sábado, 2 de octubre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 7

Capítulo 7: De cómo Zuberi aprendió a ver. La Cuarta Visita. Lesedi e Imoo.


Las miles de flores guiaron a Zuberi(o mejor dicho, a su instinto). En aquellos caminos existía un riachuelo que nutría a las plantas, y supo que aquellas aguas eran las que él recogía periódicamente para beber, desde que hubo vencido a aquel minotauro llamado Nawvlee. 
El río Sin-nombre. El caudal solía correr por los bordes de las habitaciones, pero en aquel lugar simplemente bañaba las raíces de las flores. 

Tras largas jornadas andando, finalmente cruzó toda la estancia. Allí estaba frente a una nueva puerta, negra en su totalidad. Y Zuberi la empujó, haciendo que cediera con facilidad. Adentro estaba oscuro, pero más adelante se veía luz. El joven se acercó y se fijó en el brillo azulado, que se formaba palabras que rezaban: "Cuarta Visita: La Luz y La Oscuridad". Bajo éste yacía un sombrío túnel. No habían más direcciones que seguir, así que se adentró en éste.

Sintió que alguien pasó a su lado, pero no vio nada en aquella penumbra, así que sólo siguió avanzando a tientas. Sus ojos no se acostumbraban, era como si cada vez oscureciera más y más.

Encontró una pared y en ella se apoyaba para caminar derecho, sin tropezar con nada. Entonces una risa aguda retumbó, como si proviniera de todas partes. Zuberi apretó sus puños en torno a su lanza, preparado para lo que sucediera.

Nuevamente la risa estalló. El joven se detuvo, atento.

-¿Quién está allí?

Otra carcajada. Se burlaban de él e ignoraban sus palabras, preguntas y amenazas. La presión y el miedo comenzaron a invadirle. Quería luchar contra aquello que se reía de él, pero, ¿cómo pelear con algo que no está a tu alcance?

-Bienvenido- dijo una delgada voz masculina- , insecto.
-¡Asómate para que pueda callarte!
-¡Así que tienes carácter! Excelente. Esto será divertido.
-No veo de qué te ríes, ¡cobarde!
-Tal vez porque no puedes ver nada- dijo la aguda voz y continuó riendo.
-¡Basta! Aparece, no acabarás conmigo así.
-¿Conque lo que quieres es luchar? Me parece más que bien.

Zuberi sintió nuevamente que algo pasaba fugazmente a su lado, y segundos después una luz brilló lejos de él.

-Bienvenido- saludó el destello, con una voz aguda, diferente a la anterior.

El hombre entrecerró los ojos, pues el resplandor le hería la vista, y observó con cuidado. Aquello que brillaba parecía ser una persona.

-Mi nombre es Lesedi. ¿Quién eres tú?
-Zuberi. Mucho gusto.
-El gusto es mío- dijo ésta sonriendo-. Es un placer luchar contigo.

Entonces todo oscureció y nuevamente, el hombre no pudo ver nada. Zuberi retrocedió unos pasos. Estaba comenzando a preocuparse. Unas carcajadas resonaron entre las sombras, aplacando la poca calma que le quedaba. Alzó la lanza y se preparó para el combate que se estaba cocinando a su alrededor.

El joven sintió que algo pasó junto a él y segundos después recibió un fuerte impacto en la coronilla. Abatido, agitó su arma a su alrededor, tratando de devolver el golpe, pero sin conseguirlo.

Otras carcajadas resonaron. ¿Cuántas personas estaban allí? Zuberi respiró profundamente y cerró los ojos. Intentó escuchar los movimientos en la oscuridad. Unos leves pasos a la distancia se iban aproximando lentamente.

De repente alguien golpeó el rostro de Zuberi, que se aturdió un poco. Nuevamente agitó la lanza a su alrededor, pero esta vez consiguió acertar con algo: un muro. Tocó la pared con una mano y corrió siguiendo su estructura, alzando su arma. Buscaba una esquina, que pasos después halló y se pegó a ésta. Después escuchó con cuidado.

-Pobrecito- dijo Lesedi-. No lograrás nada desde allí.

Zuberi clavó la lanza en el suelo y se descolgó el arco que le había regalado Femi, cargó una de las pocas flechas que llevaba en la bolsa que llevaba en la espalda y apuntó al azar en la oscuridad. Así, no importaba a qué distancia se hallaba el enemigo.

-¿A qué le apuntas?- preguntó la mujer desde lejos.

Zuberi disparó, tratando de adivinar de dónde provenía la voz.

-Eso estuvo cerca- afirmó la chica, entre risas burlonas-. Sólo te falta un poco de puntería.

La persona siguió riendo, mientras se desplazaba de un lado a otro.

-¡Ciego, ciego, ciego!- cantaba la fémina vocecilla.

Zuberi disparó otro par de flechas sin éxito.

-¡Demonios!-se quejó- ¡Vaya suerte!

Entonces se le ocurrió algo. Se quitó el collar que le había regalado Bahati y lo ató a la lanza, luego la arrancó del suelo y susurró:

-Me dijiste que éste collar haría que yo siguiera mi camino sin perderme, pues espero que haga lo mismo con esta lanza y la guíe hacia mis enemigos.

Alzó su arma, pero justo después fue fuertemente golpeado en el estómago, obligándolo a apoyarse en la pared para no caer. Otro golpe, un par más. Estaba siendo severamente lastimado y no sabía siquiera qué lo estaba causando.

Con mucha dificultad, agitó la lanza por tercera vez, y ésta chocó contra algo. Zuberi soltó el arma y se arrojó hacia aquel que lo había golpeado. El joven lanzó certeros puñetazos contra la masa viviente, hasta que ésta se detuvo. Entonces escuchó unos ligeros pasos aproximándose, sus oídos habían mejorado su capacidad, recogió su arma y se levantó rápidamente.

-¡Dame un poco de suerte, collar!- gritó y arrojó la lanza con todas sus fuerzas.

Un agudo chillido desgarró la oscuridad y segundos después el cuarto entero estaba iluminado. Zuberi cubrió sus ojos con las palmas de sus manos, pues la luz lo encandilaba. Pudo escuchar un sonoro llanto desconsolado.

A medida que los llantos desaparecieron, el joven pudo abrir los ojos, descubriendo el horror:

Efectivamente la lanza había encontrado su camino, logró alcanzar el hombro izquierdo de Lesedi y la clavó de espalda contra una pared. Estaba atrapada y no se movía, se había desangrado. La sorpresa marcó terriblemente a Zuberi al descubrir que la dueña de aquellas agudas carcajadas era tan solo una niña.

-¿Qué he hecho?- se preguntó el hombre y cayó arrodillado.

Entonces bajó la vista y descubrió a su lado a un muchacho de piel oscura que era mucho más joven que él, acostado, inerte. Zuberi le tomó el pulso: él sí seguía vivo.

Se sentó en el suelo y observó la escena. Se sintió mísero y sucio. Y lloró durante largos minutos.

Al poco rato, Zuberi se levantó y todo estaba oscuro de nuevo. El instinto del hombre, como si fuera su visión, le orientó a través del cuarto, dirigiéndolo hacia el pequeño cadáver. Arrancó su lanza y la sacudió para limpiarla. Se colocó nuevamente su collar. Luego cargó a la chica y la llevó junto al muchacho. Observándolos con su mente, pudo a
dmirar sus rostros unos minutos. Se fijó en sus perlas, morada la de ella y anaranjada la de él. Los dejó uno junto al otro y luego resolvió irse.

Cruzó la pequeña habitación, buscando la salida. Allí estaba una puerta cerrada. Intentó abrirla pero no pudo.  Estaba sellada. La revisó con cuidado y notó una pequeña hendidura en el centro. Parecía hecha con un cuchillo. Zuberi introdujo el filo de la lanza allí, pero nada ocurrió.

Entonces regresó a donde estaban los chicos y revisó sus prendas. Ella llevaba una pequeña daga, cuyo filo brilló al tocarla. Supo que eso era lo que estaba buscando. La sostuvo con la mano que tenía libre, regresó a la puerta y la introdujo en la hendidura, lo cual hizo que la salida abriera inmediatamente. Zuberi guardó la daga en su bolsa de piel y, sin mirar atrás, salió de la habitación.





BlackJASZ

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