lunes, 23 de agosto de 2010

LA PROMESA: LA LEYENDA DE ZUBERI - 2

Capítulo 2: De cómo se separan Zuberi y su amada Amara


-Basta ya de eso, amor.
-No, tú no entiendes. Debo partir.
-Claro que entiendo. No eres el primero, ni el último... Pero temo por ti...
-Basta. Ya lo sé. Pero estoy harto de discutir esto. Por eso mismo te pido que me permitas irme. Ya ha llegado el momento, es mi turno. El pueblo confía en mí.

Amara guardó silencio. Su prometido tenía razón. Para él esa misión lo era todo y ella no debía impedir que él luchara por alcanzar su meta, y después de todo, ella sabía que debía apoyarlo, así como sabía que ese día llegaría. Aquel hombre, alto y fuerte, de piel oscura y con un rasgo muy llamativo y especial en él: aquellos ojos claros, hermosos y verdes, probablemente únicos en el mundo, era todo lo que ella amaba. Él era muy cariñoso y la quería mucho, por eso ella lo apreciaba tanto, y en la misma medida temía perderlo.

-Anda, amado mío. Es tu vida.

Zuberi la observó callado por unos instantes. Luego respondió:

-No me gusta cuando reaccionas así.

Ella se mostró afectada, dio media vuelta y regresó a su hogar sin decir nada más.

-Amara... ¡Vaya mujer!-se quejó Zuberi.

El joven africano, como todos allí, siguió su camino, buscando a Imamu, el Guía Espiritual, quien al igual que todos en la tribu, era su padre, porque todos allí eran sus padres y hermanos. Lo habían criado juntos porque no sabían quienes eran sus padres y madres verdaderos. Una mañana había aparecido en medio de la aldea sin explicación alguna. Eso lo unía más a su enamorada, que según ella contaba, había llegado a la tribu con veinte años, sola y dispuesta a trabajar con la tribu si la aceptaban. Los únicos dos aldeanos que no tenían familia determinada.

Encontró a Imamu en el riachuelo más cercano que tenían. Allí estaba él: sentado en la tierra, casi desnudo, sosteniendo firmemente su especial lanza, sin abrir los ojos.

-¿Así que ya estás preparado?- le preguntó el anciano a Zuberi, sin mover casi ningún músculo.
-Sí. Pienso que ya estoy listo.
-Tal vez. Sólo dios lo sabe. Tú y yo sólo podemos asegurar que irás a andar tu camino, te has de cruzar con tu destino.
-Y pienso que ya es hora. Mas, no sé qué necesitaré.
-Nada. Todo te lo proveerá La Naturaleza.
-¿Y cómo sabré dónde buscar?
-Las puertas se abrirán solas para tí, si eres tú quien las debe cruzar.
-Está bien- respondió el joven, sin mucho convencimiento- Iré entonces.
-Recuerda: todos creemos en ti, muchacho. Eres nuestra esperanza.
-Sí. Lo tendré en mente. Adiós.

A lo lejos, Amara lo vió marcharse y susurró:

-Idiota, no te atrevas a morir...

Zuberi se alejó de todo lo que amaba, dejó la aldea, a todos sus padres y madres. Se fue sin armas ni provisiones, tal cual se lo había aconsejado "El Guía". Y así partió en la búsqueda de algo que sólo él podría encontrar. Sintió que por fin era su turno de marcharse a buscar su destino, así como otros lo habían hecho ya. Pero no tenía garantía de éxito. Entonces se sintió solo y abandonado, en medio del frío y oscuro desierto. Respiró profundo y se prometió en voz alta:

-Volveré a casa, y traeré el éxito conmigo.




Horas después, Duna, el gran líder de la tribu, reunió a su gente. Todos estaban dispuestos a escuchar la discusión  sobre la excursión de Zuberi. Cualquiera podía intervenir en la asamblea, pero nadie se atrevía a hacerlo. Nadie, excepto la prometida.

-¿Crees que volverá en bien?- preguntó la hermosa y joven Amara.
-Ni siquiera sé si volverá- respondió Imamu-. Es muy joven.
-Él es el más fuerte de todos- declaró Duna, líder de la aldea-. Jamás he visto a un hombre tan poderoso entre todas las tierras que he conocido.
-Nació para serlo- afirmó el sabio anciano espiritual-, así como nació para hacer este viaje. El tiempo dirá si ya está listo o no.

Ningún miembro de la tribu dijo nada, ni los numerosos padres, ni las incontables madres del joven. Amara observó al anciano, preocupada. Duna supo lo que ella quería saber, y como no se atrevía a preguntarlo, la duda la formuló él mismo:

-¿Y si no lo está?

Imamu meditó unos minutos, luego finalmente abrió los ojos y sentenció:

-Ya veremos- contestó seriamente el sabio Imamu-. Hay espíritus con los que ni yo me atrevo a tratar. Sé que esos serán quienes manejen los hilos de su vida. Pero él, como hombre miembro de esta tribu, debe ir a buscar lo que La Naturaleza le depara, cumplir la misión que le tocó y regresar con bien a su hogar. Es su obligación. Por el bien de todos.

La tribu entera calló. Todos sabían que esas condiciones no auguraban nada bueno para el joven más fuerte que alguna vez había pisado aquellas tierras. Desde que Zuberi estaba pequeño, "El Guía" supo que le tocaría enfrentar una vida difícil, quizá la más difícil de afrontar. Por fin se pondría a prueba al joven, y con el tiempo, si le era permitido, por fin regresaría para contar su experiencia. Pero si Zuberi fallaba, el pueblo entero moriría irremediablemente de hambre. Si aquel sujeto era incapaz de regresar la vida a la normalidad, entonces nadie más tendría la capacidad. Él era el indicado para aquella misión, sólo él y nadie más. Ya había quedado demostrado tras la desaparición de los antiguos enviados. Amara, recordando esto, rompió en llanto...

-Zuberi- susurró entre sollozos.




BlackJASZ

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Todos los derechos reservados / All rights reserved

Mapa de Visitantes: SI, USTED ESTA AQUI!!!