más voluminosa aún que la gran montaña: la parte trasera de su cuerpo era la de una cabra, la delantera era la de un toro. Su cola formaba una serpiente y sus ojos brillaban como los de un gato. Tenía enormes garras en cada pata y terribles colmillos en su hocico. Sobre su espalda relucía una crin enorme que partía desde su cuello hasta donde nacían las primeras escamas de la víbora. Aquel ser ardía en llamas tan calientes que evaporaban la torrencial lluvia a metros y metros de distancia. Tomó a la chica con su gigantesco hocico y se la comió con suma facilidad. Luego aulló con tal estridencia, que los humanos tuvieron que cubrirse los oídos, a pesar de estar separados de la montaña a varios días de caminata.

De un brinco, la enorme bestia llegó hasta el terreno donde residían los espantados hombres y mujeres, y les dijo:

-Yo soy El Gran Demonio De La Oscuridad. Tomare la vida de la mitad de ustedes. Como agradecimiento por permitir mi nacimiento, serán mis primeros demonios.

Y al exhalar su oscuro aliento desaparecieron totalmente catorce hombres, dejando a los demás intactos. Luego suspiró, y de su hocico manaron catorce nubes negras de diferentes tamaños, que quedaron flotando alrededor de El Demonio. Luego, de su cuerpo se desprendieron una cuantas bolas de fuego, que eran los originales No-humanos. Éstos huyeron del lugar, para esconderse muy lejos, en los rincones oscuros que encontraran. Pero el inmenso ser no pensaba permitir aquello. Sin embargo, al alzar una de sus patas para detenerlos, la Gran Bestia comenzó a toser desesperadamente, hasta que vomitó una última nube, pero ésta era blanca y hermosa. Verla reconfortaba a los humanos, rompía la oscuridad. El Demonio intentó destruirla de un zarpazo, pero la brillante aparición se elevó rápidamente, dándole nacimiento a la luna. Los hombres supieron entonces que era el espíritu de su compañera, que había escapado. Y cuando ésta se hubo ido, reapareció el sol en el cielo, más allá de la tormenta, y su luz lastimó a La Bestia, obligándola a retroceder hasta su abismo, llevándose sus oscuras nubes. Y allá comenzó a quejarse con sonoros gruñidos.

Antes de disiparse la tormenta, un gran rayo golpeó a la gran montaña, desencadenando un terremoto que hizo que la tierra se partiera en aquel gris punto. El abismo se alejó rápidamente y el movimiento del suelo se detuvo en cuanto La Tierra de Los Muertos hubo desaparecido de la vista y los quejidos de El Demonio ya no se oyeron más.

Los humanos se reprodujeron, dando a luz a más hombres y mujeres que continuaron la especie, y junto a los animales y las plantas poblaron la cada vez mayor Tierra de Los Vivos.

Pero allí no acababa todo. Como símbolo del mal ya existente, los No-humanos asecharon a los hombres, y noche tras noche se robaban a los niños, para contaminarlos contagiándoles su oscuridad.

El Creador decidió establecer orden y le otorgó a los primeros catorce humanos, a los que sí sobrevivieron, dones increíbles y únicos, y los diferenció de los demás colocándoles perlas en sus frentes. Los llamó Encarnaciones. Ellos defenderían su especie, dictando cómo serían sus descendientes y manejando los hilos de sus vidas. Los separó del resto y les creó su propio hogar, un lugar que ahora tú estás invadiendo.

Éste es el orden del universo en que vives, la razón del porqué somos quienes somos.

Ahora, cuando salgas de esta habitación, te enfrentarás a aquella exhalación que arrasó en segundos con catorce hombres y que luego se fusionaría con uno de los hombres sobrevivientes para formar la Encarnación de La Muerte. Pero para pasar deberás respondernos lo siguiente, he aquí el enigma: ¿Quiénes somos nosotros en realidad?"

Zuberi se sintió algo nervioso, pero tenía que llegar pronto a Abrafo, aunque empezaba a temerle. Observó cuidadosamente a cada  uno de aquellos extraños seres, luego cerró sus ojos, y se preparó a responder.





BlackJASZ

sábado, 2 de octubre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 7

Capítulo 7: De cómo Zuberi aprendió a ver. La Cuarta Visita. Lesedi e Imoo.


Las miles de flores guiaron a Zuberi(o mejor dicho, a su instinto). En aquellos caminos existía un riachuelo que nutría a las plantas, y supo que aquellas aguas eran las que él recogía periódicamente para beber, desde que hubo vencido a aquel minotauro llamado Nawvlee. 
El río Sin-nombre. El caudal solía correr por los bordes de las habitaciones, pero en aquel lugar simplemente bañaba las raíces de las flores. 

Tras largas jornadas andando, finalmente cruzó toda la estancia. Allí estaba frente a una nueva puerta, negra en su totalidad. Y Zuberi la empujó, haciendo que cediera con facilidad. Adentro estaba oscuro, pero más adelante se veía luz. El joven se acercó y se fijó en el brillo azulado, que se formaba palabras que rezaban: "Cuarta Visita: La Luz y La Oscuridad". Bajo éste yacía un sombrío túnel. No habían más direcciones que seguir, así que se adentró en éste.

Sintió que alguien pasó a su lado, pero no vio nada en aquella penumbra, así que sólo siguió avanzando a tientas. Sus ojos no se acostumbraban, era como si cada vez oscureciera más y más.

Encontró una pared y en ella se apoyaba para caminar derecho, sin tropezar con nada. Entonces una risa aguda retumbó, como si proviniera de todas partes. Zuberi apretó sus puños en torno a su lanza, preparado para lo que sucediera.

Nuevamente la risa estalló. El joven se detuvo, atento.

-¿Quién está allí?

Otra carcajada. Se burlaban de él e ignoraban sus palabras, preguntas y amenazas. La presión y el miedo comenzaron a invadirle. Quería luchar contra aquello que se reía de él, pero, ¿cómo pelear con algo que no está a tu alcance?

-Bienvenido- dijo una delgada voz masculina- , insecto.
-¡Asómate para que pueda callarte!
-¡Así que tienes carácter! Excelente. Esto será divertido.
-No veo de qué te ríes, ¡cobarde!
-Tal vez porque no puedes ver nada- dijo la aguda voz y continuó riendo.
-¡Basta! Aparece, no acabarás conmigo así.
-¿Conque lo que quieres es luchar? Me parece más que bien.

Zuberi sintió nuevamente que algo pasaba fugazmente a su lado, y segundos después una luz brilló lejos de él.

-Bienvenido- saludó el destello, con una voz aguda, diferente a la anterior.

El hombre entrecerró los ojos, pues el resplandor le hería la vista, y observó con cuidado. Aquello que brillaba parecía ser una persona.

-Mi nombre es Lesedi. ¿Quién eres tú?
-Zuberi. Mucho gusto.
-El gusto es mío- dijo ésta sonriendo-. Es un placer luchar contigo.

Entonces todo oscureció y nuevamente, el hombre no pudo ver nada. Zuberi retrocedió unos pasos. Estaba comenzando a preocuparse. Unas carcajadas resonaron entre las sombras, aplacando la poca calma que le quedaba. Alzó la lanza y se preparó para el combate que se estaba cocinando a su alrededor.

El joven sintió que algo pasó junto a él y segundos después recibió un fuerte impacto en la coronilla. Abatido, agitó su arma a su alrededor, tratando de devolver el golpe, pero sin conseguirlo.

Otras carcajadas resonaron. ¿Cuántas personas estaban allí? Zuberi respiró profundamente y cerró los ojos. Intentó escuchar los movimientos en la oscuridad. Unos leves pasos a la distancia se iban aproximando lentamente.

De repente alguien golpeó el rostro de Zuberi, que se aturdió un poco. Nuevamente agitó la lanza a su alrededor, pero esta vez consiguió acertar con algo: un muro. Tocó la pared con una mano y corrió siguiendo su estructura, alzando su arma. Buscaba una esquina, que pasos después halló y se pegó a ésta. Después escuchó con cuidado.

-Pobrecito- dijo Lesedi-. No lograrás nada desde allí.

Zuberi clavó la lanza en el suelo y se descolgó el arco que le había regalado Femi, cargó una de las pocas flechas que llevaba en la bolsa que llevaba en la espalda y apuntó al azar en la oscuridad. Así, no importaba a qué distancia se hallaba el enemigo.

-¿A qué le apuntas?- preguntó la mujer desde lejos.

Zuberi disparó, tratando de adivinar de dónde provenía la voz.

-Eso estuvo cerca- afirmó la chica, entre risas burlonas-. Sólo te falta un poco de puntería.

La persona siguió riendo, mientras se desplazaba de un lado a otro.

-¡Ciego, ciego, ciego!- cantaba la fémina vocecilla.

Zuberi disparó otro par de flechas sin éxito.

-¡Demonios!-se quejó- ¡Vaya suerte!

Entonces se le ocurrió algo. Se quitó el collar que le había regalado Bahati y lo ató a la lanza, luego la arrancó del suelo y susurró:

-Me dijiste que éste collar haría que yo siguiera mi camino sin perderme, pues espero que haga lo mismo con esta lanza y la guíe hacia mis enemigos.

Alzó su arma, pero justo después fue fuertemente golpeado en el estómago, obligándolo a apoyarse en la pared para no caer. Otro golpe, un par más. Estaba siendo severamente lastimado y no sabía siquiera qué lo estaba causando.

Con mucha dificultad, agitó la lanza por tercera vez, y ésta chocó contra algo. Zuberi soltó el arma y se arrojó hacia aquel que lo había golpeado. El joven lanzó certeros puñetazos contra la masa viviente, hasta que ésta se detuvo. Entonces escuchó unos ligeros pasos aproximándose, sus oídos habían mejorado su capacidad, recogió su arma y se levantó rápidamente.

-¡Dame un poco de suerte, collar!- gritó y arrojó la lanza con todas sus fuerzas.

Un agudo chillido desgarró la oscuridad y segundos después el cuarto entero estaba iluminado. Zuberi cubrió sus ojos con las palmas de sus manos, pues la luz lo encandilaba. Pudo escuchar un sonoro llanto desconsolado.

A medida que los llantos desaparecieron, el joven pudo abrir los ojos, descubriendo el horror:

Efectivamente la lanza había encontrado su camino, logró alcanzar el hombro izquierdo de Lesedi y la clavó de espalda contra una pared. Estaba atrapada y no se movía, se había desangrado. La sorpresa marcó terriblemente a Zuberi al descubrir que la dueña de aquellas agudas carcajadas era tan solo una niña.

-¿Qué he hecho?- se preguntó el hombre y cayó arrodillado.

Entonces bajó la vista y descubrió a su lado a un muchacho de piel oscura que era mucho más joven que él, acostado, inerte. Zuberi le tomó el pulso: él sí seguía vivo.

Se sentó en el suelo y observó la escena. Se sintió mísero y sucio. Y lloró durante largos minutos.

Al poco rato, Zuberi se levantó y todo estaba oscuro de nuevo. El instinto del hombre, como si fuera su visión, le orientó a través del cuarto, dirigiéndolo hacia el pequeño cadáver. Arrancó su lanza y la sacudió para limpiarla. Se colocó nuevamente su collar. Luego cargó a la chica y la llevó junto al muchacho. Observándolos con su mente, pudo a
dmirar sus rostros unos minutos. Se fijó en sus perlas, morada la de ella y anaranjada la de él. Los dejó uno junto al otro y luego resolvió irse.

Cruzó la pequeña habitación, buscando la salida. Allí estaba una puerta cerrada. Intentó abrirla pero no pudo.  Estaba sellada. La revisó con cuidado y notó una pequeña hendidura en el centro. Parecía hecha con un cuchillo. Zuberi introdujo el filo de la lanza allí, pero nada ocurrió.

Entonces regresó a donde estaban los chicos y revisó sus prendas. Ella llevaba una pequeña daga, cuyo filo brilló al tocarla. Supo que eso era lo que estaba buscando. La sostuvo con la mano que tenía libre, regresó a la puerta y la introdujo en la hendidura, lo cual hizo que la salida abriera inmediatamente. Zuberi guardó la daga en su bolsa de piel y, sin mirar atrás, salió de la habitación.





BlackJASZ
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