-Despierta, Jhony.
McSerius fue recuperando su consciencia poco a poco, sintiéndose como al despertar de un sueño muy pesado. No recordaba bien lo que había sucedido. Abrió los ojos y observó la luz del día, que se coleaba débilmente entre las copas de los árboles.
Jhon tomó una bocanada de aire fresco y se sentó, observando a su alrededor. Al incorporarse, reconoció la figura de Eduardo, sentado sobre un gran tronco caído, fumando algo. Entonces recordó... Pero no vió la casa de Eule por ningún lado.
-Se fue- le dijo su amigo al verle buscar en su entorno.
-¿Cómo que se fue?
-Así de simple, se fue. Capaz nunca estuvo aquí realmente.
Gutiérrez le observaba con seriedad, mientras inhalaba. Jhon calló por unos segundos, pero aún tenía mucho que preguntar.
-¿También tú te desmayaste?
-No. Ya he pasado por sesiones como esa antes. Uno termina por acostumbrarse- y sonrió.
-¿A dónde se fue Eule?
Eduardo se levantó, exhalando la última bocanada de aire. Tiró su cigarro al suelo y lo pisoteó, luego contestó:
-¿Quién sabe? Nunca se queda en un mismo sitio por mucho tiempo. Igual que yo. Vámonos.
-¡Pero si ni siquiera está su casa, o el árbol que llevaba encima!
-Se fue con todo. Bueno- dijo buscando entre sus bolsillos-, te dejó esto.
Gutierrez tendió su mano hacia McSerius, enseñándole algo de color brillante. Jhon se acercó y lo tomó: era una piedra verde atada a un hilo.
-¿Un collar?
-Eso parece- respondió Eduardo secamente.
-¿Para qué rayos me dejó un collar?
-Sabrá ella, yo cumplo con dártelo. Cúanto preguntas.
En ese momento McSerius sintió que todo su pecho ardía, como si mil agujas se clavaran simultáneamente en su piel. Se encogió sobre sí mismo y miró a Eduardo, quien se había levantado y se estaba sacando la camisa. Jhon lo imitó y pronto vieron que cada uno tenía un dibujo en su pecho.
Eduardo parecía llevar tatuado en dorado un viejo árbol inclinado, que se mostraba seco y casi sin hojas. Junto al mismo había un enorme perro sentado, como si lo custodiara.
McSerius observó el suyo propio. En rojo escarlata tenía tatuada una enorme lápida, con una tumba abierta frente a ella. Allí no se mostraba el cánido guardián, pero en su lugar había un búho en pleno vuelo, con una serpiente en su pico.
-Tenemos una reunión a la que asistir- declaró Eduardo mientras frotaba su pecho.
McSerius le imitó nuevamente y el ardor comenzó a ceder.
-¿Cómo que una reunión?
-Se me olvida que tú no sabes nada de esto- se quejó rascándose la barbilla-. Usualmente la gente que se mete en estos embrollos ha leído mucho sobre estas cosas, o como yo, tiene algún familiar en las mismas condiciones. Esto que nos acaba de pasar es una convocatoria a reunión. Esta noche, cuando salga la luna, debemos estar en el lugar que nos indica nuestros tatuajes. Tú en tu lugar, y yo en el mío.
-¿Tenemos que separarnos?
-Al menos para las reuniones sí. Somos de Cultos distintos, no deberíamos estar juntos en ningún momento, o al menos no deberían vernos. Recuerda que estamos en guerra, Jhon.
-¿Guerra? - preguntó, recordando que Eduardo padre se lo había mencionado.
-Sí, entre los cultos. Se inició por culpa de Draamen de La Noche, luego Zauber El Poderoso acabó con ella, y luego de su muerte se reanudó la guerra.
-Está bien. Sigamos con lo nuestro. ¿Cómo sé dónde rayos es esto de la reunión?- preguntó el joven rubio, señalando su pecho.
-Deberías saberlo, así como deberías saber muchas cosas que no sabes.
-No quiero ir, eso nos quitará tiempo y Jhony... Jhony quizás no lo tenga.
Eduardo reflexionó unos segundos sobre lo que había escuchado y luego le dijo:
-Allí deben estar todos aquellos que han sido convocados. Conocerás mucha gente. Quizá alguno te pueda ayudar, o sepa algo sobre tu muchacho. Hay muchos grandes adivinos en cada culto. Y aún si nadie te es útil, deberías ir de todas formas, sino enviarán a alguien a cazarte.
Jhon se alegró al escuchar la posibilidad de ayuda y sonrió, pero respecto a la cacería le surgió una duda:
-¿Cómo a ti?
-A mi me busca mucha gente, pero al menos nadie lo hace por no asistir a una reunión. Ponte el collar y vámonos, el tiempo apremia.
-Sí, pero cuentáme en el camino sobre Moloch.Y sobre los demás personajes emblemáticos de cada culto.
Eduardo demostró con su gesto que lo que le pedía era difícil y molesto. Sin embargo, aceptó:
-Está bien. Pero vamos.
En medio de la oscuridad un sujeto tomó un cuchillo de su bolsillo y susurró algo gutural. Acto seguido, la hoja de éste se incendió, iluminando tenuemente la estancia. El hombre tomó con la mano derecha la punta ardiente del cuchillo, sin quemarse, y lo arrojó con fuerza. La pieza trazó brillantes círculos amarillentos en el aire, hasta que se clavó contra una diana de tiros, anexada a una pared, que instantáneamente se incineró, formando un hermoso y cálido destello circular. Las cenizas cayeron al suelo al tiempo que el cuchillo se apagaba y la estancia se sumía en la oscuridad de nuevo.
Moloch se había aburrido de su juego.
El sujeto tomó su báculo. El cuchillo vibró en el muro y a las cenizas se las llevó el viento. Los Ojos Rojos llamarían a reunión, así que él no se quedaría atrás.Cerró sus dorados ojos e hizo arder el pecho de sus seguidores, había llegado la hora de que se enteraran. "Seguramente todas las Salamandras tendrán reunión esta noche", pensó. Moloch salió del lugar, seguido por su enorme y fiel lobo.
BlackJASZ
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