sábado, 16 de octubre de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 8

Capítulo 8: De cómo empezó a caer el "Mirador del Cielo"

-Femi, Mirembe, llegan tarde- reclamó Adwar, la guerrera-. Hace rato que envié a Malaika a buscarlos.
-Ella nos pasó el mensaje- afirmó la mujer más hermosa de la sala, que apenas estaba llegando-, pero estábamos despachando a nuestro visitante.
-¿Y ella apareció así como así frente a Zuberi?- preguntó Barasa.
-No seas tonto- explicó Ramla-. Hizo lo que ella siempre hace.
-Bueno basta de tonterías- acalló la de mayor rango-. Y ustedes dos, ¿porqué le ayudaron tanto?
-Nos nació hacerlo- se defendió Mirembe- Bien sabes que lo que hagamos con el visitante en nuestra habitación no es problema de los demás. Debes respetar la privacidad de las otras Encarnaciones.
-A nadie le importa eso- se quejó Adwar-. Éste se la pasa metido donde no le importa- espetó señalando a Abrafo-. En fin. Ya debe estar en el hogar de Lesedi e Imoo. Veamos que sucede allí. Ese par de niños traviesos. Son una molestia.

Y así hicieron. Observaron cómo se desarrolló la batalla en la Cuarta Visita. Al terminar, todos estaban atónitos. No creían posible que aquel hombre hubiese asesinado a la pequeña Lesedi. Era un acto inhumano.

-Voy a matar a ese infeliz- susurró Adwar.
-¿Qué le pasa?
-Debe morir.
-No lo entrené para eso.
-¡Ah, por favor!- exclamó irónicamente el verdugo Abrafo-. Nadie la quería más que su hermano, y él está medio muerto también. Después de todo solo era una niña fastidiosa. Ninguno aquí sentía interés alguno por esos dos. ¡Hipócritas! Ni que fueran sus padres o amigos. No aparenten ser algo que no son. Ustedes mismos saben que no les importa ese par.

Todos callaron tras aquel sermón. Muchos de ellos le daban la razón.

-No tienes corazón, Abrafo- dictaminó Femi.
-¿Acaso le advertiste al tipo ese que los siguientes anfitriones eran niños?¿Le pediste que no les hiciera daño? ¿Que ellos sólo querrían jugar? A ti muy poco te importan ellos. ¡Estúpida hipócrita!
-¡No le hables así a mi mujer! Hay que estar tranquilo entre nosotros, al menos.
-¡Vamos! Es culpa de ella, que acepte las consecuencias de sus actos.
-¿Así como tu aceptas la muerte de tu hermano?- interrumpió Adwar.
-No lo metas en esto- respondió el aludido con tono colérico-. Ese es un asunto que estoy a punto de arreglar.
-Anda pues-dijo la guerrera-. ¡Sigue adelante! A ver si consigues lo que buscas, o lo que te mereces.
-¿Qué insinuas?- se quejó Abrafo.

Adwar le respondió con una sonrisa. Él escupió al suelo y dijo:

-Soy "El Verdugo", mi labor es despachar a aquellos que merecen morir por lo que han hecho. Zuberi nos trajo muerte, así que eso le llevaré a él.

Dio media vuelta y abandonó el Mirador del Cielo. Los demás permanecieron en silencio al verlo partir, sabían que Abrafo necesitaba matar para sentirse tranquilo, y tras la llegada de Zuberi, por fin tenía a quien ejecutar. Él haría lo imposible por asesinar al visitante, tuviera o no razones para hacerlo.

Adwar supo que el verdugo sería lo más cruel posible, pues la venganza le llamaba por su nombre. Nawvleee, su hermano, fue muerto a manos de aquel hombre...




-Ustedes son los sentidos del sol, que observó todo desde las alturas. El único presente que pudo haber visto todo desde el principio hasta el fin.
-Así es-respondió el único espectro que podía hablar-. Nosotros estuvimos allí. Pero ahora estamos aquí para simbolizar que somos lo último que se posee antes de morir.

Mientras conversaban, una enorme puerta de madera comenzó a materializarse a espaldas de los seis fantasmas.

-Nos han asignado a este lugar para indicar que tras nosotros, Los Seis Sentidos, se encuentra la entrada a la quinta visita, el hogar del verdugo. Puedes marcharte.

Los sujetos se apartaron y el joven se dirigió a la puerta, cuyo dintel rezaba en brillantes color rojo: "Quinta Visita", y bajo a estas letras estaba el dibujo de una macabra calavera, del mismo sanguíneo tono.

-Aquí debo cuidarme-susurró-. El hogar Abrafo.

Entonces observó a su alrededor y descubrió su soledad. Tragó saliva y empujó la puerta.

La habitación a la que el joven llegó era de tamaño moderado y estaba iluminada por unas cuantas antorchas que le otorgaban un aspecto crepuscular y lúgubre. En medio del salón se hallaba un hombre de pie, vestido con una larga toga negra. Su rostro no se podía ver, pues una ancha capucha lo cubría.

-Zuberi- dijo éste-, tardaste demasiado en llegar. Soy Abrafo, "El Verdugo", dueño y señor de este hogar.
-Lo bueno se hace esperar, ¿no?
-Tienes muy buen humor-afirmó Abrafo, relajadamente-, ¡para estar a punto de morir!

El hombre desenvainó una larga espada dorada desde debajo de su toga y corrió velozmente hacia Zuberi, quien detuvo el ataque chocando el filo de su lanza contra el arma que le amenazaba.

-La espera valdrá la pena.

El joven proyectó la espada hacia un lado e intentó patear a su interlocutor, pero falló. Ambos eran muy ágiles.

Por más de veinte minutos estuvieron luchando, sin que ninguno de los dos demostrara ser mejor, hasta que Abrafo se alejó. Entonces Zuberi le arrojó su lanza, que falló también, para luego emplear su arco. Una ráfaga de flechas bañó al verdugo, aunque con mucha dificultad éste esquivaba los proyectiles, mientras se reía sin control. Abrafo era el luchador más rápido al que había tenido que enfrentarse hasta entonces.

-¿De qué te burlas?- preguntó Zuberi mientras seguía disparando velozmente.

Pero Abrafo no le respondió, se limitó a seguir riendo unos minutos más.

Al quedarse sin flechas, Zuberi sacó la daga que acababa de conseguir y se dispuso a pelear con ella. Pero Abrafo,gracias a su perfecto dominio de la espada, llevaba una amplia ventaja.

Zuberi no le permitó la victoria, pues entre los numerosos ataques consiguió detener el peligroso filo, usando ambas manos y el cuchillo Así ambos se vieron envueltos en aquel forcejeo.Ambos guerreros eran muy fuertes también. Pero pronto la posesión del arma la obtuvo el joven visitante, que golpeó con el filo el estómago de su enemigo, pero nada sucedió. La Encarnación se alejó de él y, enojado, le dijo:

-Ningún hombre jamás había hecho algo como eso. Detener uno de mis ataques con las manos y además arrebatarme mi arma. Pues yo también te daré una pequeña sorpresa.

Abrafo se irguió y de un tirón se arrancó la toga y la capucha, dando a observar que estaba protegido de pies a cabeza por una pesada y soberbia armadura negra. Se desprendió de ésta y descubrió su cuerpo: aunque era muy semejante a un ser humano, su piel era rojiza y sus ojos amarillos. La perla que marcaba su frente era negra como la noche. Tenía grandes colmillos y garras, y su cabeza, calva además, estaba adornada por una pequeña cornamenta.

-¿Te soy familiar?- preguntó el anfitrión con ronca voz.

Asombrado, Zuberi susurró:

-Nawvlee.
-Exactamente- dijo pasivamente Abrafo-. ¡ERA MI HERMANO MENOR!- gritó con fuerza, haciendo que toda la habitación temblara.

Luego, de lo que debería ser su ombligo, comenzó a salir el mango de un arma. Mostrando cierto esfuerzo, el verdugo consiguió extraer una nueva herramienta, sin dejar heridas en su cuerpo.

-Ésta es Gazini, "El Hacha Sangrante", hermana de Nisnit, "El Hacha que No Sangra", la que usaba Nawvlee. Con esta arma pagarás por su muerte- dictaminó.
-Si no querías que muriera, no debiste permitir que se arriesgara en esa batalla.
-¡Silencio! Ahora verás por qué soy "el verdugo". Mi trabajo es asesinar a los condenados por la culpa, y tú eres un perfecto candidato para morir. ¡PREPÁRATE!

Sus cuernos aumentaron considerablemente de tamaño, muestra de su creciente ira, entonces se arrojó contra el hombre.

Fueron veinte minutos más de reñido combate. Abrafo se había vuelto aún más rápido. Las fuerzas de aquellos sujetos eran tan descomunales que el choque de sus armas se podía escuchar a kilómetros, haciendo que todo el lugar se estremeciera. Allá, en algún lugar, Adwar sonreía al ver lo poderoso que se había vuelto Zuberi y se sintió ansiosa de que venciera a Abrafo, aquel cretino molesto y traidor que tanto había aprendido a odiar.

-Este show se acabará pronto, yo lo sé- afirmó la chica-. Creo que es momento de que los que quedamos vayamos a nuestros respectivos hogares, es hora de esperar. Esta reunión termina aquí.

Y cada quien fue a su lugar, como se los había ordenado la guerrera de mayor rango.




Se escuchó un último impacto, y en la "Quinta Visita" un semidemonio cayó al suelo, abatido y tan exhausto como su enemigo. Una hora después de haber empezado, por fin la batalla llegaría a su fin. Zuberi, el hombre más fuerte que se conocía en aquellos tiempos tomó el hacha de su contrincante, y se dispuso a eliminarlo de la misma forma en que lo había hecho con su hermano:

Allí se detuvo, de pie frente al Demonio-Encarnación, alzando a Gazini con dificultad, preparado para dejarla caer con todas sus fuerzas sobre el cuerpo de su dueño. Los ojos de Abrafo no mostraban terror ni arrepentimiento, solo un profundo odio hacia Zuberi, pero a éste último no le importó aquel sentimiento.

-No lograrás cruzar el Sendero del Arjana- dictaminó el representante de La Muerte.
-¿De qué hablas?
-No tienes lo necesario para alcanzar tu meta. Dudo incluso que logres llegar a las Puertas del Arjana. Aunque sinceramente espero que mates a Adwar, se lo merece.
-¡Demonios! No entiendo nada de lo que dices.

El verdugo le sonrió de forma burlesca y luego explicó:

-Te faltan dos Visitas más, luego llegarás a Las Puertas y el Sendero del Arjana, no lograrás cruzarlos. Por fuerte que seas no lo conseguirás.
-¿Qué hay en esos lugares que represente tantas dificultades?
-Eso lo averiguarás si tienes suerte de sobrevivir hasta llegar. Nunca lo han cruzado. Y sólo yo sé lo que encontrarás, si es que llegas.

 Zuberi observó sus ojos, de manera desafiante, pero la mirada de Abrafo no había variado, y supo que él no le diría nada más. El hombre se despidió de su enemigo con una sonrisa irónica, ¡y lanzó el fulminante corte!

Pero algo detuvo el ataque en seco, a mitad del aire. Algo que al principio no pudo ver. Pero fijó sus ojos en uno de los extremos filosos del hacha y observó asombrado: una mujer muy hermosa, adornada con una perla azul en su frente, vestida con finas telas doradas y una corona de laureles, sostenía al elemento con tan sólo dos dedos. La chica no aparentaba realizar esfuerzo alguno, mientras que el joven intentaba desesperadamente liberar a Gazini de aquella opresora que mágicamente había aparecido allí.

-Ya hay suficientes muertos para lo que puedo soportar- dijo la chica- Y tú- exclamó dirigiéndose a Abrafo-, creo que ya tuviste suficiente.

Entonces la mujer colocó uno de sus desnudos pies sobre la frente del verdugo, y ambos desaparecieron sin dejar rastro. Luego, el hacha cayó al suelo y comenzó a sangrar de sus filos, mientras que la vieja espada de Abrafo desaparecía junto con la armadura y la abandonada toga.

Zuberi, asombrado, se sentó en el suelo y soltó el arma.

-¿Quién habrá sido ella?- se preguntó el joven, y se desmayó.




BlackJASZ

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