Pueblo de Cultos - Capítulo 1

Jhon A. McSerius no era un hombre común, era un hombre feliz. Se trataba de un vivaz empresario que tenía una maravillosa esposa y un pequeño hijo de ojos azules y cabello claro, aunque no se sabe si los heredó del padre o de la madre. Asistía a su trabajo puntualmente y era altamente eficiente, mas su jefe era un desgraciado abusador y le negaba siempre el ascenso y las vacaciones que tanto se merecía. Cansado, decidió tomar un corto viaje de descanso con su familia.


Alice McSerius era una señora encantadora. Apenas pasaba los 30 años, así que tenía un rostro liso, además de hermoso. Estaba orgullosa de su vida: estaba casada con un joven empresario, cariñoso y dedicado que la amaba mucho, tenía un pequeño hijo de 6 años (bastante malcriado por cierto), una casa elegante, un buen vehículo... Tenía todo lo que una mujer de su edad necesitaba para ser feliz, según su propia opinión, y un poco más. Pero su empleo era agobiante, exigente y no dejaba espacios libres en su agenda. Las cortas vacaciones que ganaba aún se veían lejanas en aquel entonces. ¿Valía la pena pedirle permiso a su jefe, aquel viejo viudo y tacaño, para viajar por unos días? Nada perdía con intentarlo.


Jhon F. McSerius, o simplemente Jhony, siempre demostraba a todos a su alrededor la gran cantidad de energía que tenía. Estaba consentido por sus progenitores, que nunca dudaban en darle aquellos juguetes que pidiera, aunque a esas alturas no podría recordar ni la mitad de los que han pasado por sus manos (entre los que ha destruido por completo, los que dejó botados en el baúl de los recuerdos y los que nunca se dignó a sacar de allí). Adoraba las caricaturas con todas sus fuerzas, aunque nadie más en su casa entendiera lo que le veía a esas imágenes descoloridas que no paraban de quejarse y herirse gravemente los unos a los otros, sobreviviendo milagrosamente siempre... sabrá Dios porqué... ¡Que idiotez! "Esa porquería le atrofia el cerebro a los retoños", o bueno, eso decía el señor McSerius. De todas formas este crío siempre era feliz, allí en su casita, preocupándose tan sólo por llegar al baño a tiempo.

-¿Vacaciones?- se reía el jefe de Alice- ¿Acaso crees que estoy loco, mujer? ¿Has visto cómo están aumentando las ventas? No te puedo dejar ir ahora, cariño, bien sabes cuanto te necesito para convencer a ese viejo inútil de Barker para que nos apoye...


Alice regresó a su casa, sin dejar de pensar en aquellas palabras. Le contó todo a Jhon, quien con un rostro nada sorprendido respondió:


-Qué descaro... si le lleva a Barker 10 años por lo menos... Y bueno, en realidad no me sorprende mucho su respuesta ¿recuerdas cuando quisimos ir a Disney World el año pasado? Al parecer sigue siendo el mismo viudo amargado de aquel entonces.
-Sí- confirmó su esposa con aire desanimado, ya resignada-, sigue siendo el mismo. ¿Y qué te dijeron a ti?
-Tengo un mes para regresar a trabajar.
-¡Mentiroso- le acusó terriblemente sorprendida, aunque ya sabía que él no le mentía porque conocía muy bien las expresiones de su marido-! ¿Cómo lograste convencerlo?
-No tuve que hacer nada. Acaba de proponerle matrimonio a Meredith.
-¡No puede ser! ¿Y le dijo que sí? Pobre chica...
-¡Aja! Sabrá Dios con qué la habrá drogado. Bueno, no es nuestro problema. Lo que en verdad me importa es que me ha dado vacaciones, pero tendremos que desechar la idea de un viaje por ahora.
-¿Lo dices por mí? Tonto, vete con el niño, tú eres el que de verdad necesita descansar.
-¿Estás segura? No va a ser lo mismo sin ti, preciosa.
-Sí, de eso estoy totalmente segura.
-Eres asombrosa, cariño.
-Sí, ya lo sé- Una sonrisa burlona asomó en sus rostro, aunque la verdad, no se sentía del todo bien.


Una fría noche de noviembre se vio a lo lejos el humo emanado por una locomotora que iba hacia el interior del país. En aquel tren viajaban un niño malcriado y un hombre alegre, que ya no se sentía tan alegre, aunque no sabía porqué.

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