Capitulo 9: De cómo Malaika recibió a Zuberi
Despertó. No sabía cuánto tiempo había pasado, ni le importaba. Su estómago rugía, así que buscó en su bolso unas pocas frutas y se las comió vorazmente. Cuando ya estuvo recuperado y listo para partir, tomó todo lo que había traído y levantó el hacha, reclamándola como su premio. Después buscó la salida.
Una puerta oscura y en mal estado se hallaba al otro lado de la habitación, en medio de dos antorchas. Apenas Zuberi la tocó, todo el lugar se sumió en la oscuridad, pero ya eso no importaba. Salió sin mirar atrás.
Frente a él habían unas escaleras que abarcaban un estrecho pasillo descendente, cuyo final no lograba ver. Agradeció que ya le faltaba menos camino que lo que ya había recorrido y comenzó el descenso.
A medida que bajaba, notaba que la temperatura iba aumentando progresivamente, y bajo esas condiciones estuvo durante una semana entera, hasta que llegó a la siguiente estancia.
Entonces empujó la pequeña puerta que encontró al final de la escala, aquella por donde apenas podía pasar un niño, que estaba adornada por unas letras doradas que escribían: "La Sexta Visita: La Fuerza de El Espíritu". Como pudo, con mucho esfuerzo y pericia, atravesó la entrada. Era una habitación enorme, muy iluminada, aunque no sabía de dónde provenía la luz, y por alguna razón, extremadamente cómoda. Frente a él, a lo lejos, se encontraba de pie una bella chica, vestida con finas telas doradas. El joven la reconoció: era la mujer que se había llevado a Abrafo. Entonces intentó buscarlo con la mirada, pero él no estaba allí.
-Él está descansando. No lo volverás a ver, tranquilo. Bienvenido- saludó ella con voz melodiosa.
-Gracias. ¿Quién eres?
-Mi nombre es Malaika. Significa "Ángel". Éste es mi hogar. Soy un espíritu que vela por la paz y el bienestar de todos. Incluido el tuyo.
-Entiendo-dijo el joven, aunque no se fió de sus palabras-. Tu voz se me hace familiar.
La mujer sonrió, luego dijo:
-Fui yo quien te habló en el desierto, quien te dijo que debías seguir, que te levantaras.
-¡Ya veo! Gracias por tu apoyo.
-Tenías que llegar aquí, era tu destino. Mi deber es ayudarte.
-Muchas gracias, realmente lo aprecio. Este camino que me he trazado no es nada sencillo.
-Lo sé. Detrás de mí está la última Visita y luego las Puertas del Arjana. Deberás pasarlas para llegar a tu destino. Dicho esto, ya cumplí con todo lo que debía explicarte.
-Gracias. Y supongo que me dejarás pasar sin más, ya que me dijiste que eras un espíritu que velaba por la paz. Y por mi bienestar.
Zuberi caminó hacia la chica, que le estaba sonriendo amigablemente.
-Dije eso, no que te dejaría cruzar sin antes luchar conmigo. Como dice Adwar: "Sis Vis Pacem", si quieres la paz, prepara la guerra.
Y desenvainó una brillante y larga espada. El joven soltó la lanza y sostuvo con firmeza el hacha, arma que aún no había estrenado. Apenas la tomó entre sus dos manos, ésta dejó de sangrar.
-¿El hacha de Abrafo, eh? Sangra cuando tiene sed de muerte. Pero ahora está ansiosa por eliminar a alguien, sin importar a quién, así que dejó de sangrar como muestra del gusto por la muerte y la batalla.
-¿Así que por eso el filo se enrojeció cuando te llevaste a mi enemigo? Ahora entiendo, esta cosa quería que lo matara.
-Desconoces el arma que utilizas. Claro que quería eliminarlo. Y no sólo por el puro placer que siente al matar. Sucede que aunque él era su dueño, Gazini tiene su orgullo. Abrafo es un traidor, por eso el arma ya no pensaba que era digno de usarla.
-¡Vaya idiota! Que te odien tus aliados debe ser terrible castigo.
-Es correcto. Pero menos plática y más acción, chico.
Y comenzó aquella lucha. La espada de Malaika liberaba destellos cada vez que era agitada, mientras que el hacha se había vuelto totalmente ligera, a gusto con su dueño. Los choques entre las armas resonaban aún más que los que ocurrían en la batalla contra Abrafo, pues Malaika era más fuerte que éste último.
Aunque Zuberi era extremadamente hercúleo, aquella mujer lo era mucho más. Su poder definitivamente era sobrenatural. La ventaja claramente la tenía ella. Aunque el muchacho no desistía y demostraba tener mucha energía y resistencia, lo cual auguraba un enfrentamiento casi interminable.
Pero una hora después de haber empezado, en uno de los impactos, Gazini estalló, haciéndose añicos. Zuberi voló varios metros y cayó sentado en el suelo. Malaika rió pícaramente y dijo:
-Es un arma semidemoníaca en manos de un simple hombre. Pierde mucho en tus manos. Al igual que Nisnit, su hermana, forjada por un demonio a partir de materiales humanos, por eso pudiste matar a su dueño con ella, aunque no hubiese durado mucho en tus manos. Resulta pues que sólo las armas espirituales o demoníacas pueden dañar a los demonios.
-Increíble. Bien, hay que continuar.
Zuberi se puso de pie y le apuntó a Malaika con una flecha.
-¿Ese arco te lo dio Femi, la Encarnación de El Amor, verdad?
-Así es.
La mujer rió suavemente.
-¿De qué te burlas?- preguntó el joven.
-Es un Arco del Amor. No puedes herir a nadie con eso. Aunque quizás sí te sirva para conseguir unos cuantos amantes.
-¡Debes estar bromeando!
-Definitivamente no conoces las armas que usas. Agradece que no le acertaste a Abrafo con alguna flecha, no te habrían gustado las consecuencias- y se siguió riendo de la ignorancia del muchacho-. ¡Ésa Femi!
"Eso explica porqué tenía esa actitud mientras le atacaba con esto. Da igual, de alguna forma tengo que vencerla", pensó el joven. Y disparó flecha tras flecha contra Malaika. Mas ella se hizo invisible y Zuberi no supo a dónde disparar.
-Olvidé contarte sobre mis habilidades: puedo hacerme invisible e ir rápidamente a cualquier lugar cuando quiera- le susurró ésta al oído.
El hombre se sobresaltó, dio un brinco y alcanzó su lanza, preparado para lo que sucediera. Cerró los ojos e intento escuchar los pasos de la chica.
-Tampoco oirás mis pasos, como no podías oír los de Nawvlee. Él era un demonio, yo un espíritu. Realmente no tocamos el suelo aunque parezca que caminamos.
Zuberi no se mostró molesto. Le dio un pequeño toque a su collar, y aún con sus ojos cerrados, arrojó su lanza siguiendo su intuición, sentido que no le fallaba al parecer, después sacó la pequeña daga y corrió hacia donde había atacado.
Malaika desvió el amenazante proyectil que volaba usando su espada, y con dificultad logró detener a Zuberi que casi le causó un corte en el estómago.
-Ahora puedes luchar aún sin ver a tu contrincante- dijo ella, al tiempo que aparecía nuevamente, tras haber proyectado lejos al muchacho-. Has mejorado mucho.
Entonces sacó una segunda espada y se la arrojó a Zuberi. El joven la examinó unos segundos y exclamó:
-Ésta es de Abrafo. ¿Porqué me la das?
-Quiero ver que tal peleas con ella.
El hombre sonrió y se arrojó contra la dama.
Y siguieron luchando durante tres horas más. Entonces Ángel pronto comprobó que Mirembe le había enseñado bien. Aún así, minutos después la chica le venció de nuevo y el hombre cayó en el suelo, exhausto. Malaika tocó la frente de Zuberi con la punta de su espada y le sonrió, luego se apartó y dejó al muchacho ponerse de pie, aunque a él le costó mucho.
-Puedes irte.
El hombre, extrañado, le preguntó:
-¿Eso es todo?- preguntó entre jadeos-. Ni siquiera te vencí.
-No dije que tuvieras que hacerlo- le dijo sonriendo-. Nunca me hubieses ganado. Otra de mis habilidades: nunca me agoto, por eso nadie ha podido matarme. Tú has perdido no por tu habilidad, sino porque te cansaste.
-Si sabías que ibas a ganar, ¿entonces para qué luchaste conmigo?
-Sólo para averiguar si eres capaz de enfrentarte a Adwar, la dueña de la siguiente habitación. Ella si te mataría si se lo permitieras. Es la mejor guerrera entre todos nosotros, por eso está en la última Visita, para limpiar los restos.
-Entiendo. Bueno, he de partir entonces. Por cierto -acotó recordando algo-, gracias por ayudarme cuando estuve en la segunda visita, contra Femi y Mirembe.
-No fue nada. Quise que te ayudaran, aunque sólo para ver hasta donde puedes llegar si eres bien entrenado. Conserva la espada como un regalo de Abrafo. Mi obsequio ya lo has recibido.
-¿En serio?
-Sí, al tocar tu frente. Te dí Fuerza Espiritual y suficiente energía para tus próximos desafíos. Lo notarás después de descansar un poco.
-Gracias. ¿Y para qué me servirá la Fuerza Espiritual?
-Es un don especial. Una condición, mejor dicho. Te permite causar daño de verdad cuando luchas contra espíritus y demonios. Te permite tocarnos y herirnos con cualquier arma pura, como si fueras uno de nosotros. Así mismo podrás emplear elementos espirituales y demoníacos sin que estos pierdan su poder como le ocurrió a Gazini.
-Dejame adivinar: ¿otra habilidad tuya?
-Mía y de todos Los Espíritus.
-Entiendo. En otras palabras, ahora soy más fuerte. ¡Muchas gracias!
-De nada, ahora márchate. Debes continuar.
-Está bien, adiós.
Y Zuberi se dirigió a la salida. Pero, apenas comenzó a alejarse de la chica, recordó algo y se detuvo para decir lo siguiente:
-Oye, ¿es cierto que puedes ir a cualquier lugar cuando quieras?
-Sí.
-Entonces tú debes saber qué encontraré en el "Sendero del Arjana". Abrafo me mencionó algo de eso. Aunque dijo que nadie lo ha cruzado nunca y que sólo él sabe lo que hay allá.
-Dos espíritus extremadamente fuertes y traicioneros. Ten mucho cuidado con ellos. Son únicos.
-¿Los conoces?
-Sí, sus nombres son Bbwadenne y Agwang. Nosotros los llamamos "Los Grandes Cánidos", pues son un perro negro y una loba blanca de grandes tamaños. No tienen igual. Además son dos de los cinco espíritus del Arjana.
-¿Y los otros quienes son?
-Uno de ellos soy yo. El resto los conocerás pronto.
-¡Demonios! Que mal suena todo eso.
-Es mucho peor que lo que suena, te lo aseguro.
-¿Y qué hay de mi tribu? ¡MORIRÁ DE HAMBRE Y SED ANTES DE QUE YO PUEDA VOLVER! Si acaso vuelvo.
-Es por eso que debes apresurarte.
-Bueno, continuaré entonces. Muchas gracias por todo. Fue un placer haberte conocido, Malaika.
-El placer es mío, Zuberi. Por cierto, ¿te puedo pedir algo?
-Claro, ¿qué sucede?
-Deja de decir "demonios", por favor- rogó alegremente la chica-. Realmente me molesta esa expresión.
Zuberi recordó lo que significaba "Malaika", entonces sonrió sinceramente y le respondió:
-Claro, lo siento.
Y se marchó.
BlackJASZ
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