sábado, 21 de agosto de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 1

Capítulo 1 - De quienes "miran" y de aquel que es "mirado"


En aquellos tiempos todo estaba sumido en las tinieblas. Hacía años que el cielo había oscurecido, dejando a "Kamaria", "la Luna", siendo el único destello existente en las alturas. Los ancianos aseguraban que en otra época brillaba otro astro aún más grande y brillante que aquel que podían contemplar: le llamaban Asita, "El Sol".

Sin embargo la gente se había acostumbrado a luchar para sobrevivir bajo aquel manto nocturno, frío y con escasos alimentos, en el que se desarrolló la siguiente historia, protagonizada por Zuberi, el hombre más fuerte que alguna vez existió:




-Miren todos, ahí viene alguien.
-Ya era hora... Hace mucho que estamos esperando.
-Es joven, no puedes esperar mucho de él.
-Ya cállense todos.
-Al menos es buen mozo. Un moreno alto y fuerte. ¡Oh, tiene los ojos verdes! Y son muy hermosos.
-¡Basta!
-¡Qué amargada eres!
-Déjala, ella sólo se divierte cuando está gritando o golpeando...
-Es su naturaleza.
-¡CÁLLENSE DE UNA VEZ!

Las diez personas presentes, cada uno adornado con una hermosa perla en su frente, rieron amistosamente, excepto Adwar, "La Guerrera", cuyo mal carácter era impecable.

-Prepárense para recibirlo. Hay que darle una buena bienvenida- ordenó Adwar sonriendo malévolamente.
-Espera- exclamó una voz masculina desde las sombras-, quiero hacerle una prueba antes de que llegue a la "Primera Visita".
-¡Miren quién apareció- exclamó Adwar-! ¿Dónde habrás estado?. En fin, escucha: tendrás que esperar a tu turno.
-¿Mi turno?- preguntó el recién llegado, "El Verdugo" Abrafo- Esas son sólo tonterías. Puros tecnisismos.
-Abrafo- interrumpió Femi, la mujer más hermosa de todas-, son las reglas de nuestro líder.
-Ya él no es mi líder- reclamó Abrafo-. Dejó de serlo con su desaparición.
-Tal vez- aceptó Lesedi, la obediente chica rubia-. Pero de todas formas debes respetar sus órdenes.
-¡Tonterías!
-Yo soy la de mayor rango aquí- afirmó Adwar-. Y debes respetar mis decisiones, Abrafo. No rompas las reglas. Y si quieres pregúntale a Ramla qué es lo mejor.

Todos callaron para escuchar la sabia opinión de Ramla, que era más sabio que cualquier otro ser vivo:

-No debes romper el hilo natural de las cosas, o sufrirás severas consecuencias. Todos aquí lo sabemos muy bien.
-Basura. ¿Eso es todo? ¿Qué pasará si no te hago caso? Ah cierto, no me lo puedes decir. ¿Qué clase de adivino eres entonces?- espetó Abrafo con tono despectivo y burlesco.
-También todos sabemos que Ramla no puede hablar del futuro porque se lo prohibió El Líder- afirmó Adwar.
-Son todos unos idiotas- dictaminó el verdugo-. Sobretodo este homosexual que se cree adivino y la "guerrera" ésta...
-¡Basta ya!-gritó la bella Femi- Abrafo por favor no rompas las reglas y deja de buscar problemas.
-Mira, niña bonita...-comenzó a quejarse el verdugo.
-No discutas con el animal éste- le interrumpió Adwar-. Además ya es hora de movernos. Nuestro invitado se acerca. ¡Muévanse!

Todos se retiraron, dejando solos a la guerrera y a Abrafo.

-No confío en tí, hombre.
-Mujer, ¿aún crees que tengo algo que ver con la desaparición? ¿Un humano dañando a un espíritu tan poderoso?
-No eres cualquier humano. Además, tú eres un traidor. Estoy segura.

Abrafo rió con estridencia, burlándose de Adwar.

-Loca.

Y se fue a su posición. La mujer no se sintió ofendida, pues él era sólo un idiota y no debía hacerle caso. Entonces se retiró también, y "El Mirador de El Cielo", aquel lugar donde habían estado reunidos, quedó solitario.




Aquel joven, que había sido vigilado en secreto, estaba agotado. Llevaba más de una semana vagando en el desierto. Sólo y sin provisiones. Andando hacia donde su corazón le guiaba. Había sobrevivido hasta entonces gracias a la suerte que tenía.

-Sé que mi destino es realizar este viaje- susurró agotado-. Pero dudo que logre llegar a algún lugar en estas condiciones.

Cayó sobre la arena, que estaba tan fría que sintió que su piel se quemaba, pero no tenía suficiente fuerza para levantarse de nuevo. Cerró los párpados y pensó que no aguantaría mucho más. Pero entonces escuchó una delicada voz de mujer:

-Levántate.

Abrió los ojos y no encontró nada más que arena.

-Anda, levántate- le apoyó la voz, dulce y melodiosa como ninguna otra-. Falta poco.
-Demonios, debo estar alucinando ya.
-Tal vez. Pero lo que realmente importa es que sigas avanzando.
-¿Dónde estás?
-Levántate.
-¿Amara, mi amor?
-Levántate.

La mujer se oía distante, se estaba alejando. El joven hizo un último esfuerzo para ponerse de pie. Luchó como pudo y consiguió erguirse. Veía borroso. El cansancio era exagerado.

-¿Amara? ¿Eres tú? ¿AMARA?

Pero no había nadie por ningún lado. Pensó que alucinaba. Se sintió débil, pero sabía que tenía que continuar. Y así, casi muerto, siguió andando. Pero poco después volvió a caer. Se había desmayado.




Pasaron las horas y algo lo despertó.  Al principio no supo qué era, pero sabía que estaba frío. Su cuerpo ya había olvidado aquello. Abrió los ojos y se sorprendió:

-¡Lluvia!- exclamó.

Entonces se levantó, un poco más enérgico, y corrió. Amaba la lluvia, pero aquella arena al mojarse podría darle muerte en el estado en el que se encontraba. Si lo atrapaba el lodo no podría salir con facilidad. Corrió como pudo para encontrar un lugar más firme, o al menos, libre de peligro.

La lluvia aumentó torrencialmente y eventualmente el joven tropezó. Cayó en la arena lodosa, hundiendo así sus manos y piernas.

-¡Demonios!

Pero Zuberi era extremadamente fuerte. Así que se levantó como pudo y corrió más. Volvió a caer, y hundió también el rostro. Entonces algo aplastó su espalda contra el terreno, o más bien, lo jalaron desde dentro del mismo, supo que algo extraño lo atraía, una corazonada le decía que lo llamaba aquello que buscaba. No pudo respirar por unos segundos, mientras descendía.

Poco después, cuando estaba a punto de desmayarse nuevamente, terminó de atravesar la arena: cayó en una especie de cueva subterránea. Se lastimó un poco, pero estaba vivo aún. Sonrió y se sentó.

-Si esto no es suerte, no sé qué será- susurró entre la tos.

Pero estaba muy cansado para seguir andando, así que se quedó allí. Se sorprendió que no estuviera tan oscuro como debería estarlo, pero le alegró que así fuera. Alzando la vista descubrió que una antorcha ardía ante él

-¡Qué extrañó!

Y se acostó sobre el frío y duro suelo. "Después buscaré algo para comer", pensó antes de quedarse dormido.

Horas más tarde algo lo despertó, pero no fue lluvia, ni hambre. Fue un extraño y sonoro rugido.

-¿Y ahora qué?- preguntó y se levantó. Estaba mucho más descansado.

El ruido le había hecho olvidar el hambre que tenía, lo cual, de alguna forma, era lo único que lo debilitaba. Descartando el hambre, estaba en perfectas condiciones de nuevo.

De nuevo sonó el rugido, mucho más cercano que el anterior. Colocó su oído en el suelo, pero no escuchó nada. Mas al levantarse, un rugido lo dejó casi sordo. Tomó la antorcha, se dio la vuelta y descubrió que no estaba sólo.

-¡Demonios!- exclamó el joven, muy asombrado por lo que veían sus ojos:

Una enorme bestia rojiza, de grandes cuernos, colmillos y garras estaba a menos de tres metros del joven. Su boca babeaba, descubriendo su apetito a medida que se acercaba a Zuberi, lentamente...




BlackJASZ

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